Los inversores de éxito lo saben: sin riesgo no hay primas de riesgo; esta es la verdadera ley fundamental de toda inversión. La lógica subyacente es que todo aquel que invierte asumiendo un mayor riesgo debería poder esperar que, con el tiempo, esas inversiones generen una rentabilidad mayor que otras inversiones alternativas carentes de riesgo y que, por tanto, prometen menos beneficios. En el siguiente gráfico se muestra qué primas de riesgo cabe atribuir a las distintas clases de activo. Hasta aquí la teoría.
¿Qué nos enseña la historia?
Son esclarecedoras las series temporales históricas largas, como las que existen del mercado de renta variable estadounidense. Estas muestran que la expectativa de obtener una prima de riesgo no ha dejado de cumplirse, aunque invertir en acciones de EE. UU. no se haya recompensado en igual medida en todos los periodos. Si se compara la prima de riesgo de las acciones de EE. UU. con los bonos soberanos de ese mismo país a 30 años, a lo largo de periodos de 30 años, desde el inicio de las series temporales disponibles (1801) hasta el fin de 2015, vemos que, por término medio, en todos los periodos de 30 años se ha conseguido una prima de riesgo de 3,7 puntos porcentuales.
El peor periodo de 30 años fue el comprendido entre 1981 y 2011, con una prima de riesgo media de – 0,85 puntos porcentuales. El mejor periodo fue el comprendido entre 1943 y 1973, con una prima de riesgo de 11 puntos porcentuales como se observa en el siguiente gráfico.
El estudio del periodo de tiempo completo, comprendido entre 1801 y el fin de 2015, revela muy claramente cuál fue el efecto de las primas de riesgo de las acciones. Si en 1801 un inversor hubiese invertido un dólar estadounidense en bonos soberanos de ese país, llegado el fin de 2015 habría ganado algo más de 1.550 dólares, y eso tras el ajuste por poder adquisitivo.
En el mismo periodo, con una inversión en acciones habría ganado más de 1,4 millones de dólares. Por supuesto, la historia no se repite, pero podemos aprender mucho de ella. La lección es que la asunción de mayores riesgos se recompensó a ojos vistas en el caso de las acciones. Teniendo en cuenta el poder adquisitivo, la renta variable ha ofrecido más seguridad que la renta fija.