Alejarse del ruido del mercado, de los momentos de pánico y de euforia o de los productos complejos es la base del slow finance. Una filosofía de inversión que atrae a cada vez más inversores cinco años después de la publicación del libro de Gervais Williams. En esta obra, titulada precisamente así “Slow Finance”, Williams defiende, como reputado gestor de fondos, el paralelismo entre los efectos adversos de la globalización en la producción de alimentos y los del mundo de las inversiones financieras. En este sentido, aboga por dirigir nuestra inversión hacia compañías locales y con potencial de crecimiento orgánico antes de introducirnos en mercados lejanos y desconocidos. La filosofía bebe, en gran medida, de las fuentes del value investing al apostar por empresas cuyo valor de mercado esté por debajo de su valor intrínseco, con una alta rentabilidad por dividendo y concentrándose en el largo plazo.
Por otro lado, Williams recomienda a los gestores que se mantengan alejados de los productos complejos y escojan, por el contrario, productos que sean fáciles de comprender. En este sentido, la slow finance traslada a las inversiones una filosofía que vemos aplicada también a la alimentación. Al igual que los amantes de la slow food optan por comprar la comida a los agricultores o productores locales, el slow finance sostiene que entenderemos mejor las perspectivas de una compañía local que de una empresa situada en China o Indonesia.
Sin embargo, los argumentos en su contra señalan el riesgo que asume el inversor al concentrar sus ahorros en empresas locales, puesto que con gran probabilidad este inversor también trabaje en alguna de estas empresas. En este sentido, un parón económico o un desastre natural, no sólo le dejaría sin su fuente de ingresos, sino que, además, supondría un duro golpe para sus ahorros.
Esta filosofía implica, además, que un patrimonio se construye a lo largo de un largo período de tiempo y no de la noche a la mañana, lo que nos conduce a la necesidad de plantear nuestras inversiones siempre a medio o largo plazo. “Tradicionalmente uno alcanzaba un patrimonio al final de su vida, luego vino una revolución en la que veíamos gente joven y guapa que hacía dinero rápidamente y eso se contagió a la sociedad”, explica Gonzalo Nebreda, director de banca privada de Renta 4 Banco, firma que aplica el slow finance.
El slow finance intenta separar el ruido del mercado de lo que realmente es importante en un momento en el que el inversor tiene acceso a prácticamente la misma información que el gestor. En este sentido, el manifiesto slow finance de Renta 4 recomienda seleccionar tanto las fuentes de información como la cantidad de información que realmente necesita el inversor. “Los inversores muchas veces piensan que están forzados a tomar decisiones de forma constante”, comenta Antonia Conde, responsable de gestión de activos de Renta 4 Banco.
Otro aspecto clave son las emociones y cómo manejarlas para mantenerse fiel a una estrategia sin someterse a la volatilidad del mercado. Los expertos insisten en que “las inversiones muchas veces fallan, no por factores financieros sino por factores emocionales”, por eso el objetivo final del slow finance es que el cliente duerma tranquilo y su experiencia de inversión sea más satisfactoria. Al final, nos dicen, las decisiones finales son del inversor y debe sentirse cómodo con ellas.