Quien se decide por la gestión activa no solo apuesta porque los profesionales que gestionan el fondo generen una rentabilidad adicional. Además, corre menos peligro de que en su cartera permanezcan “caballos muertos”, es decir, títulos que en un momento dado fueron los favoritos de la bolsa. Y es que la gestión pasiva no hace sino representar el ayer.
Si observamos el siguiente gráfico, en el que se muestra la importancia de los distintos sectores del mercado global de renta variable a lo largo de las décadas, nos llama la atención lo siguiente: cuando han estado de moda determinados sectores, su representación en los pertinentes índices ha aumentado, debido a la creciente capitalización bursátil de las correspondientes acciones.
Si eso se deja así, puede ocurrir que el porcentaje representado por algunos sectores en una cartera de gestión pasiva sea muy alto, justo cuando menos interesa estar invertido en ellos.
Pensemos en el fin de la burbuja de inversión en valores de los sectores de tecnologías, medios de comunicación social y telecomunicaciones (TMT), o en la crisis inmobiliaria estadounidense, que en torno a 2008 afectó con especial gravedad a los valores financieros. Es mejor tomar medidas correctoras.