Siempre existe cierta incertidumbre sobre qué ocurrirá con el valor de una inversión. Esta circustancia se denomia riesgo.
Cuando depositamos nuestro dinero en una cuenta bancaria que paga intereses, el riesgo es mínimo. Conocemos el tipo de interés que obtendremos y aunque la inflacción podría incidir en el poder adquisitivo que el dinero nos otorga, con el tiempo, el dinero no puede perderse salvo que el banco cierre, lo cual es improbable.
Sin embargo, cuando se compra una acción, no hay forma de saber con seguridad si el precio de la misma subirá o bajará. Si una empresa obtiene buenos resultados y sus beneficios aumentan, los dividiendos también deberían aumentar y es posible que más personas quieran comprar acciones de la compañia.
Esta situación puede impulsar el precio de las acciones y puede que consiga vender las suyas por más dinero del que destinó para comprarlas.
Desde Schroders, explican que los precios de las acciones de empresas prósperas de rápido crecimiento, pueden incrementarse signifcativamente con el paso del tiempo, por lo que los acionistas pueden llegar a obtener beneficios considerables.
Por otra parte, si una empresa de la que posee acciones, evoluciona de manera negativa, las perpectivas de que paguen dividendos empeorarán. Puede que se vea obligado a vender sus acciones a un precio inferior al que pagó por ellas, y en el peor de los supuestos, la quiebra. Podría incluso encontrarse con acciones que no valgan nada y perder todo el dinero que destinó a adquirirlas.
Antes de comprometer su dinero, debe valorar con detenimiento los posibles riesgos y la recompensa que cualquier inversión puede llegar a obtener. Las acciones no son una inversión adecuada si sólo está dispuesto a aceptar un nivel de riesgo bajo de pérdida de capital.