Ulises, el héroe homérico de la mitología griega, tenía la reputación de ser hombre más inteligente de su época. En la Odisea, tiene que superar una larga serie de peligros. Uno de los desafíos a los que se enfrenta es pasar junto a la isla de las Sirenas sin sufrir ningún daño.
Las sirenas son conocidas por sus bellos cantos, que tienen un único propósito: atraer a los navegantes hacia los arrecifes de la isla, para que naufraguen y mueran. Ulises quiere sobrevivir al paso de la isla, pero, al mismo tiempo, quiere escuchar el canto de las sirenas.
La solución que encuentra es tapar con cera los oídos de sus compañeros y hacerse atar al mástil de la galera. Por mucho que luche por librarse de sus ataduras, los marineros no pueden oír nada y logran que la nave supere, salva, la isla de las Sirenas.
A los inversores se les ofrecen tres formas de compromiso:
1. distribuir la inversión entre las diversas clases de activo teniendo en cuenta aspectos estratégicos a largo plazo
2. A este respecto, la regla general es no jugárselo todo a una carta; en otras palabras, diversificar
3. Invertir regularmente
La estrategia es más importante que la táctica
Para los inversores, que la estrategia es más importante que la táctica puede significar, por ejemplo, definir una asignación estratégica entre acciones y bonos según el propio perfil de riesgo y navegar con ella por las turbulentas aguas de los mercados de capitales. Una buena orientación sobre la proporción adecuada de renta variable que debe contener la cartera es la fórmula genérica “100 – x”, esto es, “100 – edad “. Así, una inversora de 50 años de edad fijaría el porcentaje de acciones en un 50%.
A partir de ahí pueden efectuarse ajustes individuales. Con los fondos mixtos (es decir, fondos que pueden invertir en renta variable y en renta fija) y las soluciones multiactivo, que pueden apostar por un abanico de inversiones todavía más amplio, aplicar la asignación estratégica es muy sencillo.
Si, además, la gestión del fondo es activa, los ajustes tácticos pueden ser realizados por los gestores, sin que el inversor tenga que ocuparse personalmente de ello. Una asignación estratégica que responda a la pregunta “¿Qué quiero conseguir con mi capital a largo plazo?” protege contra ajustes precipitados, que pueden resultar caros.
Diversificación: nunca apuestes todo a una carta
Se trata ante todo de no jugárselo todo a la misma carta. En general, no tiene mucho sentido estar siempre buscando la inversión acertada y realizar continuos cambios en la cartera. Vale la pena echar un vistazo al ranking de diez distintas clases de inversión y sus resultados de los últimos 16 años.
El panorama de rentabilidades resultante no solo es un desafío para la vista, sino que nos enseña lo siguiente: la inversión que hoy es la número uno en rentabilidad, al año siguiente puede situarse rápidamente a la cola del ranking. Por eso es mejor distribuir ampliamente el dinero, combinando renta variable con renta fija y quizás también con otros segmentos. “Multiactivo“ lo hace posible.
Invertir regularmente: ahorra al ahorrar
También es cierto en el caso de los planes de ahorro: no puede obtenerse una prima de riesgo sin asumir riesgos. Si bien no existe garantía alguna de que vaya a lograrse una determinada rentabilidad, sí se pueden combinar con acierto tres efectos:
-El efecto de la diversificación: los que realizan contribuciones periódicas a fondos de inversión pueden invertir en toda una cesta de acciones y/o bonos. Existen también numerosas soluciones multiactivo concebidas así para el ahorro.
-El efecto del coste medio: cuando se realizan periódicamente pagos del mismo importe a un plan de ahorro, las participaciones en los fondos se compran a diferentes cotizaciones, ya que estas fluctúan con el devenir de los mercados de capitales. En la práctica, eso significa que si se paga siempre el mismo importe, cuando las cotizaciones están altas se compran menos participaciones y, cuando están bajas, se compran más participaciones.
-El efecto de la capitalización de los intereses: quien ahorra durante periodos de tiempo largos puede beneficiarse del efecto de la capitalización de los intereses simplemente reinvirtiendo los beneficios distribuidos. El siguiente gráfico ilustra este efecto de forma simplificada respecto a distintas rentabilidades medias anuales hipotéticas.
Aportando 100 euros al mes, al cabo de 20 años se reúnen 24.000 euros. Con una rentabilidad del 4%, el importe asciende a cerca de 40.000 euros; si la rentabilidad es del 6%, se llega ya casi a 50.000 euros; y si es del 8%, se consigue un importe total superior a los 60.000 euros.