Invertir y aumentar el patrimonio no es un asunto trivial, sobre todo cuando los inversores se mueven entre la aversión al riesgo y la búsqueda de rentabilidades. En este contexto, hay siete buenos hábitos que, según Allianz Global Investors, pueden ayudar a acumular capital con calma y serenidad. El primero de ellos es: “Conócete a ti mismo y cuestiona tus aspiraciones”.
Los hallazgos de la Behavioral Economics nos llevan siempre a una misma conclusión: nuestro cerebro es la culminación de un proceso de desarrollo que ha durado miles de años. En consecuencia, aún hoy tendemos a mostrar patrones de conducta de la Edad de Piedra, que no siempre pueden explicarse racionalmente. Así, a menudo vemos el mundo (de las inversiones) dentro de un determinado marco, es decir, vemos lo que queremos ver y, como resultado, a veces excluimos alternativas mejores.
Tendemos a “seguir a la manada” o a actuar impulsados por estados de ánimo que son precisamente los que llevan a los inversores a ir del miedo a la avaricia, y viceversa.También es muy común la aversión a las pérdidas: sufrir una pérdida nos produce un disgusto mayor que placer nos suscita embolsarnos ese mismo importe.
Haga la prueba: si alguien le propone jugar a cara o cruz sabiendo que, si sale cruz, perderá usted 100 euros, ¿cuánto dinero querría ganar en caso de que salga cara para jugar? Más de 100 euros, ¿verdad? Eso no es ni bueno ni malo, simplemente le sirve para conocer cuáles son sus preferencias. Ahora bien, se vuelve peligroso si, movido por ese temor a las pérdidas, mantiene todo su dinero en la cuenta de ahorros y, por tanto, deja escapar la ocasión de percibir rendimientos que necesitaría con urgencia. O si se resiste a realizar pérdidas y empezar de nuevo. Pensar “Se trata solo de pérdidas contables. Esperaré a que las cotizaciones vuelvan al nivel en que se encontraban cuando invertí y, entonces, venderé” es ilusorio.
Aprender de los indios dakotas
En la mayoría de los casos es mejor seguir la sabiduría de los indios dakotas, a los que se les atribuye esta máxima: “Si el caballo está muerto, desmonta”. Todavía hoy me encuentro con inversores que compraron una determinada acción a principios de la década de 2000 por 60 u 80 euros y están esperando a que su cotización vuelva a esos niveles. Si hubiesen vendido y cambiado a una cesta amplia de renta variable alemana y europea, ya se habrían recuperado con creces de aquellas caídas de cotización.
La consecuencia es que llevan más de una década dejando escapar revalorizaciones. Por eso: “Conócete a ti mismo y cuestiona tu forma de actuar”.