El principal instrumento que tienen los bancos centrales para influir sobre el crecimiento económico de un país es el tipo de interés. Por regla general, proceden a subir los tipos oficiales cuando creen que el gasto realizado por familias, empresas y administraciones públicas es excesivo y a disminuirlos cuando estiman que es escaso.
En el caso de que el banco central detecte que el gasto es insuficiente y la tasa de inflación más baja de lo deseable, generalmente procede a bajar el tipo de interés de referencia con el objetivo de hacer más atractivo el crédito para familias y empresas. De esta forma, ambas aumentan la petición de préstamos y, con el dinero recibido, incrementan su gasto.
Este año el BCE ha bajado uno de sus tipos de interés, en lugar de incrementar los tres con los que actúa en el mercado monetario. El motivo radica en una escasa demanda de bienes y servicios en la zona euro, provocada en gran parte por la incertidumbre económica que se vive en la actualidad.
Dicha disminución pretende penalizar a las entidades financieras que ofrece poco crédito e incentivar a las que quieren aumentarlo. El objetivo es llevar a familias y empresas a incrementar su endeudamiento, siempre de forma responsable.
El nuevo crédito debería hacer que los hogares compren más viviendas, coches, electrodomésticos y muebles, así como permitir a algunos de sus miembros realizar cursos, postgrados y másteres con la finalidad de mejorar su formación profesional y su empleabilidad.
En el caso de las empresas, después de las que las familias hayan aumentado el gasto en sus productos, dicho crédito probablemente haría que adquirieran patentes, maquinaría y naves industriales para producir nuevos bienes y servicios y aumentar la oferta de los actuales.