Existe una brecha en el nivel de educación financiera de hombres y mujeres. Según una encuesta de eToro, el 70% de las mujeres expresa tener interés por las finanzas, pero solo el 17% admite contar con conocimientos financieros suficientes y el 65% ve esta situación como una barrera para mejorar su vida. La falta de conocimientos financieros es señalada por un 43% de las encuestadas que no han invertido como la razón principal por la que nunca han dado el paso. El 78,7% admite no tener la formación necesaria para invertir directamente en los mercados.
Además, según la Encuesta de Competencias Financieras de la CNMV, también se aprecia la existencia de una brecha de género en la educación financiera: hay una proporción superior de hombres (82% frente al 71% de mujeres) que muestra conocimientos financieros medios o superiores.
Andrea Carreras-Candi, directora de EFPA España, considera que esta brecha de educación financiera es algo histórico. “Existen dos diferencias fundamentales entre ambos géneros, y es tanto el rol social que desempeñan como el nivel educativo. Algunos estudios, entre ellos el estudio del Banco de España de 2021, consideran que el papel que le dio la sociedad tradicional a la mujer dificultó su entrada en el mundo de las finanzas, pero eso es algo que ya está cambiando desde hace tiempo y espero que siga esa tendencia”, explica.
Para encontrar la respuesta, Caterina Ruzza, presidenta del Comité Educación Financiera en AEPF, también se va a las raíces. “Hoy en día, las mujeres reciben la misma formación que los hombres, acceden a puestos de trabajo importantes y son absolutamente capaces de hacerse cargo de su propia situación económica, pero en términos de cultura y tradición sigue siendo difícil para la sociedad asociar el concepto de mujer con el del dinero”, lamenta.
“La propia palabra «patrimonio» deriva de la unión de las palabras latinas pater (padre) y munus (deber), que significa «deber del padre», explica Ruzza. «Sin duda, las cosas han cambiado, aunque los hombres siguen siendo identificados, en sentido amplio, como los responsables de los ingresos, mientras que las mujeres gestionan la casa, los hijos y en el día a día la economía del hogar, excepto en el caso de los gastos importantes y extraordinarios», explica.
“Estos estereotipos de género son difíciles de erradicar, incluso en la educación de las mujeres más jóvenes. El problema es que cuando se habla de mujeres y dinero se tiende a proteger, no a educar. Según un estudio reciente, las mujeres tienen conocimientos financieros similares a los de su pareja (o no tan lejanos como se podría pensar), pero confían menos en sus propias capacidades», explica Ruzza.
Lourdes Moreno, directora de Intermoney Patrimonios y miembro de ASEAFI, señala que, aunque exista una percepción general de que las mujeres tienen menos conocimientos financieros, quizá porque históricamente han delegado las decisiones de inversión, la realidad demuestra que son buenas administradoras y saben más de lo que creen. Además, considera que no encontrar soluciones adaptadas a su perfil ha podido ser otro impedimento en su interés por el mundo de la inversión. “Las mujeres son más propensas a realizar inversiones que tengan un impacto social y medioambiental. Hoy en día empiezan a encontrar inversiones alineadas con su esencia, algo que no ha sucedido hasta la fecha”, apunta.
Para Leyre Celdrán, Business Manager Director de AEFI, también se trata de un tema histórico. Las mujeres tuvimos una incorporación tardía a la educación y al mercado laboral. Además, siempre se ha enfocado a la mujer como responsable del cuidado de los demás. Si también pensamos en nuestra historia reciente de España, Celdrán recuerda que las mujeres no podían abrir una cuenta corriente o realizar transacciones sin la autorización del hombre más cercano. “Eso hace que aún sigamos arrastrando el déficit de educación financiera en las mujeres. Por otro lado, las mujeres seguimos siendo mucho más cautelosas a la hora de invertir y emprender, esto indica que nos “acomodamos” en situaciones que podamos controlar y que no signifiquen algún tipo de riesgo”, argumenta.
Por su parte, Ana Ros Ruiz, directora de inversiones de If Capital y miembro de ASEAFI, considera que quizás es “la relación que tenemos con el dinero como símbolo de poder lo que hace que tradicionalmente haya sido más gestionado por el hombre que por la mujer». Pero insiste en que, como en el resto de los ámbitos, eso ha cambiado ya.
La educación financiera: fuente de independencia, autogestión y libertad
La educación financiera es fundamental en la vida de todas las personas, pero teniendo en cuenta las brechas a las que aún se enfrentan las mujeres, para ellas se convierte en un factor clave para impulsar su independencia y autogestión, tal y como expresa Celdrán.
“Hoy en día, la incorporación de la mujer al mercado laboral y, por lo tanto, a la gestión patrimonial es un hecho y es absolutamente necesario que sepamos cómo gestionar nuestra economía y nuestro futuro. Es algo tan sencillo como que el 50% de la población es femenina y eso quiere decir que no podemos ignorar la gestión de ese porcentaje de la población”, insiste.
Carreras-Candi considera que la educación financiera proporciona, además, libertad individual. “En este caso, a mayor educación financiera, mayor empoderamiento de la mujer, lo que le permite tomar las riendas de su vida y también tener mejores oportunidades a nivel laboral”, apunta.
“En la actualidad, las mujeres con bajos recursos económicos y pocos estudios son uno de los grupos que tiene un menor bienestar financiero, lo que les provoca una mayor precariedad a lo largo de su vida. Esta brecha financiera es el resultado de las dificultades que ha impuesto la sociedad a las mujeres para poder acceder y controlar su propio dinero. Si se consigue que la educación financiera llegue a todos y todas por igual, este grupo social tendría más herramientas para poder ser capaces de tomar decisiones que les permitan progresar en su día a día”, expone.
Ros señala que “el impulso de la educación financiera es importante porque nos ayudaría a generar riqueza personal, local y como país. El hecho de no poner el dinero a trabajar nos hace más pobres cada día”. El déficit de educación financiera en el país lo relaciona con las características de nuestro sistema financiero. “Hemos tenido y todavía tenemos un sistema financiero muy bancarizado, donde a la red comercial bancaria nunca le interesó invertir recursos para incentivar esa cultura, a diferencia de nuestros vecinos europeos y del resto del mundo”, añade.
Para Araceli de Frutos, es importante entre las mujeres y los hombres, y rescata la frase del economista Joan Robinson: «Todos debemos saber de economía, aunque sólo sea para no ser engañados por los economistas y sobre todo por quienes no lo son».
Ruzza destaca que “las mujeres y las finanzas no son un binomio imposible” y que, de hecho, deben organizarse cuanto antes. “Las mujeres tienen una esperanza de vida mayor que los hombres y, sin embargo, ganan menos y se enfrentan a más interrupciones en su carrera laboral, debido, por ejemplo, a la maternidad o al cuidado de los hijos y otros familiares. Esta realidad las lleva a tener un nivel de ingresos en la jubilación mucho más bajo que el de los hombres, y este es uno de los motivos por los cuales deberían ocuparse de gestionar de forma diferente sus finanzas personales. Y no es el único motivo, porque hay otros como el divorcio o la pérdida del trabajo a los 50 que les afectan de igual forma que a los hombres. Con la educación financiera se pueden preparar para afrontar estos acontecimientos de forma eficiente”, señala Ruzza.
El papel de las finanzas en el impulso de la igualdad de género
La educación financiera es un factor clave para impulsar la igualdad de género, que las mujeres cuenten con los conocimientos y recursos necesarios para ser independientes es un paso muy importante que no todas han conseguido dar. Celdrán insiste en que “cuando hay igualdad de género, hay igualdad de oportunidades y retos para todos, esto implica que todos recibimos un salario por nuestro trabajo y todos aportamos a la sociedad”. La experta considera que no se puede ignorar que actualmente la economía doméstica de una familia debe ser apoyada por dos sueldos y que es necesario que ambos conozcan los productos y servicios financieros que ofrece la industria para maximizar las oportunidades de las familias.
Moreno defiende que la educación financiera es educación en independencia a la hora de tomar decisiones, y tener la capacidad de planificar el futuro siendo consciente de las consecuencias del ahorro y la inversión. “Si queremos llevar las riendas de nuestras vidas, tenemos que ser capaces de llevar nuestras finanzas”.
“La educación financiera es un potente medio de empoderamiento. Es necesario actuar para ayudar a las mujeres a ganar terreno en las cuestiones económicas y financieras, lo cual es un requisito previo para la calidad de vida y el bienestar individual y familiar”, apunta Ruzza.
¿Por qué las mujeres invierten menos que los hombres?
Las razones que encuentra Carreas-Candi tienen que ver con el nivel de educación financiera y en los roles adquiridos por cada uno dentro de la familia. Sin embargo, señala que en las consultas que realizan detectan que cada vez es mayor el porcentaje de mujeres que solicitan asesoramiento financiero, es un gap que poco a poco se va acortando.
En todo caso, no olvida que sigue habiendo mucho camino por recorrer. “Según un estudio del Banco de España, a estos factores se suman otros como el interés en las finanzas y el rol asignado dentro del entorno familiar. La desigualdad salarial y las pocas medidas que fomentan la conciliación laboral también acaban minando la confianza de las mujeres en su habilidad para invertir”, apunta.
Ros encuentra el porqué en nuestra herencia genética. “Las mujeres somos menos arriesgadas. Antropológicamente el hombre salía a cazar y la mujer se quedaba en la cueva cuidando de sus descendientes. El cerebro del inversor (como cualquier cerebro humano) está formado, en parte, por el cerebro reptiliano, que satisface las necesidades más básicas y primitivas. De ahí que la mujer suela tender siempre a mantener o conservar antes que a arriesgar”, analiza.
Moreno cree que el acceso de las mujeres a la inversión se ha visto obstaculizado a menudo por el hecho de que el sector se ha centrado en un público masculino. “Un enfoque obsoleto en el cual empezamos por fin a ver cambios. Las inversoras potenciales no se han sentido identificadas con los mensajes transmitidos por el sector financiero y no ha despertado su interés, de hecho, las mujeres tienden a sentirse menos seguras a la hora de invertir que en el ahorro, la propiedad o las pensiones”, añade.
Para Ruzza, el principal problema es que las mujeres no confían en ellas sobre temas de finanzas. Pero anima señalando que tienen mucho potencial. “Las mujeres somos mejores para controlar el riesgo por dos razones neurológicas: somos expertas en evitar las trampas mentales y aprendemos socialmente de las emociones. Estas dos habilidades son especialmente valiosas en cuestiones financieras (sobre todo en estos tiempos turbulentos), ya que nos permiten tomar mejores decisiones en lo que respecta al dinero”, explica.
Otro de los obstáculos es la idea equivocada que se tiene sobre la educación financiera, que se trata más que de hábitos y actitudes que de conocimiento profundos sobre finanzas. “La educación financiera no es hacer un master, un curso de gestión del patrimonio, tampoco un seminario o taller sobre bolsa o criptomonedas, y menos comprarnos un libro sobre cómo hacernos ricos, es otra cosa, y esto es importante que se trasmita a la ciudadanía en general y a las mujeres en particular”, añade.
¿Cómo se podría impulsar su participación? Celdrán considera que fomentar la inversión tendría que venir de una robusta educación financiera y la concienciación de que es necesario mover y gestionar el ahorro para obtener rentabilidad y riqueza. Concretamente, desde EAFI han desarrollado la iniciativa FinTech Women Network, un evento anual en el que presentan un estudio sobre el talento en su ecosistema, y también un programa de mentoría, FinTech Women Mentoring, en el que se guía a emprendedoras en el ecosistema de la mano de profesionales.
Según explica Ruzza, desde la asociación han comprobado en 5 años de existencia que la educación financiera está reduciendo la brecha entre hombres y mujeres, consiguiendo que las mujeres que realizan el programa de educación financiera YoWelfare se empoderan poniéndose al mismo nivel que los hombres en la toma de decisiones sobre la gestión del patrimonio familiar, y las mujeres solteras adquieren más seguridad y estabilidad, sobre todo cuando inician un nuevo proyecto personal causado por un divorcio.