Entender qué es la inflación es crucial, ya que puede reducir el valor de la rentabilidad de una inversión. De hecho, afecta a todos los aspectos de la economía, desde el consumo a la inversión empresarial, desde la tasa de empleo a programas del gobierno, políticas fiscales y tipos de interés. Se entiende por inflación el aumento sostenido del nivel de precios de los bienes y servicios de un país o región, medido en porcentaje. En etapas de inflación, los precios suben, depreciando el valor del dinero del que dispone cada individuo. Dicho de otro modo, cuando los precios suben y el valor del dinero cae, tenemos inflación.
La inflación moderada se asocia con etapas de crecimiento económico, como la actual, mientras que una inflación muy elevada puede indicar un sobrecalentamiento de la economía. A medida que la economía crece, negocios y consumidores gastan más en bienes y servicios. Durante una etapa expansiva del ciclo económico, la demanda típicamente reduce las existencias de bienes y los productores pueden aumentar los precios. Como resultado, la inflación aumenta. Si el crecimiento económico se acelera muy rápidamente, la demanda crece incluso con mayor rapidez y los productores suben precios de forma continuada, pudiendo resultar en lo que se ha llamado espiral inflacionista o hiperinflación.
Por el contrario, cuando el crecimiento económico se ralentiza, la demanda se debilita y las existencias de bienes aumentan con respecto a la demanda. En este punto del ciclo, normalmente la tasa de inflación desciende. El periodo en que la inflación desciende, como pasó durante los peores años de la pasada crisis, se conocen como desinflacionario.
Los economistas diferencian entre inflación e inflación subyacente. La principal diferencia entre ambas es que la inflación subyacente excluye en su medida los precios de energía y alimentos, que suelen sufrir variaciones de precios mayores a corto plazo
¿Qué es lo que causa la inflación?
Aunque es difícil encontrar una opinión unánime sobre sus causas, hay ciertas fuerzas que contribuyen a la inflación. La más visible sea posiblemente el aumento del precio de las materias primas, que empuja al alza los precios de bienes y servicios básicos. El aumento del precio del petróleo afecta de forma especial a todas las actividades económicas, puesto que un aumento del precio de la gasolina incrementará el coste de transporte de bienes y servicios que aumentarán a su vez su precio.
El alza en el precio del combustible influirá también en el coste de billetes de líneas aéreas y transporte aéreo en general, así como del fuel utilizado para las calefacciones, perjudicando tanto a las empresas como a los particulares. También las variaciones en los tipos de cambio afectan a la inflación. Si una divisa, como el euro, se devalúa, la compra de bienes importados se encarece, presionando a los precios en general al alza. Así, las divisas de países con elevada inflación tienden a depreciarse respecto a las divisas de países con baja inflación.
La inflación es por tanto un factor importante a tener en cuenta para un inversor, ya que erosiona tanto sus ahorros como el retorno potencial de su inversión. Puesto que la mayoría de los inversores tienen como objetivo aumentar su nivel de capacidad adquisitiva a largo plazo, la inflación puede poner en riesgo este objetivo, ya que los retornos obtenidos deben actualizarse con la inflación para incrementar la capacidad adquisitiva real del inversor. Por ejemplo, una inversión que ofrece un retorno del 1% (sin considerar la inflación) en un entorno económico en que la inflación es de 2%, está realmente produciendo un retorno negativo de -1% cuando se ajusta por inflación.
Si un inversor no protege su cartera, la inflación puede dañar su rentabilidad real, especialmente en el caso de la renta fija, en que se reciben pagos periódicos en forma de cupones fijos. Cupones que pueden ir perdiendo valor a lo largo de la vida del bono, si la inflación está en ascenso. Por esta razón se diferencia el interés nominal (cupón ofrecido por el bono) del interés real, que correspondería al interés nominal menos la tasa de inflación.
Por ejemplo, a un interés nominal (cupón) del 5%, correspondería un interés real del 3%, si la inflación es del 2%. Pero también puede afectar la inflación de otra forma a la inversión en renta fija. Si la inflación aumenta, los tipos de interés suelen también subir. Y, como ya sabemos, puesto que tipos de interés y precios de los bonos se mueven en direcciones opuestas, un alza en los tipos de interés puede tener como consecuencia una caída en los precios de los bonos, reduciendo el retorno potencial de los bonos.
¿Cómo proteger entonces una cartera de renta fija frente a subidas de la inflación?
Hay títulos de renta fija referenciados a la inflación: los FRNs o Bonos de Cupón Variable y los Bonos Indexados a la Inflación. Los FRN ofrecen cupones que varían con los tipos de interés clave, redefiniendose periódicamente para reflejar los cambios de un índice base, como puede ser el de Letras del Tesoro o el Euribor. Por otra parte, los Bonos Indexados a la Inflación, emitidos por diversos gobiernos, están explícitamente vinculados a la inflación, ajustando tanto su principal como sus cupones a cambios en la inflación.
Ciertos activos basados en materias primas, como los índices de materias primas, pueden ayudar a amortiguar el efecto de la inflación en una cartera, ya que su rentabilidad total habitualmente aumenta en un entorno inflacionario. Sin embargo, algunos de estos activos pueden variar por otros factores que no sean los precios de las materias primas, tal como sucede con el petróleo; el precio de una acción de una empresa de este sector puede variar por temas específicamente corporativos, no sólo en base a los precios del petróleo. Los futuros sobre materias primas, que reflejan los precios futuros esperados, podrían reaccionar positivamente ante un aumento esperado de inflación.
Las acciones también pueden ser una opción de inversión a largo plazo respecto a la inflación, ya que las compañías pueden subir los precios de sus productos en un entorno inflacionario, cuando los costes se incrementan. Una subida de precios puede trasladarse a un aumento de beneficios. Sin embargo, a corto plazo, las acciones pueden tener una correlación negativa (sus precios se mueven en dirección opuesta) respecto a la inflación y pueden resentirse por un aumento brusco de inflación. En este caso, una mayor inflación puede tener como consecuencia un descenso en las estimaciones de beneficios de las compañías y, por tanto, una bajada en su cotización.
Paula Mercado, directora de análisis de VDOS