El mayor bloque de economías de mercado emergentes a nivel mundial no cesa su crecimiento y lo hace de seis en seis, con la ampliación del número de miembros de los BRICS, insinuando aspiraciones de un nuevo orden mundial, plantea Paul Greer, gestor de carteras, deuda y divisas de Mercados Emergentes en Fidelity International.
Sin embargo, el peso económico inclina el peso de la balanza en China, que continúa teniendo mayor volumen económico con respecto a los demás. Por lo tanto, desde Fidelity International se cree que la importancia de la próxima ampliación de los BRICS será más diplomática que económica.
El nuevo bloque
El anuncio de la ampliación del club de BRICS (Brasil, Rusia, China y Sudáfrica), provocará que el acrónimo pase a concepto, con la incorporación a sus filas a Argentina, Egipto, Etiopía, Irán, Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos.
La noticia deja entrever las aspiraciones de un nuevo orden económico, ya que la cuota combinada del bloque ampliado en el PIB mundial actual, en torno al 30%, se está acercando a la, cada vez menor, porción del pastel del G7 (43%). Y es aproximadamente el triple de lo que era en 2001, cuando el entonces economista de Goldman Sachs, Jim O’Neill, acuñó por primera vez el término BRICS.
Fuente: LSEG Datastream, Fidelity International, septiembre 2023
Igual que el antiguo bloque
Pero si se mira más de cerca, el nuevo BRICS se parece mucho al antiguo. El 18% de China en el PIB mundial, frente al 3,9% de 2001, empequeñece a todos los demás. No hay diferencias significativas en la cuota del PIB mundial.
El gráfico muestra cómo India (ahora con el 3,3%), Brasil (1,9%) y Rusia (2,2%) sólo han logrado avances muy modestos en las dos últimas décadas, mientras que Sudáfrica, que se incorporó al grupo más tarde, ha mantenido su cuota de producción mundial (0,4%). Suponiendo que los seis nuevos miembros se unan, aportarán en conjunto el 4% del PIB mundial (la adhesión de Argentina es incierta, ya que los dos principales candidatos a las elecciones presidenciales de octubre se oponen).
Los BRICS también quieren “desdolarizarse”, tanto entre ellos como con sus socios comerciales, al tiempo que exploran nuevas opciones intra-BRICS para los sistemas de pago transfronterizos o las relaciones de corresponsalía bancaria, según la declaración conjunta de su cumbre de agosto. Pero estas cosas son más difíciles de hacer que de decir mientras el dólar estadounidense represente el 59% de las reservas mundiales y la mitad del comercio mundial, según datos del Banco de Pagos Internacionales. El renminbi chino es la única divisa de los BRICS con una cuota lo suficientemente grande de las reservas mundiales asignadas (2,6%) como para que el Fondo Monetario Internacional lo contabilice de forma independiente fuera de «otras divisas»; el resto son divisas del G7. No es probable que ninguna amenace el dominio del dólar durante al menos una generación. Por no mencionar que la cuota de los BRICS en el comercio mundial, del 16%, es menos de la mitad que la del G7 (33%).
Divergencias en prioridades económicas y políticas
Donde los nuevos BRICS pueden mover la aguja es en proporcionar una mayor voz al «Sur Global» cuando se trata de cuestiones de diplomacia multilateral. Con la excepción de Emiratos Árabes Unidos, la nación más pobre del G7 (Japón) está mejor situada que todos los miembros del BRICS ampliado, en términos de PIB per cápita, según datos del Banco Mundial. Puede parecer una obviedad, pero las prioridades económicas y políticas de los países en desarrollo (como los BRICS) y los países más ricos (como el G7) no siempre coinciden. Por ejemplo, recientemente han surgido grandes diferencias en torno a todo tipo de cuestiones, desde la guerra de Ucrania hasta los objetivos mundiales de descarbonización, pasando por la representación en el Consejo de Seguridad de la ONU. Aunque en un principio O’Neill consideraba que los BRICS eran un fenómeno económico, hoy parece cada vez más que el peso del bloque se está desplazando hacia el ámbito diplomático.