El mundo ha perdido casi el 70% de su población silvestre desde 1970. Cuánto podamos preservar del resto depende de la cumbre COP15, que comenzó la semana pasada y acaba el próximo 19 de diciembre.
Según explican desde Fidelity International, la Conferencia de la ONU sobre Biodiversidad de Montreal, también conocida como COP15, podría hacer por la biodiversidad y el mundo natural lo que el Acuerdo de París hizo por el clima en 2015, situándola firmemente en la agenda de empresas, responsables políticos e inversores. «La frase en boca de todos es «naturaleza positiva», la idea de que el verdadero valor económico de la naturaleza debe tenerse en cuenta y que el mundo debe ir más allá de la mera limitación de daños», explican los expertos. Uno de los objetivos de Montreal es acordar una serie de reglas y normas que fomenten una asignación de capital positiva para la naturaleza, con el ambicioso objetivo de invertir la pérdida de biodiversidad para 2030 y restaurar los ecosistemas naturales para 2050.
«Es más fácil decirlo que hacerlo. La biodiversidad, que se refiere a la variedad y abundancia de la vida en la Tierra, es un hueso aún más duro de roer que el cambio climático. Las herramientas de evaluación disponibles también están menos desarrolladas que en otros ámbitos de la sostenibilidad. Por ejemplo, los inversores que desean comparar el impacto climático de distintos proyectos o carteras pueden utilizar una métrica ampliamente adoptada, denominada CO2-equivalente, para evaluar las emisiones de distintos gases de efecto invernadero utilizando la misma escala», explican desde Fidelity.
El problema es que no existe una métrica de referencia similar para la biodiversidad. Aunque las emisiones a la atmósfera contribuyen al cambio climático independientemente de dónde se produzcan, los efectos de las interacciones humanas con la naturaleza difieren mucho de un lugar a otro. Lo que es devastador en un lugar puede tener un impacto mínimo en otro. Cada ecosistema tiene su propia combinación de suelos, minerales, agua, condiciones climáticas y otros factores que dificultan la elaboración de parámetros que puedan aplicarse ampliamente.
No obstante, los expertos señalan que es posible establecer una norma mundial de divulgación basada en varios parámetros complementarios, lo que supondría una gran mejora de las prácticas actuales. En la actualidad, una empresa puede declarar el número de hectáreas de tierra que protege, mientras que otra del mismo sector declara cuántas especies de árboles planta. «Determinar cuál de las dos está haciendo más bien a la naturaleza es una tarea difícil», reflexionan desde la entidad.
«Exigir a empresas similares que compartan la misma información, de modo que los impactos y dependencias de una inversión sobre la naturaleza puedan compararse directamente con los de otra, sería un paso importante para desbloquear la financiación necesaria para hacer frente a la amenaza de la biodiversidad. También lo sería alinear las normas a escala internacional y, en la medida de lo posible, integrar las nuevas normas con las ya existentes sobre el clima para reducir costes y fricciones. Al fin y al cabo, se trata del mismo planeta», apuntan los expertos de la gestora.
Sin embargo, ignorar el problema porque es complejo tampoco es una opción. «La inacción conlleva enormes riesgos, sobre todo para la propia naturaleza, pero también para las empresas y las carteras de inversión. Hay riesgos físicos: muchas empresas dependen de procesos naturales, como la polinización de los cultivos agrícolas. Hay riesgos de transición: las empresas que no se preparen podrían encontrarse en el lado equivocado de la nueva normativa destinada a acabar con la deforestación o proteger la naturaleza. Y existen riesgos de reputación y litigios para las empresas que causen daños», explican.
De acuerdo con la legislación francesa, las instituciones financieras deben divulgar sus riesgos e impactos relacionados con la biodiversidad junto con divulgaciones similares sobre el clima. En el ámbito internacional, el Grupo de Trabajo para la Divulgación de Información Financiera Relacionada con la Naturaleza (TNFD, por sus siglas en inglés), basado en el anterior Grupo de Trabajo para la Divulgación de Información Financiera Relacionada con el Clima (TCFD, por sus siglas en inglés), está previsto que finalice en 2023. Los informes de la TCFD ya son obligatorios para algunas actividades en el Reino Unido y Suiza y está previsto que se extiendan a jurisdicciones de todo el mundo. Lo mismo debería ocurrir con la TNFD a su debido tiempo.
Alrededor de la mitad del PIB mundial depende moderada o altamente de la naturaleza, según el Foro Económico Mundial. «O cambiamos nuestro modo de vida para preservar el capital natural, o lo agotaremos y tendremos que cambiar de todos modos nuestra forma de vivir. Dar a los inversores herramientas como los datos correctos que necesitan para actuar sobre la biodiversidad es un paso importante. Esa labor comienza ahora en Montreal», concluyen desde Fidelity.