Este año, el Día de la Educación Financiera gira en torno a las finanzas sostenibles. Con el objetivo de formar al pequeño inversor sobre este tipo de inversión, BME ha organizado un encuentro en el que diversos expertos han acercado los conceptos y estrategias que rodean a la inversión sostenible al pequeño inversor.
¿En qué consiste la inversión sostenible? “La inversión sostenible canaliza el dinero mediante determinados productos financieros hacia proyectos orientados a cumplir uno o varios de los criterios ASG (ambientales, sociales o de gobierno corporativo)”, tal y como ha definido Inés Pérez Soba, profesora de la Universidad Complutense.
La “A” corresponde a criterios medioambientales. Engloba la inversión, por ejemplo, en energías renovables, la eficiencia energética o el reciclado. La “S” hace referencia a cuestiones sociales como la financiación de una infraestructura que facilite el acceso al agua, viviendas asequibles, etc. La “G” (gobierno corporativo) engloba cuestiones relacionadas con la calidad de la gestión y administración como, por ejemplo, proyectos que mejoren la transparencia o evitar que haya discriminación en el acceso a puestos de dirección.
Lo cierto es que la inversión sostenible lleva gestándose mucho tiempo, pero no fue hasta 2015 cuando se establecieron objetivos concretos. Según explica Pérez, ese año se cumplieron dos grandes hitos: la ONU aprobó la Agenda 2030 con 17 ODS, concretados en 169 metas que abarcan las dimensiones ESG, y el Acuerdo de París para combatir el cambio climático. “Vemos que hemos pasado de tener un simple interés a fijar objetivos concretos. Por ejemplo, la UE quiere reducir en un 50% las emisiones de CO2 por lo que aquellos sectores que emiten más van a necesitar más financiación para adaptarse”, explica.
Estrategias de inversión sostenible: exclusión, best in class, integración e impacto
Para invertir de manera sostenible podemos escoger entre diferentes estrategias que abordan los crtiterios ESG desde distintas perspectivas. La más simple y antigua, según explica Carmen López, Index Manager en BME, es la exclusión. A través de esta estrategia se excluyen de la cartera determinadas compañías como, por ejemplo, tabacaleras, empresas que hacen pruebas con animales, que no cumplen con los Derechos Humanos, etc. “Pero las exclusiones tienen un fator que juega en su contra y es la falta de diversificación”, advierte.
Otra de las estrategias es la llamada “best in class” (el mejor de su clase, en español). “Es un poco más sofisticado y elegimos solo a las empresas que tengan mejores prácticas ESG dentro de un sector o grupo”, explica.
La siguiente estrategia es la temática sostenible, donde elegimos a compañías que directamente tienen un compromiso con algún factor. Por ejemplo, compañías que se dedican a energías renovables o gestionan la eficiencia energética en la movilidad.
Por otro lado, encontramos la integración ESG, el método más complejo, pero también más completo. “Incluimos esos factores en la selección de las carteras, junto con el proceso de selección tradicional que contempla aspectos financieros. Este proceso se produce a la vez que el de inversión a diferencia de los anteriores que se aplica antes”, detalla la experta de BME.
En estos procesos, López recuerda la importancia del “engagement”, que es la conexión, el diálogo y el compromiso que se adquiere con la compañía para influir y participar activamente en la definición de su estrategia sostenible. Por último, está la inversión de impacto, mucho más directa y minoritaria.
Antes de decantarnos por una estrategia u otra, Pérez insiste en que “lo más importante es que como inversores tengamos claro qué objetivo y estrategia y qué factores son más importantes desde nuestro punto de vista”.
La inversión de impacto: un camino en medio de la inversión tradicional y la filantropía
Antes de hablar de inversión de impacto, Agustín Vitórica, Co-CEO en GAWA Capital, señala que es importante saber qué hace falta. “Hay 3.000 millones de personas que no tienen acceso a servicios básicos en el mundo. Para hacer esto hay dos soluciones: la tradicional que es la filantropía, pero el problema es que no es suficiente, los ingresos no llegan a un tercio de los que realmente hacen falta, y la inversión de impacto, que la complementa”, explica.
Como ejemplo, Vitórica ha relatado la historia de Muhammad Yunus, Premio Nobel de la Paz, que creó el concepto de microcréditos. Con ello, Yunus facilitó el acceso a la financiación a las personas con bajos ingresos, con el objetivo de que usasen los microcréditos para comenzar una actividad productiva.
Concretamente, la inversión de impacto invierte en empresas sociales como la que creó Yunus y les ayuda a transformar su modelo de negocio para cumplir mejor con esa misión social. Como son empresas, generan beneficios y esos beneficios los reinvierten para seguir llegando a más gente. “Es una solución muy buena para complementar la filantropía. La filantropía es dependiente, estas empresas no”, matiza Vitórica.
“Para los inversores de impacto estas empresas generan un retorno financiero y medimos el impacto generado, es decir el efecto directo en los ingresos de los hogares de estas personas de bajos ingresos. Esto que está a medio camino entre la filantropía y la inversión tradicional sí genera retorno positivos. Además, hemos transformado la vida de más de 350.000 personas. Es esencial que las personas conozcan que con sus inversiones pueden trasformar el mundo además de obtener retornos financieros”, añade.
Opciones para invertir de manera sostenible
“Cuanto más avancemos en la formación, más libre seremos para elegir”, ha señalado Carlos Moreno, director de ventas para Iberia en Columbia Threadneedle. A pesar de que se ha hablado durante muchos años de la inversión sostenible, no había habido una demanda real, y ha sido ligeramente impulsada por la pandemia que ha puesto de manifiesto que somos una sociedad muy débil. “Tenemos que intentar contribuir todos para poder seguir”, añade.
Además, Moreno ha señalado que también se trata de un tema de riesgos. Por ejemplo, si inviertes en una petrolera te expones a riesgos no financieros como que tenga una fuga en el mar. “Con la integración ESG puedes mitigar mucho esos riesgos que no son financieros y no son tan controlables”, explica. “Todos los gestores nos movemos en la integración para repeler esos riesgos o contribuir a mejorar”, añade.
Si tenemos un perfil más conservador, en la renta fija se encuentran multitud de opciones, entre las que destacan el desarrollo de los bonos verdes, azules, sociales e incluso bonos de pandemia. “Lo bueno que tiene la renta fija es que sé exactamente a dónde va el dinero, y podré pedir explicaciones”, señala. Por otro lado, en la renta variable destaca que la exclusión llevaba muchos años presente, pero que ya se adoptan estrategias mucho más sofisticadas.