Una vez tomada la decisión de invertir en un fondo de inversión, en base al objetivo de inversión definido, al horizonte de inversión y al nivel de riesgo que estamos dispuestos a asumir, es necesario pasar a la etapa de selección del fondo o fondos en que queremos invertir. Puesto que estimar la futura evolución del fondo resulta tarea muy difícil, disponemos únicamente de su comportamiento pasado para poder identificar el que obtuvo un mayor éxito. Y la medida que nos indica el éxito obtenido es la rentabilidad.
Se habla con mucha frecuencia de la rentabilidad obtenida por los fondos a un año, especialmente cuando ésta ha sido buena. Pero ésta no es toda la historia del fondo. El mercado puede haber sido favorable para el tipo de activo y la filosofía de inversión del fondo en ese periodo, pero ¿qué ha sucedido los años anteriores?
Veamos un ejemplo de un fondo que ha obtenido una rentabilidad de 53% en el último año. Nos daría la impresión de que el fondo es excelente. Pero sus rentabilidades a 3 años (20%) y 5 años (11%) no han sido tan buenas, lo que nos indica que en los años 1 y 2 sucedió algo que ha hecho que la rentabilidad media acumulada en el periodo de tres años sea de 20%. Un cálculo simple nos daría un retorno medio de 3,5% en los dos primeros años: 20% = (53% + 3.5% + 3.5%)/3. Esto es sólo una media, por lo que el fondo podría haber pasado a terreno negativo en uno de los dos periodos.
A cinco años, resultaría aún más decepcionante. Si en los años 1 y 2 sabemos que obtuvo una rentabilidad media de 3,5 por ciento, ¿cuál habrá sido su rentabilidad en los años 4 y 5 para que su rentabilidad en el periodo de cinco años sea de tan sólo 11%?. Un cálculo simple de rentabilidades medias para cada uno de los años nos da un retroceso medio de -2,5 por ciento: 11% = (53% + 3.5% + 3.5% – 2.5% – 2.5%)/5. Con estos datos ya no nos parece que la evolución de este fondo sea tan impresionante.
El cálculo ha sido muy simple, sin tener en cuenta como habrá afectado a la rentabilidad el interés compuesto a lo largo del tiempo. Se pretende únicamente mostrar la importancia de considerar la evolución a lo largo de varios años y tener una idea de las posibles pérdidas en que haya podido incurrir.
Un fondo que obtiene rentabilidades negativas en algún periodo puede compensar la rentabilidad media a largo plazo de manera significativa si se comporta con fortaleza en uno o dos periodos
Pero el comportamiento del fondo aisladamente no nos dice mucho de la calidad de la gestión de ese fondo. De hecho, la rentabilidad debería evaluarse respecto a la de un índice de referencia. Por ejemplo, para evaluar un fondo de renta variable que invierte en empresas de gran capitalización, podría tomarse como referencia el índice S&P 500, si se trata de empresas estadounidenses, o del Eurostoxx 50 si se trata de compañías europeas, o del IBEX, si la inversión del fondo se circunscribe a acciones de grandes compañías españolas. Si se trata de empresas de pequeña capitalización, los índices correspondientes serían el estadounidense Russell 2000, el europeo Eurostoxx Small y el español IBEX Small Cap.
Así, al comparar el fondo del ejemplo con su índice correspondiente, aflora nueva información a la valoración. Si el índice obtuvo en el último año una rentabilidad de 75%, el 53% obtenido por el fondo pierde inmediatamente valor. Si, por el contrario, el índice obtuvo rentabilidades de 25%, 5% y -5% durante los años uno, tres y cinco, entonces la evolución del fondo puede decirse que ha sido bastante buena.
Para añadir un nuevo elemento de información a la evaluación del fondo, se puede considerar el grupo o categoría en el que se encuadra y compararlo con la evolución del índice de su categoría. Si otros fondos con una política de inversión similar presentan una evolución similar, sabremos que el fondo ha tenido un comportamiento mediocre. Pero si ha superado a su índice de referencia y también a los demás fondos de su categoría, su evolución puede considerarse excelente.
Lo que nos indica este proceso de valoración es que un dato aislado nos cuenta sólo parte de la historia. Vemos cómo, al comparar un fondo con respecto al resto de fondos de su categoría, si el fondo se posiciona en el primer quintil en cada periodo, es muy probable que tenga un comportamiento sólido y sostenido.
Por el contrario, si se sitúa en los quintiles 5 ó 4, por rentabilidad, su evolución puede ser aún peor de lo que parece, ya que las comparaciones con el resto de fondos de su categoría sólo contabilizan los resultados por rentabilidad de los fondos existentes, pero no los que se han quedado por el camino. Es lo que se denomina el sesgo del superviviente. Muchas gestoras cierran los fondos con peor comportamiento, eliminándolos de su oferta y del cálculo de evolución de la categoría en que estaban encuadrados. Como consecuencia, la media de la categoría es más alta de lo que habría sido si estos «perdedores» aún estuvieran incluidos en el cálculo.
Podemos concluir que, como sucede con los píxel de una imagen, cuantos más datos se dispongan para evaluar un fondo, se obtendrá una imagen más precisa de sus resultados. Los inversores con horizonte de inversión a largo plazo deberían focalizarse en los resultados del fondo a largo plazo, sin olvidar que, incluso los fondos con mejor comportamiento pasan por años malos en algún momento.