Hace tiempo que la batalla entre la gestión activa y la gestión pasiva se trasladó de la renta variable a la renta fija. Desde Fidelity señalan que el mercado de bonos posee unos rasgos específicos que hacen que la inversión indexada sea totalmente diferente que en el caso de la renta variable. Son estos:
1. El número de bonos emitidos es mucho mayor que el de acciones. En el índice bursátil All Countries World puede haber en torno a 15.000 valores, mientras que en todo el mundo existen más de 300.000 títulos de renta fija. Un índice bursátil típico puede albergar entre 100 y 500 valores, mientras que los índices generales de bonos que se usan habitualmente tienen varias veces esa cantidad. En parte, esto se debe a que un único emisor suele tener en circulación varios bonos con diferencias sutiles entre ellos en lo que respecta a las fechas de vencimiento, las fechas de emisión, los cupones, los volúmenes de emisión y características como las opciones que incorporan. Lo cual significa que:
‒ replicar completamente un índice de bonos es más difícil y menos frecuente en la práctica, por lo que incluso un fondo índice tendrá que efectuar una selección de bonos
‒ operar con bonos requiere una cantidad adicional de análisis y negociación
‒ sustituir un bono por un título similar puede aportar ventajas, pero requiere un análisis cuidadoso que no se puede reducir a un conjunto de reglas sencillas
2. Un elevado porcentaje de los actores del mercado de bonos son aseguradoras o bancos que están limitados en sus inversiones en renta fija por imposiciones de tipo normativo o contable. Los bancos centrales también son grandes protagonistas de los mercados de bonos y tienen objetivos diversos (como gestionar los tipos de cambio y la oferta monetaria), en lugar de tratar simplemente de obtener la máxima rentabilidad. Eso crea ineficiencias en las cotizaciones del mercado que generan oportunidades que un inversor con menos condicionantes puede aprovechar.
3. Las distribuciones de las rentabilidades de los bonos individuales son más asimétricas (asimetría negativa) que las de las acciones individuales debido al riesgo de impago. Aunque la renta variable también conlleva riesgo de impago, este se compensa con la posibilidad de obtener rentabilidades superiores gracias a la revalorización de los precios y los dividendos. Esto conlleva que:
‒ se puede aportar valor de forma efectiva en los mercados de renta fija evitando únicamente un pequeño grupo de los peores títulos, en lugar de tener que predecir cuáles serán las mejores acciones
‒ una cartera que replica parcialmente un índice estará más expuesta al riesgo bajista que el índice subyacente.
Una cuestión de objetivos
Desde Fidelity apunta que, de un modo genérico, la inversión pasiva siempre irá por detrás de los índices, mientras que la gestión activa trata de igualarlos o superarlos. El gran objetivo de la gestión activa es identificar las ineficiencias de los mercados financieros para actuar sobre ellas y aportar valor. En conclusión, la firma señala que:
-Las bolsas y los mercados de bonos presentan diferencias estructurales que dificultan la inversión pasiva en renta fija.
-Una cartera activa siempre permite a los inversores tomar decisiones de asignación de activos bien fundamentadas que están en consonancia con sus objetivos de inversión.
-Los filtros crediticios y la selección de bonos individuales son factores importantes para reducir las pérdidas de oportunidades.