La justificación por el esfuerzo describe nuestra tendencia a atribuir más valor a un resultado que requirió de nuestro esfuerzo personal para conseguirlo. Imagine que tiene dos escritorios relativamente similares, pero sólo tiene sitio para uno de ellos. Un escritorio lo compró ya montado y el otro lo montó usted mismo. ¿Con cuál se quedaría?
Los experimentos revelan que probablemente usted sería reacio a deshacerse del escritorio que montó con sus propias manos. A ese escritorio usted le dedicó tiempo y esfuerzo y, en consecuencia, le concede un mayor valor.
Este vínculo emocional puede influir inconscientemente a la hora de decidir objetivamente qué escritorio quedarse atendiendo a criterios racionales como las dimensiones, la función y el estado.
Todos los que alguna vez se las han visto con los muebles que hay que montar en casa se pueden identificar con este sentimiento, de ahí que el sesgo de justificación por el esfuerzo también reciba el nombre de «efecto Ikea».
Es un sesgo fundamental que afecta a muchos aspectos del comportamiento humano y está íntimamente ligado al sesgo general de la disonancia cognitiva: la tensión que sentimos cuando tenemos que lidiar con dos o más creencias, ideas, elecciones o valores al mismo tiempo. Dicho de forma simple, si elegir entre los dos escritorios es una decisión difícil, podemos ser proclives a tomar una decisión emocional instintiva en lugar de una racional. Al final, nos quedamos con el escritorio que necesitó un esfuerzo personal, a pesar de que el otro pueda estar en mejor estado, dado que le damos más valor del que tiene realmente.
La justificación por el esfuerzo puede hacer que nos gusten cosas a las que de otro modo no habríamos prestado atención. Los líderes de pandillas y los fundadores de sociedades secretas lo saben desde siempre. Imagínese una sociedad secreta con un rito iniciático especialmente complejo que restringe la entrada de nuevos miembros.
Los experimentos psicológicos han demostrado que cuanto más difícil o gravosa es la iniciación, más tienden las personas a pensar que merece la pena entrar en el grupo. Esto también tiene el efecto de reforzar la solidaridad dentro del grupo; la devoción por los tatuajes entre los miembros de las pandillas viene a cumplir la misma función.
La falacia del coste irrecuperable
En una situación en la que existe una disonancia entre la cantidad de esfuerzo dedicado a conseguir una meta (siendo «mucho esfuerzo» sinónimo de «coste elevado») y la recompensa por ese esfuerzo, las personas generalmente ajustarán el valor subjetivo de esa meta hasta que se resuelva la disonancia. Así pues, ¿cómo puede la justificación por el esfuerzo influir en nuestras decisiones de inversión?
Bueno, se parece al efecto de coste irrecuperable que describe nuestro apego a productos financieros que hemos comprado o inversiones que hemos realizado; la justificación por el esfuerzo es un tipo de coste irrecuperable conductual. El esfuerzo personal y el desembolso económico crean sesgos emocionales positivos hacia las inversiones, así como hacia los artículos físicos.
La falacia del coste irrecuperable es una influencia nefasta bien documentada en la planificación de carteras que nos puede llevar a no querer vender o dejar inversiones simplemente porque pagamos una cantidad grande y más elevada por ellas al principio. El hecho de que pagáramos X hace cinco años por una acción no debería influir en si es acertado o no venderla por la mitad de ese dinero cinco años después.
Esta decisión debería tomarse exclusivamente atendiendo a criterios de inversión racionales y las perspectivas fundamentales más recientes de la compañía.
Si las acciones de una empresa tecnológica de reciente creación no dejan de caer, venderlas al precio que estén probablemente sea una decisión racional, por mucho que duela. Deberíamos ignorar el desembolso inicial
Tanto el coste irrecuperable como la justificación por el esfuerzo nos pueden llevar a seguir haciendo cosas que no son especialmente racionales para así cuadrar nuestras cuentas mentales.
En nuestro fuero interno muchos de nosotros sabemos que somos proclives a ello, pero aun así podemos seguir manteniendo inversiones en las que ya no creemos. Aunque son similares, la justificación por el esfuerzo difiere bastante de la falacia del coste irrecuperable en lo que a la inversión se refiere, ya que describe nuestro tiempo y esfuerzo, pero no nuestra implicación monetaria. De hecho, los dos efectos pueden trabajar juntos en la misma dirección para crear una especie de sesgo emocional de doble filo si hemos comprado o invertido en algo en lo que también hemos puesto mucho esfuerzo. El efecto del esfuerzo podría, de hecho, ser el más fuerte de los dos; así, existen indicios de que podemos dar más importancia a nuestro tiempo y esfuerzo que al dinero gastado.
Mi propia cartera vs una cartera profesional
Esto es un problema potencial en la inversión moderna, donde a muchos inversores les gusta realizar sus propios análisis, quizá combinando fondos de inversión y acciones individuales. Por ejemplo, sustituyamos los escritorios del primer caso por dos carteras de inversión en las que la primera es una solución integral que deja en manos de profesionales las decisiones de inversión y la segunda es una cartera personal en la que usted escoge cada valor. ¿Mide las dos carteras con los mismos criterios? ¿La cartera formada por valores seleccionados personalmente se beneficia de un mayor grado de benevolencia? ¿Mantiene las inversiones en pérdidas durante más tiempo para ver si empiezan a ganar simplemente porque fue usted el que las eligió? Podría ser que el prisma bajo el que ve, compara y gestiona estas inversiones estuviera inconscientemente sesgado por el esfuerzo personal que puso en la segunda cartera.
Cualquier inversión en una cartera de valores que realizó usted mismo probablemente sea proclive a un cierto grado de justificación por el esfuerzo
Esto ocurre con mucha menos frecuencia cuando las decisiones de inversión se ponen en manos de un profesional. Como ya hemos mencionado, un proceso de inversión sistemático apoyado por un esfuerzo de análisis continuo puede ser una defensa contra un amplio abanico de sesgos conductuales. La decisión de ponernos en manos de un profesional puede ayudarnos a evitar que las emociones nos impidan invertir con racionalidad y buenos resultados. De igual forma, aquellos inversores que quieran seguir haciendo sus propios análisis o combinar carteras propias con soluciones contratadas deben ser conscientes de que la justificación por el esfuerzo podría estar afectando inconscientemente la forma en que gestionan sus inversiones.