Para un observador ocasional, la inversión en bonos puede parecer tan simple como comprar el bono con el mayor rendimiento. Esto puede funcionar bien cuando se compra un certificado de depósito (CD) en el banco, pero cuando se trata de estructurar una cartera de bonos, hay disponibles múltiples estrategias, cada una con sus características propias de riesgo y retorno.
La estrategia pasiva, o de «comprar y mantener», es adecuada para inversores que buscan obtener una renta periódica, mientras que la inversión activa apuesta a futuro. Las estrategias de indexación e inmunización, al ofrecer una cierta predictibilidad, quedan a medio camino de los enfoques activo y pasivo.
El inversor pasivo, que prefiere comprar y mantener, busca típicamente maximizar la propiedad que tienen los bonos de generar rentas. La premisa en la que se apoya esta estrategia es que los bonos son fuentes de ingresos seguros y predecibles. «Comprar y mantener» supone comprar emisiones individuales de bonos y mantenerlos hasta su vencimiento. Los flujos de caja recibidos a partir de sus cupones pueden utilizarse para financiar necesidades concretas o puede añadirse a la cartera y reinvertirse, en bonos o en otro tipo de activos.
En la estrategia pasiva, no se hacen asunciones en cuanto a la dirección que puedan tomar los tipos de interés en el futuro, ni tampoco importa el valor actual del bono debido a cambios en su rendimiento. El bono se puede comprar con una prima o con un descuento, siempre suponiendo que la inversión se recuperará en la fecha de rendimiento. La única variación en el retorno total del rendimiento del cupón será la obtenida a partir de la reinversión de los cupones a medida que se van recibiendo.
Esta estrategia puede parecer poco interesante, pero, en realidad, las carteras pasivas de bonos se comportan con una gran estabilidad durante etapas financieramente difíciles. Minimizan o eliminan los costes de transacción y, si se ponen en práctica durante un periodo de tipos de interés relativamente altos, ofrecer una oportunidad razonable de batir a las estrategias activas.
Una de las principales razones de su estabilidad es que las estrategias pasivas funcionan mejor con emisiones de bonos de elevada calidad, sin cláusula de rescate, como es el caso de los bonos soberanos y los corporativos con calificación de grado de inversión. Este tipo de bonos son adecuados para una estrategia pasiva porque minimizan el riesgo asociado con los cambios derivados de las rentas recibidas de los cupones, en el caso de que el bono pudiera tener incluida una cláusula de rescate por parte del emisor.
Por ejemplo, una compañía X emite bonos por 100 millones de euros, con un cupón de 5% y la emisión es absorbida por el mercado en su totalidad. El bono tiene una cláusula de rescate que permite al emisor recuperar los bonos en el caso de que los tipos de interés cayeran, para reemitir el bono con un tipo de interés inferior. Tres años más tarde, el tipo de interés es de 3% y, puesto que la compañía X tiene un buen nivel crediticio, puede recuperar la emisión de bonos a un determinado precio y volver a emitirla con un cupón del 3%. Esto es bueno para la compañía, pero malo para el inversor tenedor del bono.
Hay una forma de inversión pasiva en bonos conocida como de Escalera. En esta estrategia la cartera se divide en partes iguales y se invierte de forma escalonada en vencimientos diferentes a lo largo del horizonte de inversión definido en el plan de inversión. Dividiendo el principal en partes iguales, se consigue un flujo de rentas periódicas iguales a lo largo del año.
Otra estrategia es la de Indexación, considerada casi pasiva. Su principal objetivo es proporcionar un nivel de retorno y riesgo muy cercanos a los del índice elegido como objetivo. Tiene algunas de las características de la estrategia de «comprar y mantener» pero cuenta con un cierto grado de flexibilidad. Igual que puede hacerse con una cartera indexada de renta variable, también una cartera de bonos puede estructurarse para replicar un índice de renta fija. Uno de los índices más comunmente utilizados para esta estrategia es el Barclays U.S. Aggregate Bond Index.
Debido al gran tamaño de este índice, la estrategia funcionaria bien con una cartera de gran tamaño, debido al número de bonos necesario para replicar el índice. También hay que tomar en consideración los costes de transacción, no sólo de la inversión original, sino del reajuste periódico de la cartera necesario para reflejar los cambios en el índice.
La estrategia de inmunización tiene características tanto de la pasiva como de la activa. Por definición, la inmunización implica que una cartera se invierte para obtener un retorno definido durante un periodo dado, sin tomar en consideración influencias externas, tales como posibles variaciones en los tipos de interés.
Es similar a la de indexación en que el coste de oportunidad de utilización la estrategia de inmunización esta potencialmente despreciando el potencial de subida de una estrategia activa para asegurarse de que se alcanza el nivel de retorno deseado. Como sucede en la estrategia de «comprar y mantener», los instrumentos que mejor se adaptan a esta estrategia son bonos con calificaciones altas y, por tanto, con pocas posibilidades de declararse en suspensión de pagos.
La forma más «pura» de inmunización sería la inversión en un bono cupón cero, haciendo coincidir el vencimiento del bono con la fecha en que se esperan necesitar los flujos o rentas. Esto elimina cualquier variabilidad de retorno, positiva o negativa, derivada de la reinversión de los flujos recibidos.
La vida media de un bono, o duración, se utiliza comunmente en la inmunización. Es una medida predictiva mucho más precisa de la volatilidad de un bono que su vencimiento. La estrategia de duración es de uso frecuente en la inversión institucional de compañías aseguradoras, fondos de pensiones y bancos para hacer coincidir el horizonte temporal de sus pasivos futuros con los flujos de efectivo recibidos a partir de los cupones. Es una de las estrategias más sólidas y puede ser utilizada con éxito por los inversores individuales.
En la estrategia activa el objetivo es maximizar el retorno que, como ya es sabido, supone también un mayor riesgo. Algunos ejemplos de estilos activos de inversión en bonos incluyen la anticipación de tipos de interés, el timing o anticipación al mercado, valoración y explotación de diferenciales y múltiplos escenarios de tipos de interés. La premisa básica de todas las estrategias activas es que el inversor está dispuesto a hacer una apuesta de futuro, en lugar de conformarse con los retornos potencialmente bajos que puede ofrecer una estrategia pasiva.
Hay muchas estrategias para invertir en bonos que los inversores pueden emplear. El enfoque de comprar y mantener atrae a los inversores que buscan ingresos y no están dispuestos a hacer predicciones. Las estrategias a medio camino incluyen la indexación y la inmunización, que ofrecen cierta seguridad y previsibilidad. Luego está el mundo activo, que no es para el inversor ocasional. Cada estrategia tiene su lugar y cuando se implementa correctamente, puede alcanzar los objetivos para los que fue diseñada.