El pico inflacionista parece haber quedado atrás. Aunque aún hay ciertas tensiones en las tasas subyacentes, como mostró el dato de IPC de marzo en EEUU, las previsiones de los expertos apuntan a que la tendencia es a la baja. Eso sí, aún resulta un sueño pensar que el objetivo primordial de los bancos centrales -un IPC del 2%- está al alcance. De hecho, el equipo de Inflación de AXA IM reconoce que se descuenta un nivel de inflación anual cercano al 2% durante los próximos 30 años a partir del próximo ejercicio, un escenario “poco creíble” teniendo en cuenta “los riesgos al alza en el mediano y largo plazo”. Por lo tanto, aún es necesario cubrir las carteras contra los efectos del alza de los precios.
Para compensar los efectos de la inflación en las inversiones son necesarios unos pasos sencillos, pero que hay que cumplir a rajatabla. Rodrigo Utrera, profesor del IEB, apunta que la forma de protegerse de la inflación en las carteras a largo plazo es reducir la liquidez y tener cuidado con las posiciones en renta fija de larga duración, “que son más sensibles a tipos y, por tanto, a elevadas tasas de inflación”.
Propuestas en renta fija
En el equipo de inflación de AXA IM creen que hay un claro ganador en renta fija en un periodo inflacionista: los bonos indexados a la inflación. El motivo es que este activo “acumula la variación del índice de precios a lo largo de su vida gracias al mecanismo de indexación”, lo que proporciona una cobertura directa garantizada por el emisor contra la subida de los precios al consumo. Además, como son emisiones soberanas, en su mayoría de economías avanzadas, “el grado de liquidez es superior y el riesgo crediticio, bastante bajo”,
Víctor Alvargonzález, director de estrategia y socio fundador de Nextep Finance, también confía en la renta fija para plantar cara a los efectos de la inflación, y propone una receta cuyo “secreto para conseguir una rentabilidad adecuada para un buen inversor está en saber mezclar bien los ingredientes de su cartera”. La base estaría configurada en un 80% por activos que no han perdido nunca; en un 10%, por activos que pierden dinero ocasionalmente y otro 10% que pueden hacerlo, pero no que normalmente no lo hará”.
Esa base de la cartera que nunca pierde buscará letras del Tesoro a seis meses y a un año, junto a fondos monetarios, que son todavía mejores porque “invierten en deuda de otros países, con la misma garantía, pero con mayor rentabilidad, como la de Italia” y pueden incluir pagarés de empresas. Como colofón, Alvargonzález añade fondos monetarios gestionados, que “hacen lo mismo que un banco para su dinero a corto plazo”. “Esa combinación ya puede ofrecer una rentabilidad adicional del 1% frente a las Letras del Tesoro nacionales y conseguir en el entorno actual un 3% de rentabilidad”, apunta Alvargonzález.
El siguiente 10% constará de dos productos de entre deuda pública a medio plazo (un bono a dos años ofrece una rentabilidad neta en torno al 3,4%), fondos de renta fija a medio plazo, fondos de renta fija a largo plazo o fondos de renta fija gestionados. El último 10% de la cartera es la que cuenta con más capacidad de sumar. Las opciones aquí acogen a fondos indexados para quienes no quieren complicaciones y buscan entrar en mercados que han caído mucho y son atractivos; fondos de renta variable de gestión activa, que pueden dar grandes resultados; fondos de renta variable centrados en el dividendo o bien fondos especializados en estrategias long-short “que pueden ponerse cortos y largos según sea recomendable”.
Propuestas en renta variable
Históricamente, la renta variable ha funcionado como un buen refugio ante tasas de inflación no superiores al 4%, según recuerda Utrera. Para ese escenario, el experto ve interesante estrategias que incluyan sectores como industria, materias primas o energía en el caso de que un inversor “estime tasas de inflación elevadas”. Dentro de estos sectores hay que escoger compañías que cumplan con unos requisitos básicos, como que coticen a bajos múltiplos (por ejemplo, el PER o el precio/ebitda).
También resultarían interesantes los valores con poder de fijación de precios, pero hay que ir con cuidado, porque, como asegura Jaime Rodríguez Pato, director de Producto Agro y Relaciones con Inversiones de Aurea Capital IM, las empresas que sean capaces de trasladar el incremento de precios a sus productos sin que vean reducido su volumen de negocio, a día de hoy, son escasas. Además, “evidentemente, son las más buscadas por los inversores, por lo que presentan valoraciones ya bastante elevadas.
Activos reales
Como alternativa a los activos clásicos de inversión, Rodríguez Pato ve adecuada la inversión en los activos reales. “En los últimos años estamos viendo crecer el interés y la exposición en las carteras de los inversores institucionales por este tipo de activos, por su descorrelación y atractiva rentabilidad, que compensan su relativa iliquidez”, señala el experto, que puntualiza que la agricultura y las tierras de cultivo hayan ganado popularidad entre los inversores en Europa.