El primer contacto de un adolescente con el concepto de gestionar un presupuesto es cuando sus padres le dan la paga y tiene que decidir en qué gastarlo. Sabe cuál es el límite máximo de gasto que se puede permitir, y también puede decidir guardar una parte para, juntándola con pagas futuras, poder comprar eso para lo que, de otro modo, no le llegaría. En esta exposición tan simple encontramos el fundamento básico de la rutina del ahorro: para poder acceder en el futuro a un objetivo de gasto, debemos guardar de forma regular una parte de nuestros ingresos.
Cuando un joven accede al mercado laboral y empieza a cobrar un salario mensual puede dejarse llevar por la euforia y abusar de su recién estrenado poder adquisitivo. Pero lo realmente inteligente sería que utilizara su dinero no solo para disfrutar de él en la inmediatez del momento –que también–, sino para hacerlo crecer y conseguir evolucionar económicamente hacia una posición mejor que la actual. Es decir, la clave está en administrarlo adecuadamente para poder aprovecharlo hoy y también mañana, construyendo con él un futuro económico confortable y resiliente.
Inculcar a los jóvenes una rutina de ahorro es clave, por tanto, para su bienestar futuro. Pero una gestión inteligente del dinero nos lleva a reflexionar sobre si tener esos ahorros en el banco, en estos tiempos en los que las cuentas de ahorro apenas reportan rentabilidad, es lo más recomendable para esa evolución económica que perseguimos. Y según Micappital, compañía de asesoramiento financiero independiente, la respuesta es no.
“Antes, los intereses que nos daban los bancos por depositar en ellos nuestro dinero podía ser suficiente para satisfacer las expectativas económicas de muchos, pero ahora tener el dinero parado en la cuenta no nos aporta nada. Y el esfuerzo de ahorrar es demasiado grande como para que no nos den nada a cambio. Por ello, tenemos que poner a trabajar nuestro dinero, ponerlo en movimiento para que nuestra recompensa sea conseguir una buena rentabilidad”, apunta Miguel Camiña, cofundador de Micappital.
Para ello, es necesario dar el paso del ahorro a la inversión, y esta compañía ha identificado seis claves esenciales que debemos tener en cuenta en este proceso.
Solo invertir lo que no necesitaremos a corto plazo. Para determinar el importe de la primera aportación a nuestra estrategia de inversión debemos analizar de qué cantidad podríamos prescindir sin necesitarla en los próximos 12 meses. Nunca debemos invertir aquello que puede hacernos falta en un corto plazo.
Reservar entre el 15% y el 20% de nuestros ingresos. A partir de esa primera aportación debemos marcarnos una rutina de ahorro mensual que vamos a ir añadiendo al capital inicial invertido. Una cantidad adecuada sería entre el 15% y el 20% de nuestros ingresos mensuales. En cualquier caso, debe ser un importe que podamos asumir con comodidad, y que podremos incrementar si nuestros ingresos aumentan (o puntualmente, si tenemos una entrada de dinero extra). Para ser disciplinado, podemos automatizar un traspaso mensual desde nuestro banco.
Decidir hasta dónde estamos dispuestos a arriesgar. No existe inversión sin riesgo, pues precisamente es el factor que puede hacer aumentar de forma más agresiva la rentabilidad conseguida, pero al mismo tiempo también exponer nuestro patrimonio. Por ello es importante definir nuestro nivel de riesgo, de nuevo fijándolo en un punto en el que nos sintamos cómodos. Un producto de inversión de calidad con un nivel de riesgo medio puede reportarnos resultados muy interesantes.
No poner todos los huevos en la misma cesta. Suele decirse “divide y vencerás”. El mercado de inversión se rige por la incertidumbre, y para mantener una estrategia de riesgo controlado es esencial elegir diferentes productos que apliquen a diferentes mercados y sectores. Construir una cartera bien diversificada nos ayudará a mantener un buen paso en nuestro camino como inversores.
Valorar con cabeza las diferentes opciones. A la hora de elegir el producto de inversión más adecuado no debemos dejarnos llevar por la inercia. Por ejemplo, en España los planes de pensiones son el más contratado, pero suelen tener comisiones elevadas y no tan elevadas rentabilidades. Otra opción actual son los Planes Individuales de Ahorro Sistemático (PIAS), que son seguros, pero de nuevo con comisiones bastante altas y una rentabilidad reducida. O por lo menos, inferior a la que se puede conseguir con los fondos de inversión, que hoy día representan la alternativa más eficiente para acceder a los mercados de una forma profesional y diversificada.
Mantener una mentalidad a largo plazo. El largo plazo es el principal aliado del inversor. Los mercados fluctúan constantemente, y podemos encontrarnos con fuertes bajadas en el corto plazo que nos hagan dudar de nuestra estrategia de inversión. Las bajadas podemos aprovecharlas, de hecho, para aumentar nuestras inversiones comprando en los mercados a mejores precios. Pero la clave es mantener la cabeza fría y la mirada puesta en el largo plazo, pues es ahí donde siempre encontraremos más probabilidades de crecimiento económico.