Empiezan a evidenciarse los primeros signos de la llegada del otoño y con ellos las preocupaciones en torno a la energía se avivan. Será un invierno frío, marcado por la incertidumbre, la inflación y el endurecimiento de la política monetaria, aspectos interrelacionados con la crisis energética.
Europa tiene una gran dependencia energética, la cual se ha hecho evidente convirtiéndose en un gran problema al estallar la guerra de Ucrania y Rusia. Según explica el economista consultor del Banco Mundial y ex miembro del Fondo Monetario Internacional (FMI), Mario Weitz, en una conferencia de Santalucía AM, esta guerra ha sido la principal causa de la subida de precios. La dependencia europea del petróleo ruso es la baza que Putin está jugando y que ha llevado a que la inflación se sienta especialmente en Europa. “El 91% del transporte terrestre y marítimo aún se basa en el petróleo”, recuerda el economista, por lo que su alza repercute en el comercio internacional, al tiempo que en los muchos derivados del crudo.
La clave para el control de esa subida está en la rapidez con la que se ponga fin a la guerra. Tal y como esbozó Weitz, si Putin pierde apoyos, los precios se podrían moderar. “Si el conflicto se estabiliza podemos pensar en una mejora”, adelanta. No obstante, con el invierno a la vuelta de la esquina, el gas se ha convertido en otra preocupación. Rusia sigue siendo la principal fuente para la mayor parte del Viejo Continente, aunque “Europa está ahora diversificando”.
Nos enfrentamos a un periodo de precios elevados
Sin lugar a duda, Europa se enfrenta a unos precios del gas elevados y a una posible escasez a medida que disminuye el suministro de Rusia. Además, la situación se ha hecho aún más crítica con el cierre del gasoducto Nord Stream 1, lo que ha provocado la reducción drástica del suministro, explica Emma Stevenson, redactora de inversión de Schroders.
“Aunque la demanda de gas se ha reducido en verano, la reducción de la oferta pone en peligro el objetivo de la UE de llenar los depósitos de gas hasta el 80% de su capacidad en noviembre de este año, y hasta el 90% en 2023”, añade.
Por ello nos preguntamos ¿qué significa esto para las economías europeas? Según explica Mark Lacey, responsable de Global Resource Equities de Schroders: «Europa se enfrenta a un periodo de 18 a 24 meses de precios muy elevados del gas y la electricidad. Europa se ha convertido y seguirá siendo el mercado premium del gas durante este periodo, con precios superiores a los de Asia o Estados Unidos. Esta prima durará hasta que empecemos a ver nuevos volúmenes significativos a partir de 2024/25».
¿Cómo puede abordarse la subida de precios?
Estos altos precios pueden atajarse por dos vías: una reducción de la demanda o un aumento de la oferta. Los países europeos han elegido la vía de la demanda. Según Azad Zangana, economista y estratega europeo senior de Schroders: «Los Estados miembros de la UE acordaron recientemente una reducción voluntaria del 15% en el consumo de gas, pero ésta podría convertirse en obligatoria si el suministro sigue interrumpido. Aunque la inflación de la energía se redujo del 42% al 39,7% interanual en la última lectura, esperamos que nuevas subidas de precios mantengan la energía y la inflación general elevadas en el segundo semestre de este año, lo que a su vez reducirá el poder adquisitivo de los hogares».
Los elevados precios pueden provocar por sí mismos un descenso de la demanda, ya que los usuarios limitan su consumo de gas. Según Lacey: «Tras una subida de precios de alrededor del 400% interanual, es inevitable que se destruya algún elemento de la demanda. Es probable que la demanda de gas en Europa caiga en torno a un 10% en 2022. Incluso con precios más bajos, es poco probable que crezca significativamente en 2023, dado el riesgo de recesión».
Diferentes impactos en Europa
Los países de la UE tienen perfiles muy diferentes en cuanto a la cantidad de gas que anteriormente suministraba Rusia. Según explica Irene Lauro, economista medioambiental de Schroders, «la UE importa el 90% de su consumo de gas y Rusia proporcionó alrededor del 45% de esas importaciones en 2021. Austria y Polonia importaron más del 80% del gas de Rusia en 2021, Alemania más del 50%, mientras que para Francia y España la cuota fue inferior al 8%».
Algunos países tienen opciones alternativas al gas canalizado desde Rusia. Países como Reino Unido y España tienen una importante capacidad de GNL (gas natural licuado), lo que significa que pueden recibir cargamentos de GNL importados. Italia ha firmado recientemente una serie de acuerdos de gas con Argelia. Sin embargo, no siempre existe la infraestructura necesaria (plantas de regasificación para convertir el GNL en gas, o los gasoductos) para suministrar este gas a las zonas centrales de Europa, donde se necesita con mayor urgencia.
Además, España, según explica Weiz, cuya dependencia de Rusia en materia de gas es menor, se encuentra en un momento de tensiones con Argelia, uno de los principales suministradores. Este invierno, el gas “llegará por barco de EE. UU. y España cuenta con ventajas, ya que es fuerte en infraestructuras de almacenamiento y de carreteras y ferrocarril”, adelanta. Pero pese a que nuestro país está mejor posicionado en materia de renovables, el escenario que el economista dibuja no está exento del empleo de un mayor porcentaje de combustibles fósiles a corto plazo ni de la adopción por parte de los gobiernos y organismos oficiales de medidas de austeridad.
Aceleración de la transición
Esta alta dependencia de energías procedentes de otros países ha rescatado con más fuerza aún el debate en torno al impulso de las energías renovables, donde también encontramos diferencias según las regiones.
Según Lauro: «Alemania e Italia dependen en gran medida de Rusia en términos de generación absoluta de electricidad. Sin embargo, según las expectativas de la AIE (Agencia Internacional de la Energía) en materia de energía eólica y solar para los próximos dos años y teniendo en cuenta las políticas actuales, el potencial de las energías renovables para reducir la dependencia en Alemania es significativamente mayor que en Italia. Mientras tanto, la dependencia de Francia y los Países Bajos del gas ruso es relativamente baja, con un importante potencial para que las renovables desplacen al gas ruso».
Según expone TBSEducation – Barcelona, la solución de esta crisis pasa por acelerar la transición hacia las renovables al mismo tiempo bajar colectivamente el consumo, principalmente grandes empresas y administraciones. “Construir un sistema propio de energías renovables que permita prescindir de los combustibles fósiles provenientes de otros países sería crucial para evitar el impacto que un corte como el de Gazprom podría conllevar”, asevera la entidad.
Sin embargo, a corto plazo, apunta que Europa baraja otras alternativas como, por ejemplo, rediseñar la forma en la que se calcula el precio de la electricidad de tal forma que se prescinda del gas.