Las clases limpias son un tipo de participaciones de fondos de inversión creada en respuesta a la entrada en vigor de MIFID II en enero de 2018 y de obligado cumplimiento para todas las gestoras. Con la creación de estas clases, la nueva normativa pretendía poner fin a los casos en que se recomendaban a los inversores clases con comisiones más elevadas, buscando obtener una retrocesión a cambio.
Lo que sucedía, por tanto, hasta la entrada en vigor de MIFID II, es que además de la comisión que correspondía a la gestora, el inversor podía ver incrementado el coste de sus fondos por comisiones de otros intermediarios, habitualmente asesores financieros y distribuidores, quienes, a cambio de recibir una comisión de retrocesión aconsejaban a sus inversores la adquisición de clases de fondos con comisiones más altas.
Las clases limpias sirven para proporcionar a los inversores individuales acceso a los mismos fondos que otras clases de acciones de fondos de inversión minoristas, pero normalmente con costes más bajos y mayor transparencia.
Aunque las clases limpias pueden conllevar comisiones de gestión y otras comisiones de administración, no incluyen las comisiones de distribución. Sin embargo, esto no impide que los asesores financieros añadan sus propias comisiones, en pago por el servicio de asesoramiento prestado. Se pueden dar por tanto dos situaciones: o bien el asesor aplica directamente una comisión de asesoramiento a su inversor o deberá informar al inversor de la cuantía de la comisión de retrocesión que recibirá de la gestora. En definitiva, se pretende una mayor claridad en los costes aplicados al inversor de fondos, para que pueda elegir entre diferentes alternativas.
Puesto que las rentabilidades que las gestoras publican para cada fondo descuentan las comisiones, las clases limpias no solo conducen a una mayor transparencia y menos conflictos de intereses, sino que pueden servir para obtener una mayor rentabilidad. El inversor puede notar una clara diferencia entre un fondo tradicional en el que la comisión de gestión aplicada sea del 1,50%, porcentaje del que un 0,50% podría corresponder a la comisión de retrocesión, y el 0,75% de comisión de gestión de una clase limpia.
Las clases limpias resultan además más atractivas para los inversores porque implican que el asesoramiento que reciben es independiente y, al menos teóricamente, apropiado para su perfil de inversión.
A pesar de este esfuerzo normativo para proteger al inversor, al no existir un estándar en cuanto a la nomenclatura, no resulta fácil diferenciar las clases limpias del resto de clases, puesto que las gestoras han denominado a estas clases de forma arbitraria. Por ejemplo, la clase R corresponde a las clases limpias en el caso de los fondos de Amundi y Goldman Sachs, la C en los fondos de Nordea y Schroders y la F en los de Carmignac.
Las clases limpias favorecen tanto al inversor individual como al institucional, permitiéndoles a ambos la posibilidad de elegir diferentes tipos de inversión, sirviendo como herramienta para garantizar la independencia del asesoramiento. Ofrecen asimismo un ahorro considerable, importante al analizar la rentabilidad de la inversión en fondos de inversión a largo plazo.
Paula Mercado, directora de análisis de VDOS Stochastics y quefondos.com