El cerebro humano nos permite llevar a cabo numerosas acciones con una sofisticación envidiable e incluso admirable, sin embargo, tiene ciertas características que, en determinados momentos, nos pueden empujar a tomar decisiones poco racionales, algo que en contextos como la inversión no es muy acertado.
Esto es a lo que se dedica y lo que defiende la economía conductual. Su objetivo, según ha explicado María Eugeni Cadenas, subdirectora de educación financiera en la CMNV, en una conferencia virtual organizada por la CNMV, es completar a las finanzas neoclásicas ayudando a comprender mejor a los sujetos que intervienen en la economía.
“Sirve para entender a los inversores, que se conozcan mejor a sí mismos, es útil para entender el funcionamiento de los mercados financieros y para los reguladores, nos aporta una manera multidisciplinar de entender la economía”, añade Cadenas.
Según ha explicado la experta, en la economía neoclásica se entiende que el inversor es plenamente racional, que sabe lo que quiere y que tienen una capacidad cognitiva ilimitada para conocer perfectamente las implicaciones de cada una de las opciones disponibles y adoptar la que maximice su beneficio.
Esta rama de la economía, la conductual, lo que defiende es que no todas nuestras decisiones son racionales y meditadas, de hecho, demuestra que, en general, somos muy adversos a tomar decisiones. “A la toma de decisiones le dedicamos muy poco tiempo, somos parcialmente racionales, tenemos ciertas limitaciones y estamos fuertemente condicionados por el resto y nuestro entorno”, detalla.
¿Cómo tomamos las decisiones?
Según explica María Eugeni Cadenas, en la teoría neoclásica se entendía que la toma de decisiones era un proceso muy “sesudo” y que estaba basado en el análisis y el cálculo de todas las opciones, mientras que en la conductual se admite que las emociones y la intuición juegan roles protagonistas.
Para aclarar cómo funciona del proceso de toma de decisiones la experta ha hecho referencia a la teoría del pensamiento dual del psicólogo Daniel Kahneman. Esta teoría distingue dos sistemas: uno rápido y otro lento. El primero opera de manera rápida, sin sensación de control voluntario y permite una reacción rápida. En este caso, la decisión que toma está basada en lo consensual y nuestra estructura interna y no en lo lógico.
El segundo sistema es mucho más lento y está basado en actividades más complejas. “Ambos sistemas interactúan. La mayoría de nuestras decisiones diarias las toma el sistema uno, entre el 60 o 70%”, explica. Es precisamente esta naturaleza ágil del sistema uno la que nos hace tomar atajos y nos lleva a cometer errores.
Aquí es donde intervienen los sesgos. Los sesgos son trucos, atajos mentales producto de la evolución que ayudan a simplificar el proceso de toma de decisiones, pero nos alejan del pensamiento racional. Según la experta, algunos de los sesgos más comunes que manifestamos son: el sesgo de exceso de confianza, el sesgo de confirmación, la ilusión de control, el sesgo de la prueba social y el sesgo de punto ciego.
El sesgo de exceso de confianza es la tendencia a sobrestimar que nuestros juicios son certeros, sin diferenciar lo que sabemos y lo que creemos que sabemos. Este sesgo está relacionado con la predisposición al optimismo y te impide ver con realismo si tu inversión es adecuada.
El sesgo de confirmación nos hace interpretar o buscar informaciones nuevas de manera que confirmen nuestras ideas previas. Esto puede llevar a un inversor a buscar información de manera selectiva para respaldar sus decisiones de inversión, algo que puede desembocar en una inversión poco adecuada.
La ilusión de control es la tendencia a sobrestimar la posibilidad de influir en algo sobre lo que no se tiene control. Puede llevar a asumir niveles de riesgo excesivos.
El sesgo de la prueba social es la tendencia de imitar las acciones que hacen otras personas. “Nuestros cerebros prefieren usar a otras personas como referencia. Este sesgo está detrás de las burbujas que se han producido a lo largo de la historia. El sujeto puede perder la capacidad de pensar por sí mismo y deja que la masa decida por él”, aclara la experta.
Por último, localiza el sesgo del punto ciego o metasesgo, la tendencia del sujeto a no ver ni reconocer que tiene sesgos.
¿Puedo eliminar estos sesgos? La respuesta que da María Eugeni Cadenas es no. “Los sesgos no se pueden eliminar, pero sí mitigar a través de varias estrategias: la educación financiera (eventualmente una persona que tenga mayor educación financiera será más capaz de evitar los sesgos), generar alternativas (antes de decidirnos por un producto de inversión es bueno contar con alternativas), atemperar el optimismo, análisis premortem (consiste en ubicarnos en el futuro y pensar que nuestra decisión ha fracasado y así identificar las causas), estandarizar el proceso de toma de decisiones o crear listas de comprobación”, recomienda la experta.
Para ampliar el contenido puede visitar el artículo «Finanzas conductuales en tiempos de pandemia» en la página 74 del último número de la revista Funds Society.