En el pasado, la deuda de los mercados emergentes (DME) se consideró como una inversión muy especializada y exótica y, aunque ahora se ha convertido en generalista, sigue siendo un área proclive a las malinterpretaciones.
Según Fabrizio Palmucci, especialista de producto de renta fija y multiactivos de Jupiter AM, sería una lástima que alguno de los mitos imperantes sobre la deuda de mercados emergentes alejase a los inversores de esta clase de activos, ya que, a su juicio, la deuda de mercados emergentes, podría mejorar las rentabilidades con un perfil de volatilidad que no es superior al de los bonos high yield estadounidenses. Estos son los cinco mitos sobre deuda emergente más habituales:
1. La deuda emergente siempre registra rentabilidades negativas cuando la Fed sube tipos
Es absolutamente cierto que, en el pasado, los ciclos de endurecimiento monetario de la Reserva Federal estadounidense han coincidido con un periodo negativo en la deuda emergente, o lo han provocado, pero la relación no es estrictamente causal. La realidad presenta muchos más matices y existen ejemplos recientes de buen comportamiento de la deuda emergente durante una fase de subidas de tipos por parte de la Fed.
2. La deuda emergente es de calidad inferior a la deuda de los mercados desarrollados
El término “deuda de los mercados emergentes” es una designación genérica que enmascara la gran diversidad existente entre países. Este abanico tiene su reflejo en la amplia gama de calificaciones crediticias que reciben los bonos de los mercados emergentes, pero merece la pena señalar que dos tercios de los títulos de deuda corporativa del índice JP Morgan Corporate Emerging Market Bond (CEMBI) poseen calificaciones de grado de inversión (investment grade)
3. Invertir en deuda emergente supone asumir mucho riesgo de tipos de cambio
Los estados y empresas emergentes pueden sufrir un desajuste cambiario entre sus activos y pasivos. En otras palabras, emitir bonos denominados en dólares estadounidenses que habrá que devolver usando las monedas nacionales crea el riesgo de que las fluctuaciones de los tipos de cambio puedan aumentar espectacularmente el coste de devolución de la deuda. El desarrollo de un mayor mercado de deuda en moneda nacional hace que los estados y las empresas ya no tengan que depender exclusivamente de la financiación en dólares. De hecho, el 83% de los 16,5 billones que totaliza el mercado de deuda emergente está denominado actualmente en monedas nacionales.
4. Invertir en deuda emergente equivale a exponerse mucho a las materias primas
Actualmente, todavía se percibe a los mercados emergentes como dependientes de precios altos en las materias primas para su fortaleza económica. Aunque ciertamente es así en algunos casos, y un buen ejemplo de ello sería Venezuela, en general esta percepción no encuentra refrendo en los datos. De hecho, las exportaciones de materias primas representan apenas el 6% de las exportaciones totales de los mercados emergentes por valor o el 3% del PIB, siendo la región de Asia una importadora neta de materias primas.
5. La deuda emergente es un universo de inversión homogéneo
A menudo nos encontramos con la idea tácita de que la DME es un único universo de inversión, como el índice FTSE 100 o el mercado de bonos high yield estadounidenses. La realidad presenta muchos más matices. En lugar de eso, puede resultar útil abordar la DME dividiéndola en tres regiones diferenciadas: Asia, Europa central y oriental, Oriente Medio y África (CEEMEA, por sus iniciales en inglés) y Latinoamérica.