La respuesta a la pregunta «¿debo invertir en efectivo?» no es sencilla. Pero, para muchos ahorradores a largo plazo, todos los datos apuntan a que la inversión es la mejor opción. Este debate es un ejemplo perfecto de cómo los asesores pueden aportar valor a sus clientes.
Como asesor financiero, es posible que los clientes que se muestren reticentes a invertir en el mercado, especialmente ahora que los ahorradores en efectivo se están beneficiando de las mayores rentabilidades en casi dos décadas. Gillian Hepburn, directora de soluciones para intermediarios en el Reino Unido de Schroders, ha elaborado una lista con puntos a clave a tener en cuenta al hablar con los clientes sobre el dinero en efectivo frente a la inversión.
1.- Los riesgos de inmovilizar efectivo. Aunque no lo parezca, un tipo de interés del 5% sobre el efectivo conlleva sus riesgos. Como apunta la directora, estos tipos suelen estar disponibles para los inversores dispuestos a inmovilizar su dinero durante más de un año. Al inmovilizar su dinero en efectivo, los clientes no están expuestos a activos con un historial de superación de la inflación a largo plazo y corren el riesgo de perderse los periodos en los que las inversiones suben bruscamente, que suelen ser repentinos e inesperados. Perderse estos periodos puede mermar considerablemente la rentabilidad a largo plazo.
2.- ¿Es su cliente un inversor a largo plazo? «Si la respuesta es afirmativa, la historia sugiere que el efectivo no es el lugar adecuado para él. Si tenemos en cuenta los datos de EE.UU. desde 1926, el efectivo sólo ha superado la inflación en un 0,3%», apunta. En el mismo periodo, la renta variable ha superado la inflación en un 7% anualizado.
Los datos también muestran que mantener las inversiones en renta variable durante largos periodos puede reducir en gran medida la posibilidad de que los clientes pierdan dinero. Si un inversor hubiera invertido sólo durante un mes en los últimos 100 años, habría perdido dinero en términos reales en torno al 40% del tiempo. Si hubiera invertido entre 5 y 10 años, este porcentaje se reduciría al 20%, y si se amplía a 20 años, no habría perdido dinero en ningún periodo ajustado a la inflación.
Así, opina Hepburn, «si el cliente tiene objetivos a largo plazo para su dinero, existe una clara justificación para invertir parte del mismo en renta variable, siempre y cuando está preparado para experimentar algunos altibajos por el camino. No obstante, tenga en cuenta que la rentabilidad pasada no garantiza la rentabilidad futura. El valor de las inversiones puede subir o bajar y es posible que no recupere la cantidad invertida inicialmente».
3.- La complejidad de estimar la entrada o salida del mercado. Uno de los aspectos más importantes de la inversión es dedicar tiempo a los mercados en lugar de intentar buscar el mejor momento para comprar o vender, así lo apunta la experta. La historia demuestra que intentar predecir el momento más oportuno para invertir es muy difícil y rara vez funciona a largo plazo.
Desde Schroders se han analizado algunas de las mayores caídas de los mercados y la duración de la recuperación. En las once ocasiones anteriores en las que la bolsa estadounidense cayó un 25% o más, el mercado tardó una media de 1,8 años en recuperarse. Si los clientes se hubieran pasado al efectivo en esos casos, habrían tardado, por término medio, más del doble de tiempo en recuperar sus pérdidas.
4.- No ponga todos los huevos en la misma cesta (efectivo).«Los inversores con una cartera típica 60:40 de renta variable y renta fija experimentaron el año pasado uno de los peores ejercicios de su historia. Sin embargo, los periodos en los que la renta variable y la renta fija pierden dinero al mismo tiempo han sido raros y esperamos que sigan siéndolo. Los bonos, a pesar de vivir un ejercicio especialmente débil el año pasado, pueden desempeñar dos funciones: diversificación y aporte de ingresos.
Durante la última década, en un contexto de inflación baja y constante y tipos de interés en mínimos históricos, los bonos proporcionaron muy pocos ingresos, pero fueron un diversificador muy eficaz frente al riesgo de la renta variable. Con una mayor incertidumbre en torno a la inflación, los bonos ofrecen ahora tipos de interés bastante atractivos y pueden generar unos ingresos relativamente saludables para las carteras», apunta la experta.
5.- Todos somos intrínsecamente reacios a las pérdidas, especialmente cuando se trata del dinero que tanto nos ha costado ganar. La aversión a las pérdidas es una respuesta natural de nuestro comportamiento; tenemos aversión a perder dinero. Sin embargo, acertar perfectamente el momento de entrar y salir de los mercados es casi imposible, por lo que sigue siendo importante desarrollar objetivos de inversión a largo plazo, construir una cartera diversificada en múltiples clases de activos y ceñirse al plan de inversión reduciendo en la medida de lo posible los sesgos conductuales inherentes.
Los clientes deben ser sinceros consigo mismos sobre su disposición a aceptar posibles pérdidas en sus inversiones por la posibilidad de obtener mayores rentabilidades. Comprender y mantener un plan financiero establecido con un asesor financiero es crucial.
Tal y como considera Hepburn, «el debate entre efectivo e inversión es un ámbito en el que muchos clientes se beneficiarán de un apoyo continuo. Discutiendo la cuestión con sus clientes, los asesores pueden proporcionarles la «tranquilidad» que buscan, además de ayudarles a garantizar que sus inversiones se encuentran en el lugar adecuado para alcanzar sus objetivos financieros».