Los mayores tienen un conocimiento financiero superior al del resto de la población, ahorran menos, pero invierten más. Esta es una de las principales conclusiones del estudio “Conocimientos y hábitos financieros de la población mayor en España” del Observatorio del Ahorro Familiar, de la Fundación IE y la Fundación de la Mutualidad de la Abogacía. El estudio ha analizado el comportamiento de personas entre 55 y 74 años, un grupo que puede llegar a ser heterogéneo, por lo que lo han subdividido en dos segmentos: población en edad de trabajar (55 a 64) y de jubilación (65 a los 75).
Para analizar sus conocimientos financieros, se les ha preguntado por conceptos financieros como interés o inflación y sobre los vehículos más habituales para el ahorro como, por ejemplo, fondos de pensiones o de inversión. “A mayor edad, mayor conocimiento. Solo en la inflación no hay esa diferencia”, explica Laura Núñez-Letamendia, directora del estudio. Además, existe brecha de género: los hombres aciertan más que las mujeres.
En cuanto al ahorro, la franja de más edad ahorra menos, un dato que no sorprende. Sin embargo, a pesar de que ahorran menos, mucha más proporción contrata vehículos que invierten en los mercados financieros. Concretamente, el porcentaje que ahorra es 8 puntos porcentuales inferior a la media, pero el porcentaje que invierte es 10 puntos porcentuales superior. “La diferencia es muy grande y llama la atención. Habría que indagar porqué, no tengo explicación”, ha confesado Nuñez-Letamendia.
Uno de los hallazgos que la experta ha tachado de más preocupante es que el 50% de los encuestados percibe que el entorno institucional y social no propician el ahorro. “Es grave porque para cualquier comportamiento la norma social es fundamental. Se debe reflexionar qué estamos haciendo mal”, advierte. “¿Cómo es posible que el entorno no empuje al ahorro? Es algo urgente que cambiar”, insiste.
Más asesoramiento, pero menos planificación financiera
Estas decisiones de ahorro e inversión las toman con el apoyo de un asesor financiero. Según el estudio, a mayor edad, más empleo del asesoramiento formal. “Los jubilados están muy satisfechos con ese asesoramiento, del otro segmento el 11% reporta que no está satisfecho frente al 3% de los jubilados”, matiza la experta. Sin embargo, a pesar de que el porcentaje que recibe asesoramiento es superior (70%), a la hora de planificar sus vidas su situación es ligeramente peor, el 73% no planifica. “Invita a una reflexión de qué asesoramiento estamos dando, tiene que ser integral y estar en base a la vida de esa persona”, alerta.
Respecto a los productos, los fondos de inversión y pensiones son claramente la preferencia, aunque destaca que los más mayores tienen más preferencia por las acciones. “Las acciones no son lo más adecuado para los hogares, lo mejor son vehículos que diversifiquen”, aconseja Núñez-Letamendia. Asimismo, destaca que el porcentaje de ahorradores e inversores en esta franja de edad está más preocupado por la sostenibilidad medioambiental que el resto de la población.
Los mayores padecen estrés financiero
El estudio ha reservado un apartado para analizar el bienestar y estrés financiero de esta franja de la población. Para ello, han usado la escala del Consumer Financial Protection Bureau (CFPB) que mide el bienestar teniendo en cuenta elementos como la seguridad financiera y la capacidad de elección, tanto a presente como futura.
En base a esto, el estudio concluye que los mayores padecen un estrés financiero bastante elevado. Dentro de este grupo, los jubilados son los que menos estrés financiero perciben. En cuanto al estrés debido a la falta de seguridad a futuro, la franja más joven tiene un estrés superior y los jubilados, de nuevo, perciben en menor medida este estrés. Si nos vamos a la medición del estrés que tiene que ver con capacidad de elección, se repite la dinámica.
“Nos llama la atención esta diferencia tan radical entre los dos subgrupos. Nos parece que puede tener sentido, el mercado laboral da incertidumbre a la franja de los más jóvenes, los cuáles pueden sufrir el impacto del paro de larga duración, o la emancipación tardía de los hijos, lo que aumenta la presión en el hogar”, describe la autora del estudio.