En este contexto, en el que los clientes cada vez más invierten como viven, actúan en remoto, aprecian la relación personal cuando ésta añade valor, e incorporan esa mayor conciencia económica y social a la toma de decisiones financieras, la planificación y un asesoramiento profesional se vuelven más importantes. Por ello, Banca March ha elaborado un decálogo o principios básicos que, desde su experiencia, describen al ahorrador o inversor que quiera guiarse con éxito en las decisiones sobre dónde depositar su dinero.
La liquidez cuesta dinero. Reducir al mínimo necesario la liquidez, puesto que está y seguirá penalizada doblemente por unos tipos negativos y una inflación al alza.
Apoyarse en asesores financieros cualificados. MiFID II ha traído innumerables beneficios para el inversor, mejorando la transparencia, eliminando el conflicto de interés y exigiendo una cualificación certificada a los asesores financieros.
Delegar en profesionales las decisiones de carácter más táctico. Sólo un gestor profesional pensaba qué hacer con su dinero en mitad de marzo del 2020 y disponía de los medios para sacarle partido a la crisis
Diversificar al máximo las carteras. No es una cuestión de número de productos, sino de realizar apuestas verdaderamente distintas, lo cual implica invertir en todo tipo de estrategias y mercados.
Gestión activa. Los mercados reaccionan con mucha rapidez a los cambios o a la expectativa de que sucedan. Estamos asistiendo a procesos violentos de rotación geográfica, sectorial o incluso de estilo que exigen una adaptación continua de las carteras.
Invertir a largo plazo y planificar adecuadamente el uso de la liquidez inmediata. Para aquella parte del ahorro que no exige una disponibilidad inmediata existen inversiones a muy largo plazo en las que obtener una prima a cambio de la iliquidez temporal.
Apostar por los llamados mercados privados. El capital riesgo, la deuda no cotizada, las infraestructuras o el inmobiliario, frente a las propuestas que ofrecen una liquidez inmediata, mejoran la diversificación, impiden la decisión precipitada y, con ello, mejoran la relación riesgo/rentabilidad.
Hacerlo bien y hacer el bien. Incorporar el análisis de aspectos no financieros a la toma de decisiones, como los sociales o los medioambientales, no sólo no penaliza la rentabilidad, sino que contribuye a mitigar algunos riesgos.
Incorporar estrategias alternativas, no tradicionales. Aportan un rendimiento asimétrico, menos expuesto a la dirección de los mercados y más a la pericia de los gestores para aprovechar las divergencias en el comportamiento de activos, regiones, sectores o estilos.
Usar cuidadosamente el apalancamiento. En un entorno de tipos reales negativos puede ser una manera interesante de mejorar la rentabilidad, pero con ciertos límites que no estrangulen la inversión en el momento más inoportuno.