Los inversores internacionales han considerado tradicionalmente al mercado de valores japonés como un territorio poco atractivo debido a su baja rentabilidad y a su poco dinamismo, pero según el gestor en renta variable nipona Dan Carter, hay errores graves en este análisis que pasan por alto interesantes oportunidades para la inversión activa en el país, según explicó el experto en el último Virtual Investment Summit organizado por Funds Society y Jupiter AM. (Puede volver a visualizar el evento haciendo click en este enlace. Contraseña: VIS_Jupiter_03)
Carter, con más de 10 años de experiencia como gestor especializado en Japón a sus espaldas, explicó que el país cuenta con unas características socioculturales y económicas únicas que es indispensable comprender para poder invertir con éxito en sus mercados. Uno de los que más condiciona la actividad económica es su particular pirámide poblacional, marcada por el envejecimiento de los ciudadanos del país, donde más del 29% de la población es mayor de 65 años, frente a un porcentaje del 18% de media en la OCDE, según explicó.
De este factor en concreto derivan muchas de las otras variables que condicionan las particularidades del país, ya que una población envejecida implica un menor consumo (0,3% de incremento anual frente al 1,1% de la OCDE), algo que tradicionalmente ha espantado a los inversores pero que para Carter no es necesariamente «malo en sí mismo». Por otro lado el descenso de la población activa es más acusada, lo que obliga a hacer una previsión a la baja del crecimiento económico, según señaló.
Equipos de transporte, robótica, componentes electrónicos y maquinaria
El experto en Japón argumentó que, mediante una aproximación activa, los mercados de Japón pueden ofrecer interesantes oportunidades para la inversión extranjera. “Como un inversor activo, Japón es ciertamente uno de los mejores sitios del mundo en los que estar”, aseveró. Pero para ello es imprescindible conocer una cultura muy diferente a la occidental, así como su economía, con sus fortalezas y debilidades. “¿En qué es bueno Japón? Es un gran exportador de equipos de transportes, componentes electrónicos, entre ellos semiconductores, robótica y maquinaria en general”, enumeró el gestor.
El país, que un día fue líder indiscutible en la fabricación de electrónica de consumo con marcas como Sony, está ahora a la sombra de nuevas potencias como China y Corea del Sur, que aprovecharon el tirón de la revolución digital para escalar posiciones en el mercado. Pero las empresas japonesas han encontrado en la especialización la respuesta a este desafío. “En estos últimos años las compañías japonesas se han puesto al día, y de hecho la dependencia de la tecnología analógica ha incrementado. Han acumulado habilidad para fabricar con una precisión extremadamente alta componentes como semiconductores o chips, algo en lo que japón es únicamente bueno”, sostuvo.
Por otro lado, según explicó Carter, “lo que el país no tiene es espacio”. Debido a la superpoblación y a su geografía accidentada, Japón no puede desarrollar una agricultura lo suficientemente potente como para alimentar a su población, por lo que las importaciones están marcadas por los productos alimentarios, así como por los recursos minerales, los combustibles fósiles y otras materias primas.
El mercado nipón: la ineficiencia como oportunidad
En cuanto al mercado de valores, dos factores muy importantes para analizarlo son su bajo precio, algo que es bueno «en sí mismo», y sobre todo sus “enormes” dosis de ineficiencia. “El mecanismo para descubrir el precio en el mercado valores es verdaderamente imperfecto, muy lento e ineficiente. Pero en realidad es una gran oportunidad porque es esa ineficiencia la que puede proporcionar retornos extra”, desveló Dan Carter.
“Muchos inversores me dicen que su exposición a Japón es pasiva porque es un país que está muy lejos cultural y físicamente, y como no lo conocen no quieren cometer un error grave. Considero que esta aproximación es un error ya que en un mercado ineficiente puedes aprovechar dicha ineficiencia para batir al mercado mediante la inversión activa”, explicó el gestor. La inversión pasiva, en cambio, se ve lastrada en sus índices por la existencia de una “larga cola” de empresas que no son rentables y que, en una economía de mercado como la occidental, habrían quebrado, explicó el gestor.
Se trata de una de las particularidades del capitalismo japonés, un sistema en el que, como también apuntó el gestor, la relación entre el rendimiento de los dividendos y el crecimiento no es tan inversamente proporcional como en otros países o regiones. Otra característica tradicional del sistema japonés era la poca atención que se prestaba a factores como la gobernanza o el interés en los stakeholders, algo que está empezando a cambiar. “Ya no son vistos como un estorbo sino como actores que pueden aportar valor y con los que se puede colaborar”, explicó.
La inversión socialmente responsable en Japón
En relación con este aspecto, Dan Carter se refirió también a la “falsa” presunción de que las políticas ESG están menos desarrolladas en Japón. El problema, según afirmó, es que en Japón estos criterios no siguen exactamente los paradigmas occidentales, por lo que a pesar de estar integrados “desde hace mucho tiempo” en su sociedad, pasan desapercibidos para los inversores occidentales debido a las diferencias culturales.
Un ejemplo es el Sanpō yoshi (satisfacción a tres bandas), un filosofía de negocios que se basa en que la actividad empresarial siempre tiene que beneficiar a la sociedad. “El problema es que hablan un idioma diferente, tanto en sentido literal como culturalmente. No juegan al mismo juego, pero están en el mismo camino que el resto de compañías a nivel internacional”, resumió.
Otro aspecto tratado en el webinar fue el impacto de la crisis en Ucrania para la economía japonesa. Según Carter la exposición directa de Japón a Rusia es muy pequeña (Rusia representa solo el 1% de las exportaciones japonesas), aunque hay más exposición en sectores concretos como por ejemplo el del tabaco (el 15% de las importaciones japonesas de tabaco vienen de Rusia).
No obstante, aunque la exposición directa es escasa, la disrupción que la crisis ha causado en los mercados sí que va a afectar a Japón, un país donde un 60% de las ventas del mercado provienen en última instancia del extranjero. Japón es especialmente dependiente de las importaciones de hidrocarburos, por lo que el incremento en los precios va a suponer un importante impacto en el medio plazo, como también lo va a tener la escasez de neón y paladio, gases indispensables para la fabricación de microchips.
China y Japón: una relación contradictoria pero económicamente estrecha
Otro cantar es la relación con China. El país es de lejos el mayor socio comercial de Japón, que necesita importar de China la clase de productos que prácticamente todo el mundo importa de China, mientras que exporta tecnología avanzada, robots, automoción, ordenadores y maquinaria al gigante asiático. La relación entre Japón y China es una relación compleja que todavía arrastra los traumas y conflictos en los que ambos países se enfrentaron durante el siglo XX, lo que explica que, aunque políticamente sea muy fría, económicamente es muy estrecha e interdependiente.
Preguntado sobre si Japón puede ser un paraíso seguro para la inversión en divisas, el gestor expresó sus dudas de que lo sea en el corto plazo. “Un extranjero inversor que invierta en moneda japonesa sin criterio es posible que obtenga yields negativos. Hay un fuerte factor que empuja hacia el debilitamiento del yen y es el alto precio del petróleo y el gas. Hay yenes yéndose del país para comprar eso, lo que debilita al yen”, explicó.
No obstante, Dan Carter cree que en el largo plazo el yen sí que puede desempeñar ese papel de reserva de valor frente a otras monedas, ya que “si miras las tendencias Japón se caracteriza por sus tendencias deflacionistas y no tiene posibilidades de ser un país muy inflacionista”, afirmó.