La COP26 toca hoy a su fin dejando un reguero de sentimientos encontrados. Los más escépticos critican que todo queda en una bonita declaración de intenciones ante la falta de medidas concretas. Sin embargo, los más optimistas se agarran al histórico acuerdo climático entre China y Estados Unidos, así como a las pequeñas victorias como, por ejemplo, que los países actualicen sus planes climáticos el próximo año.
“Aunque el 90% de la economía mundial se ha comprometido a alcanzar las emisiones netas cero en los próximos 30 o 50 años, las ambiciones siguen siendo inferiores a los objetivos de París”, apunta Silvia Dall’Angelo, economista senior del negocio internacional de Federated Hermes. Según las estimaciones de la AIE, los compromisos actualizados de los gobiernos situarían al mundo en una trayectoria de calentamiento postindustrial de 1,8°C, frente a los 2,1°C de antes de la COP26, pero todavía por encima del crucial umbral de 1,5° C.
“La falta de detalles que sustentan los compromisos sugiere que existe el riesgo de que la COP26 haya sido un ejercicio de diplomacia del cambio climático que enmascare un déficit de capital político, una sensación que se ha visto reforzada por la destacada ausencia del presidente chino Xi. Además, la división entre las economías avanzadas y en desarrollo no se ha abordado demasiado, lo que implica una carga injusta para las segundas”, añade Dall’ Angelo.
El equipo de Portocolom AV considera que durante estas dos semanas se han llegado a acuerdos importantes, pero demasiados compromisos han sido voluntarios y sin carácter vinculante. “105 países suscribieron el compromiso para reducir un 30% para 2030 las emisiones de metano, un potente gas de efecto invernadero que tiene grandes focos de emisión en instalaciones de hidrocarburos, determinados cultivos agrícolas y explotaciones ganaderas. Sin embargo, China, Rusia e India que se resistieron a firmarlo, suponen el 35% de emisiones de metano. Más de 100 países, entre ellos Brasil, dieron su respaldo a un acuerdo mundial para poner fin a la deforestación en el 2030”, destacan.
Para Giles Moëc, economista jefe de AXA Investment Managers, la principal conclusión de esta COP puede ser que “nos debamos centrar menos en promesas genéricas y más en la implementación de estas”. Si bien Moëc reconoce “el progreso visto en la COP26 la semana pasada, como la conversión anunciada de India al cero neto, aunque solo para 2070, o el ambicioso acuerdo sobre el metano”, considera que “algunas de las alianzas creadas en la COP26 se prestan a una imprecisión en la implementación”. “La política comercial podría convertirse en el canal principal de la geopolítica del carbono, potencialmente a un coste económico considerable para todos los interesados», advierte.
Mirando el vaso medio lleno, la economista senior del negocio internacional de Federated Hermes reconoce que un punto positivo ha sido que el sector financiero ha intensificado sus esfuerzos en la lucha contra el cambio climático, comprometiendo 130 billones de dólares de capital para lograr una economía neta cero en 2050, bajo la Alianza Financiera de Glasgow para la Red Cero (GFANZ). “La cifra principal, que probablemente exagera los avances, robó la luz al progreso en los debates sobre aspectos cruciales como la necesidad de armonizar las normas ESG y el papel de los bancos centrales y los reguladores. En este sentido, la Fundación IFRS anunció la creación de un Consejo de Normas Internacionales de Sostenibilidad (ISSB), mientras que la Red para la Ecologización del Sistema Financiero (NGFS) se comprometió a explorar nuevas y mejores formas de integrar las consideraciones sobre el cambio climático (y la biodiversidad) en la política monetaria”, apunta.
En este sentido, los expertos de Portocolom AV también destacan otras cuatro alianzas para detener la financiación con dinero público de inversiones en combustibles fósiles en el extranjero; poner fecha al fin del carbón; prohibir las nuevas exploraciones de petróleo y gas; y fomentar las energías limpias. “Por separado, las naciones ricas, incluidos los EE.UU. y el Reino Unido, anunciaron 8.500 millones de dólares para acelerar la transición energética de Sudáfrica. África es el menor emisor de gases de efecto invernadero, y sin embargo el más vulnerable al cambio climático”, añaden.
Susannah Streeter, analista senior de inversiones y mercados de Hargreaves Lansdown, reconoce que, probablemente, los esfuerzos colectivos de la COP26 sean decepcionantes para muchos activistas del clima, pero considera que la presión de los inversores para que se tomen nuevas medidas para reducir las emisiones y actuar de forma más responsable seguirá aumentando en los próximos meses y años. “Los inversores están demostrando que están dispuestos a movilizar su dinero cuando se apoye a empresas con buenas credenciales de sostenibilidad, incluso sin una nueva dirección de los gobiernos”, afirma.
En este sentido, la firma de servicios financieros detecta una clara división en cuanto a la importancia de las cuestiones ESG a la hora de invertir según la edad. Su última encuesta muestra que la inversión responsable es más importante para los jóvenes que para los mayores. “Invertir en empresas responsables es más importante para el 44% de los jóvenes de 18 a 34 años que ganar el máximo dinero posible. Entre los mayores de 55 años, el 27% afirma que invertir en empresas responsables es más importante. Aunque los baby boomers tienen más peso financiero ahora, la Generación Z irá flexionando cada vez más sus músculos monetarios en las próximas décadas y las empresas consideradas responsables con el planeta, los empleados y la sociedad en general, atraerán sus inversiones”, apuntan.
La frontera de la biodiversidad
A la sombra de la COP26 y sus conclusiones, se ha celebrado otra cumbre que las gestoras consideran determinante: la COP 15 de las Naciones Unidas sobre la biodiversidad. En opinión de Abbie Llewellyn-Waters, directora de Inversión Sostenible de Jupiter AM, el tema que marca esta otra COP será la próxima frontera para los inversores sostenibles.
“Sabemos que el 50% del PIB mundial depende de la biodiversidad y, sin embargo, seguimos utilizando los recursos de la naturaleza mucho más rápido de lo que pueden reponerse. Por ejemplo, el 75% de los cultivos que producen alimentos para el ser humano dependen de la polinización animal, pero hay pruebas de que las prácticas agrícolas, el cambio climático y el uso de pesticidas están provocando la disminución de las poblaciones de polinizadores. Y ese impacto se sentirá en todo el ecosistema natural, con implicaciones mucho más amplias para nuestra economía y nivel de vida”, explica Llewellyn-Waters.
Esta cumbre sobre la biodiversidad consta de dos partes y su objetivo es proteger la diversidad de las especies vegetales y animales y garantizar el uso sostenible de los recursos naturales. “Será crucial, para establecer un nuevo marco de respuesta coordinada para proteger la biodiversidad e invertir su pérdida que deberá ser mucho más fuerte que los esfuerzos anteriores, cuyos objetivos no se han alcanzado en general”, concluye la directora de Inversión Sostenible de Jupiter AM.