Para aquellos que están disfrutando de unos días de vacaciones, calurosos en el hemisferio norte y fríos en el hemisferio sur, Erik Knutzen, director de Inversiones y Multi-Asset Class de Neuberger Berman, propone como tema de lectura una revisión de la importancia milenaria de Ucrania para el comercio mundial, que nos ayudará a entender por qué el conflicto actual podría ser otro golpe de gran impacto contra la globalización.
“Hace cinco años, mi primera recomendación fue Guerra y Paz, una novela épica ambientada en el Imperio Ruso durante las guerras napoleónicas que me recordó la importancia de recordar la situación más general. Tres años después, atrapado en casa durante la pandemia de 2020, la serie de televisión Chernóbil me ayudó a reflexionar sobre la capacidad de recuperación, la planificación anticipada y la redundancia estratégica de nuestros sistemas y carteras frente a las catástrofes. Los acontecimientos actuales me han llevado de nuevo a esa situación a la hora de hacer las recomendaciones de este año”, afirma Knutzen.
En este sentido su propuesta es: Las puertas de Europa: Pasado y presente de Ucrania, de Serhii Plokhy. “Es un atractivo estudio de esta parte del mundo cambiante, culturalmente diversa y a menudo conflictiva; y según mi parecer ofrece muchos recordatorios de lo importante que ha sido Ucrania, durante milenios, para el comercio y la economía mundial”, afirma. En su opinión, sus páginas son un gran recordatorio de que la historia nunca está realmente en el pasado, sino que siempre está a un giro de los acontecimientos de ser nuestro mañana.
Según explica, tal y como revela el libro de Plokhy, las primeras referencias a la región en la literatura occidental se refieren al comercio. A mediados del siglo V a.C., el historiador Heródoto describió la abundancia de comercio valioso procedente de las tierras al norte del Mar Negro, donde los colonos griegos habían construido comunidades prósperas con fuertes conexiones con los escitas locales. Cuatro siglos y medio después, las cosas habían cambiado. El poeta romano Ovidio, exiliado en Tomis, en la actual Rumanía, escribe sobre cómo los “salvajes” sármatas se hicieron con el control de la región, convirtiéndola en un reducto inhóspito de “heladas y enemigos” más allá de los límites del Imperio Romano y sus redes comerciales. Desde los primeros tiempos, por tanto, surge una idea clave sobre el país que hoy conocemos como Ucrania: Cuando tenemos un ambiente pacífico y abierto, el comercio mundial fluye; cuando es violento y cerrado, mucho comercio queda bloqueado.
En opinión de Knutzen, si echamos un vistazo a un mapa podremos saber el motivo. “Ucrania es una encrucijada norte-sur y este-oeste en la vasta masa terrestre euroasiática, que conecta Europa central y occidental con los suelos fértiles y la geología rica en minerales de Eurasia, y el Báltico y el noreste de Europa con el Mar Negro y el mundo mediterráneo. El Mar del Sur de China y el Canal de Suez son algunas de las rutas comerciales más críticas y geopolíticamente sensibles del mundo moderno, pero las tierras al norte del Mar Negro son su antiguo precursor y, como hemos aprendido este año, siguen siendo fundamentales”, explica.
Cuatro duros golpes
Según reconoce el CIO de Neuberger Berman, el conflicto de Ucrania tiene profundas ramificaciones geopolíticas, humanitarias, militares y estratégicas, pero también podría convertirse en el cuarto martillazo contra siete décadas de globalización.
“El final de la Segunda Guerra Mundial, la caída del Muro de Berlín y la entrada de China en la Organización Mundial del Comercio fueron tres momentos fundamentales en el progreso de la globalización. El primer acontecimiento estableció las instituciones para hacerla realidad y los otros abrieron esas instituciones al mundo. La Gran Crisis Financiera de 2007-09 fue el primer gran revés. La crisis puso de manifiesto la fragilidad potencial que conlleva la compleja interconexión de los mercados mundiales, financieros y reales, y provocó un aumento de las medidas proteccionistas en muchos países. El Brexit y las elecciones estadounidenses de 2016, que provocaron la fractura de las relaciones comerciales dentro de Europa y entre los Estados Unidos y China, fueron el segundo golpe: una reacción populista contra los beneficios desiguales de la globalización. Después llegó la pandemia del COVID-19, y todo lo que reveló sobre la vulnerabilidad de las cadenas de suministro de alcance mundial, hipereficientes y justo a tiempo (just-in-time)”, explica.
¿Y las lecciones de desglobalización del conflicto en Ucrania? Según su visión, la clase todavía no ha terminado, pero las primeras conclusiones son que, incluso en nuestra era postmoderna de alta tecnología, la geografía sigue importando, y las fuentes de algunas de nuestras necesidades más básicas –alimentos y energía– están quizás más concentradas y con más riesgo de lo que habíamos anticipado. “También parece estar endureciéndose un retorno a los bloques comerciales segmentados al estilo de la Guerra Fría, que ya estaban resurgiendo debido a las tensiones entre los Estados Unidos y China sobre la importancia estratégica de los semiconductores, los datos y la infraestructura tecnológica”, añade.
Desglobalización
Aunque el objetivo de Knutzen es hacer una recomendación para que leamos estas vacaciones, no puede resistirse a comentar lo que todo esto significa para los inversores. En este sentido, afirma: “Creemos que estamos en un retroceso sostenido de la globalización. No creemos que esos cuatro golpes sean acontecimientos aleatorios y aislados. Las crisis financieras pueden agrandar las desigualdades económicas mundiales; la desigualdad alimenta el populismo; el populismo genera conflictos; las pandemias, que se propagan a través de las rutas comerciales y de viaje a nivel global, pueden exacerbar las desigualdades y alimentar más llamamientos populistas para endurecer las fronteras, así como provocar la reestructuración de las cadenas de suministro”.
En su opinión, la era de la globalización redujo los costes de la mano de obra y de las mercancías, mantuvo a raya la inflación y los tipos de interés, elevó la parte del crecimiento que corresponde al capital y disminuyó las primas de riesgo que se cotizan en los activos financieros. “Si utilizamos tan solo una métrica sencilla, el múltiplo precio-beneficio a futuro del índice S&P 500 tuvo un promedio de menos de 15 veces en los 35 años anteriores a la caída del Muro de Berlín, pero más de 20 veces después”, argumenta.
Por último, reconoce que la desglobalización parece estar revirtiendo todas esas cosas. “Es probable que eso haga más difícil cumplir los objetivos de rentabilidad a largo plazo corriendo el mismo nivel de riesgo, y más peligroso confiar en los bonos para diversificar la renta variable. Creemos que será necesario un enfoque más activo de la inversión, y un enfoque más flexible de la diversificación: entre regiones; entre estilos; entre mercados líquidos e ilíquidos; y entre activos financieros y reales”, concluye.