Forbes decía el 13 de enero que Telluride asombra con su encanto, escenarios y magnífico esquí; 13 días después, Vogue revelaba en un artículo sus mejores y sus nuevos tesoros gastronómicos y de hospedaje; los lectores de Conde Nast Traveller la han elegido mejor estación de esquí de Estados Unidos, y los de la revista líder del sector, Ski Magazine, la han nombrado North America’s Best for Overall Satisfaction en el ranking correspondiente a la temporada 2016-2017, además de encabezar la clasificación específica de paisaje y carácter.
Y sin embargo, no es tan conocida como otras grandes estaciones. Quizá, precisamente, por ese carácter discreto que enamora a los que la visitan. En Telluride no hay cadenas de comida rápida, no tienen tienda las firmas de moda más conocidas ni las cámaras persigue a los famosos -que los hay, y muchos- porque los famosos y los millonarios van allí a “estar”, no a “dejarse ver”.
Telluride es una estación de esquí familiar muy exclusiva, en los terrenos a lo largo del río San Miguel que una vez conocieron como The Valley of Hanging Waterfalls los indios de la tribu Ute, a la que no es fácil llegar. Tiempo después de que los españoles desplazaran a los indios, en 1875 llegó a la ciudad la fiebre del oro y, con ella, mineros y aventureros que vieron sus ansias de fortuna bien recompensadas en sus fructíferas minas, que atrajeron incluso a Butch Cassidy, quien robara el San Miguel National Bank del centro de la población.
Hoy, lejos ya sus inicios mineros, son millonarios y famosos -que no quieren ser tratados como tal- los que pasean por sus calles sin semáforos con aire desenfadado. Muchos de ellos, como Oprah Winfrey o Ralf Lauren, poseen propiedades, pero son muchos los que recurren al alquiler de mansiones -que permiten mayor discreción y se adaptan mejor a las necesidades de cada uno-, o se alojan en establecimientos hoteleros -entre los que tampoco se encuentran las grandes cadenas del lujo-.
“Una casa ski in ski out de 4 habitaciones en Mountain Village se alquila por alrededor de 2.000 dólares la noche, pero el precio baja si estas dispuesto a andar unos metros. Claro que si quieres piscina, bolera y campo de tiro quizá tengas que gastarte 10.000 la noche”, explica Christina Casas, una empresaria de Barcelona, afincada en Miami durante 20 años que fundó Telluride Rentals, hoy tiene prácticamente en exclusiva el alquiler de las mansiones de Telluride, y acaba de lanzarse a por el mercado del turismo americano de super lujo en Barcelona, Costa Brava y Baleares. Según ella, “los precios de compra se han disparado en el pueblo y los alquileres han subido también, aunque todavía se encuentran ofertas en Mountain Village (el pueblo de arriba, en pistas) que seguro no tardan en coger carrera”.
El dominio esquiable ofrece 125 pistas, de las que el 23% son para principiantes, el 36% de nivel intermedio y el 41% está reservado a esquiadores de nivel avanzado o expertos. El pueblo se encuentra a 2.659 metros de altitud y la estación supera la cota de los 4.000, aunque el remonte más alto llega hasta los 3.831 metros. Los remontes dan cabida a más de 22.300 esquiadores por hora, lo que hace que no se formen colas para acceder a las cumbres.
Mención especial merece la oferta gastronómica de esta pequeña población que, sin los nombres de los grandes chefs premiados internacionalmente, compite en condiciones de igualdad con la calidad de cualquier gran ciudad, ya sea en pistas como fuera de ellas. Quizá su más emblemática terraza -a 12.000 pies de altura y solo accesible esquiando- es la de Alpino Vino, un local que ofrece una enorme variedad de caldos para disfrutar de unas vistas únicas.