Sólo el 12% de los educadores -de la etapa previa a la universidad– imparte formación financiera en su aula. Más aún, sólo el 31% de los maestros se siente cómodo impartiendo educación financiera en clase, el 51% “moderadamente cómodo” y el 18% nada en absoluto, según el informe Bridging the Financial Literacy Gap: Empowering teachers to support the next generation, recientemente publicado por PwC.
El 67% de los profesionales de la educación piensa que esta formación debería iniciarse en educación primaria y el 65% muestra su temor a que los niños no estén recibiendo ninguna educación financiara en casa. Los maestros más jóvenes, los millennials, son los mayores defensores de la inclusión de esta formación en las aulas y hay más del doble de probabilidades de que un millennial busque fondos para impartir esta materia que sus colegas más adultos. Los profesores citan enormes beneficios en dotar de formación financiera a los jóvenes y afirman que los niños que la reciben más tempranamente están mejor preparados para presupuestar, planificar el futuro y entender el endeudamiento y tomar decisiones.
Aunque la responsabilidad de formar financieramente a los hijos ha recaído tradicionalmente en las familias, los profesores la consideran, cada vez más, una tarea compartida que las instituciones deberían asumir desde cursos tempranos. Las cuatro barreras que identifican los educadores son: la falta de curriculum, de cualificación, de material y que la materia no se identifica como una aptitud crítica de cara a la formación superior.