Son muchos los factores que pueden determinar la obtención de unos resultados superiores y constantes en un proceso activo de inversión. A pesar de que ningún factor ofrece ventaja alguna a un gestor habilidoso, en el informe «No todos los gestores activos son creados iguales: qué buscar y por qué», Chris Wagstaff, director de Educación en Inversión y Pensiones de Columbia Threadneedle Investments, enumera, con fundamento empírico, las cualidades que debería tener un buen gestor activo:
- Observancia de un proceso de inversión contrastado y repetible que englobe los procesos de valor añadido y las ideas de inversión del gestor.
- Aplicación de las tres «C», convicción, contracorriente y concentración: posiciones de la cartera de firmes convicciones, un pensamiento a contracorriente/independiente, y una elevada concentración de la cartera.
- Mantener una actitud de invertir para ganar, que se manifiesta normalmente a través de unos elevados niveles de exposición activa y tracking error.
- Dedicación a un único estilo de inversión de eficacia demostrada, o dedicación a un enfoque de selección de activos que ha enfatizado con éxito determinados rasgos de estilo consistentes con los resultados de inversión que se pretenden lograr.
- Planteamiento de inversión fundado en la paciencia (y que se beneficia de una mayor capacidad de previsión de los precios de los activos a más largo plazo); una rigurosa disciplina de ventas (el producto de las ventas se invierte en nuevas ideas de cartera, en lugar de distribuirlo entre las ideas existentes); un enfoque bien meditado en cuanto a rotación de la cartera, habida cuenta de los posibles efectos adversos que unos elevados costes de transacción pueden tener en la rentabilidad.
- Inclusión de los aspectos medioambientales, sociales y de gobierno corporativo (ESG, por sus siglas en inglés), que promueven una sólida gobernanza empresarial y unas prácticas de negocio y gestión sostenibles y responsables, puesto que los factores ESG revisten cada vez más importancia en las valoraciones de las empresas.
- Y por último, conjugar, en el proceso de toma de decisiones de inversión, opiniones macroeconómicas y microeconómicas desarrolladas internamente, estar abierto al debate y a los comentarios relacionados con las posiciones de la cartera, reconocer y mantener bajo control los sesgos conductistas, sobre todo, el pensamiento uniforme, la confianza sin fundamento y una aversión a adoptar posiciones que generan pérdidas y reconocer los límites de capacidad de la estrategia escogida, entre otras.