Las tradicionales neveras de las habitaciones de los hoteles llevan ancladas desde hace casi 60 años como un elemento más de su decoración desde que el Hotel Madison de Washington las inaugurara en los años 60.
En ese momento se consideraron una gran innovación y un símbolo de lujo, pero quizá lo que pocos sepan es que son obligatorias en los hoteles de 4 y 5 estrellas y resultan un quebradero de cabeza tanto para el hotel como para el cliente.
Pese a que la creencia general de que el consumo de sus productos supone un timo para el huésped, lo cierto es que tampoco constituye una fuente de ingresos notable para los hoteles. De hecho, según explica Hoteles Center, para muchos hoteles los minibares suponen un servicio deficitario, por el mantenimiento que conllevan y el conflicto que se genera a la hora de afrontar el pago de lo que se ha consumido.
Los clientes han desarrollado numerosas estrategias para evitar el cobro de lo consumido, desde rellenar con agua las botellas de alcohol hasta negar la consumición a la hora de realizar el check out. Algunos hoteles han ideado soluciones antes este tipo de conflictos, como la instalación de sensores para contabilizar el número de veces que se abre la nevera.
Lo cierto es que el minibar es un compañero forzoso en los hoteles más lujosos que ha salvado a los clientes de algún antojo nocturno. Pese a lo que pudiera parecer, hoy en día las infusiones están desbancando al alcohol y la presencia de una tetera o un calentador de agua está mucho más valorado que la botella de whiky o vodka.