Cuando se cumplen 80 años de que el pintor mexicano Diego Rivera dejará de pintar uno de sus murales en el Rockefeller Center de Nueva York, una obra que poco después fue destruida por orden de su mecenas, sale a la luz «El hombre en la encrucijada», una obra que reúne por primera vez en una publicación la historia completa del polémico episodio protagonizado por el artista y una de las familias más ricas e influyentes de Estados Unidos, los Rockefeller.
El libro fue presentado este lunes en las instalaciones del Museo Diego Rivera-Anahuacalli de la Ciudad de México. Los realizadores explicaron que el libro publicado por Trilce Ediciones -a cargo de Deborah Holtz, editora y Juan Carlos Mena, director de arte-, se realizó para conmemorar el 80 aniversario de la cancelación y luego destrucción del mural que Diego Rivera realizaba en Nueva York, así como por la restauración de cuatro bocetos monumentales del pintor que se exhiben en el museo. Las restauraciones, que arrancaron en 2012, fueron posibles gracias al apoyo de Bank of America Merrill Lynch como parte del Art Conservation Project.
Entre los temas que toca y se busca dar respuesta en la publicación, que reúne fotos, misivas, recortes de periódicos, fotografías, apuntes y bocetos de la obra que fue destruida sin ser concluida, se encuentran: ¿Por qué unos magnates capitalistas contratarían a un pintor abiertamente comunista? ¿Con qué objetivo Rivera buscaría pintar en el Centro Rockefeller, símbolo del capitalismo? ¿Sabía Rivera que su mural sería destruido si plasmaba en los muros del Centro Rockefeller un tema poco congruente con el capitalismo, régimen que enarbolaban sus mecenas?.
Los organizadores recordaron que la historia comenzó cuando el industrial John D. Rockefeller contrató al pintor mexicano para realizar un mural en el vestíbulo principal de un entonces ambicioso proyecto llamado Rockefeller Center situado en la Quinta Avenida de Nueva York. El conjunto arquitectónico se proyectaba como el nuevo símbolo del mundo capitalista y paradójicamente la obra del mural fue encargada a un artista que durante muchos años había pertenecido a las filas del Partido Comunista mexicano.
A pesar de las diferencias ideológicas, arrancaron los trabajos del mural llamado «El hombre en la encrucijada», un proyecto por el que Rockefeller pagó 21.000 dólares al pintor. Cuando Rivera se pone manos a la obra se salta los bocetos iniciales y agrega la figura de Vladimir Lenin en el mural, además de las de Trostsky y Marx. Rivera tampoco perdió la ocasión de pintarse entre ellos a manera de autorretrato político. Las reacciones no se hicieron esperar y Rockefeller ordenó la destrucción del mural en 1933.
La familia se vio obligada a indemnizar al pintor tras una serie de manifestaciones celebradas por parte de la comunidad intelectual en Nueva York, así como por la presión de la prensa internacional, lo que no impidió que mandaran destruir el «infame mural». El libro publicado busca mostrar la relación que tuvieron el artista y el industrial, así como el proceso de creación del mural hasta su destrucción.
Los bocetos restaurados
Tres de estos bocetos son dibujos preparatorios hecho con carbón sobre papel kraft de 5.01 metros de altura, que corresponden a los paneles laterales del mural. En la sección izquierda, Rivera plasmó La muerte de la idolatría, en donde Júpiter toma el rayo para transformarlo en energía eléctrica que será utilizada para mejorar la vida a través, por ejemplo, de los rayos X. El panel derecho muestra La muerte de la tiranía, donde se aprecia al César romano, que tenía la imagen de la trinidad revolucionaria —obrero, campesino y soldado.
Además, se restauró una de las versiones más elaboradas del mural: un trabajo a tinta, carbón y gouache sobre papel, de poco más de tres metros de ancho. En esta versión, Rivera todavía no incluye el polémico retrato de Lenin, pero la composición se acerca a la versión plasmada en el muro del Centro Rockefeller. Finalmente, el cuarto boceto restaurado fue El agua, origen de la vida, cuyo mural se puede apreciar en el Cárcamo de Dolores en Chapultepec.
En el proceso de restauración participó como coordinadora general del proyecto Karla Niño de Rivera Torres, quien convoco a un grupo de ocho restauradoras y técnicas, entre ellas, Olga Daniela Acevedo Carrión, Alejandra Odor Chávez. Daniela Pascual Cáceres, Margarita Báez Vicke, Vanessa Ameneyro Rodríguez, Fanny Magaña Nieto, María de Montserrat Martínez Alanís y María Trinidad Ocampo Ortíz. Los principales deterioros de estos bocetos eran fragmentos fuera de tono, daños causados por fluctuaciones de humedad y temperatura, fracturas del soporte, manchas y polvo en la superficie, así como amarillamiento por oxidación, a causa de la exposición permanente a la luz.