El momento de hacer la declaración de renta suele ser agridulce. La parte negativa es el proceso de recopilación de toda la documentación relativa a nuestros movimientos dinerarios a lo largo del pasado año, así como el propio procedimiento de presentación: ya la hagamos nosotros o recurramos a otra persona, eso requiere un tiempo que dedicar al asunto. La parte positiva es que, si estamos entre el 70% de las declaraciones que, de media, en España salen a devolver, nos encontraremos con una paga extra que vendrá de maravilla a nuestras finanzas personales
El primer impulso puede ser emplear ese dinero en algún gasto extraordinario -en función del importe, claro está-: unos billetes de avión para nuestro próximo viaje, una comida en ese restaurante que tantas ganas tenemos de conocer, un nuevo dispositivo electrónico o cualquier otro capricho que queramos darnos y de normal no nos permitiríamos.
Pero si frenamos el impulso del gasto por el gasto y dedicamos unos minutos a pensar si tendríamos un destino mejor para ese dinero, podríamos llegar a la conclusión de que es una ocasión ideal para poner en marcha una estrategia de inversión que haga crecer esa cantidad y la convierta en un importe mayor. De hecho, ni siquiera tendríamos que emplear toda la devolución, bastaría con reservar la mitad, y así no tenemos que renunciar a ese pequeño capricho o a guardarlo para posibles imprevistos.
Dos ejemplos prácticos
El importe medio de devolución de la renta en España se sitúa en 802 euros. Pongamos que cada año por estas fechas tomamos 400 euros y los depositamos en una cartera bien diversificada. Y además, hacemos un pequeño esfuerzo adicional de programar una aportación mensual de 50 euros a nuestro plan de inversión. Si nos planteamos repetir este sistema durante 10 años, gracias a la magia del interés compuesto nos encontraremos con que pasado ese plazo tendríamos ahorrados 18.531 euros. Y si extendemos el plazo a 25 años nuestro patrimonio habría crecido hasta los 109.181 euros.
Una segunda hipótesis sería que en lugar de 50 euros mensuales decidiéramos aportar a 100 euros cada mes a nuestro plan de ahorro. En ese caso, en 10 años habríamos convertido la cifra en 29.649 euros, y en 25 años estaríamos hablando de 174.690 euros.
Estos cálculos los hemos realizado teniendo en cuenta un nivel de riesgo alto, que podemos permitirnos al tratarse de una inversión a largo plazo, con el que podríamos alcanzar una rentabilidad media anual de entre el 8% y el 10%. Y por supuesto, cuantos más años dejemos actuar nuestra cartera, más se multiplicaría nuestro patrimonio: si empezamos pronto en 45 años con la opción de los 50 euros mensuales tendríamos 791.795 euros, y con la de los 100 euros superaríamos el millón de euros (1.266.872 euros, exactamente).
La receta perfecta de la inversión
Es decir, con un compromiso anual de dedicar la mitad de nuestra devolución de la renta a la inversión, y de alimentar esas cantidades con una pequeña aportación mensual, añadiendo una buena dosis de paciencia para dejar actuar al interés compuesto (la ecuación más importante de la economía, que hace que nuestro dinero crezca de forma exponencial), podemos construirnos un futuro económico realmente atractivo.
Por supuesto, para ello también es necesario contar con un buen asesoramiento respecto a los productos financieros más rentables, y que nos permita tomar las decisiones más adecuada en cada momento, en función del comportamiento de los mercados. Desde Micappital recomendamos que esas inversiones no se queden solo en producto nacional, sino que recurramos a los mercados internacionales para aprovechar las mejores oportunidades. Asimismo, siempre recordamos la importancia de diversificar, de no poner todos los huevos en la misma cesta, que es una forma de minimizar el riesgo.
Con estos ingredientes –ahorro sistemático, largo plazo, diversificación y buen asesoramiento-, la receta de nuestra inversión se cocinará sin miedo a quemarse y quedará en su punto, lista para disfrutar de un futuro económico sin sobresaltos.