Un plan de pensiones es un producto de ahorro e inversión a largo plazo cuyo principal objetivo es generar una renta adicional que complemente la pensión pública una vez nos jubilemos. Lo ideal es realizar aportaciones periódicas a nuestro plan de pensiones y crear el hábito de ahorro para la jubilación nada más empecemos a trabajar.
Es un producto de baja liquidez, es decir, no podemos rescatarlo cuando queramos y solo podemos retirarlo en determinadas situaciones, como, por ejemplo, paro de larga duración o incapacidad laboral.
Una de las características de los planes de pensiones es que tienen la ventaja fiscal de reducir la base imponible en el IRPF. El límite de aportación al Plan de Pensiones es de 8.000 euros anuales y la reducción en base imponible del IRPF por aportaciones será la menor de las dos cantidades siguientes: 8.000 euros o el 30% de los rendimientos netos de trabajo personal y de actividades económicas percibidos individualmente en el ejercicio.
Los planes de pensiones no tienen porque ser conservadores y su nivel de riesgo dependerá del horizonte temporal, el perfil y tolerancia al riesgo que tenga el inversor. Por ejemplo, a alguien que acaba de empezar a trabajar y le quedan muchos años para jubilarse le interesará más que su plan invierta en renta variable. Sin embargo, si estamos próximos a la jubilación, será mejor que nuestro plan sea más conservador.