Invertir de manera sostenible significa incluir aspectos al margen de lo financiero en la toma de decisiones de inversión. Concretamente, la inversión ESG incorpora al proceso de análisis de inversión las preocupaciones medioambientales, sociales y de buen gobierno, que se agrupan en las siglas ESG o ASG en español.
Estos criterios se pueden aplicar en distintos niveles. El nivel básico son los criterios de exclusión, donde se excluyen de las carteras de inversión ciertos sectores controvertidos, como, por ejemplo, tabacaleras. El nivel intermedio de integración de criterios ESG se denomina “best-in-class” y trata de incluir en la cartera solo a los mejores de la clase o dar mayor peso en la construcción de la cartera a los mejores. El último nivel es la integración ESG, en la que se analizan cuestiones ESG en la selección inicial, due diligence, monitoreo y reporting.
Durante muchos años, la inversión socialmente responsable ha estado estigmatizada por la creencia de que la sostenibilidad comprometía la rentabilidad, sin embargo, los resultados demuestran lo contrario. Según estudios publicados por el proveedor de índices MSCI, las compañías sostenibles no solo han capeado mejor la crisis, sino que además lo han hecho obteniendo mejor rendimiento.
Además, se trata de un estilo de inversión que no para de crecer y cada año bate nuevos récords. En 2019, según un estudio de Spainsif, la inversión responsable alcanzó los 285.454 millones de euros gestionados en España, lo que supuso un incremento del 36% respecto al año anterior.