Los bonos son títulos de deuda que pueden ser emitidos por un estado, un banco o empresa. Se trata de una de las principales fuentes de financiación de las grandes empresas y administraciones públicas, ya que mediante la emisión de bonos materializan su deuda.
El emisor divide su deuda en pequeñas porciones que son los bonos, ya que los préstamos son tan grandes que no se los puede conceder un solo agente.
De esta forma, cuando compras un bono te conviertes en “tenedor” o “bonista” y tienes derecho a que ese préstamo te sea devuelto en una fecha establecida y con un interés fijo que se conoce como cupón, también previamente establecido. Por eso los bonos se consideran activos de renta fija, porque sin importar como le vaya a la empresa el tenedor va a recibir el dinero al cual se ha comprometido la empresa emisora. Sin embargo, en algunas ocasiones tienen tipos de interés variables.
Aunque es una de las inversiones más seguras, se pueden enfrentar a dos tipos de riesgo: el crediticio (la posibilidad de que el emisor no se haga cargo de la devolución del préstamo) o el riesgo de mercado (la posibilidad de que baje el precio del bono ante los cambios en los tipos de interés).
Por ejemplo, imaginemos que he comprado un bono a 10 años con cupón del 3% por 100 euros y después de comprarlo suben los tipos de interés. Esto ha provocado que ahora haya bonos en el mercado que tienen las mismas características que el mío pero con un cupón del 4%. ¿Me comprarías mi bono que da un 3% si ahora hay en el mercado uno igual que ofrece el 4%?
Para venderlo tendré que reducir su precio, por ejemplo, si lo vendo por 92 euros con la garantía que el comprador recibirá los 100 euros en 10 años, obtendrá un rendimiento parecido que si lo comprase por 100 euros con un cupón del 4%.
Por eso cuando en las noticias te digan que está bajando el mercado de bonos significa que está bajando en precio, no en rentabilidad.