Entre el mito y la realidad, la inteligencia artificial suscita numerosos fantasmas en el inconsciente colectivo. Aunque la IA constituye una fuente de progresos considerables en el ámbito de la salud. Investigación, epidemiología, prevención, diagnóstico, tratamiento,…etc. Los campos de aplicación son múltiples. Los expertos son unánimes: la IA mejorará la calidad, la pertinencia y la eficiencia de la atención sanitaria. Asimismo, contribuirá a optimizar el tratamiento y el seguimiento de numerosas enfermedades, y también a reducir los costes. A medio plazo, la IA favorecerá la emergencia de una medicina más predictiva, más precisa y sobre todo más personalizada.
Considerados durante mucho tiempo como un freno insalvable, los temores de los profesionales médicos se desvanecen. Evidentemente, el factor humano continuará siendo preponderante, aunque solo sea en relación con las cuestiones de responsabilidad. La inteligencia artificial será una mera herramienta de ayuda a la toma de decisiones. El profesional de la salud validará o no la decisión propuesta por la máquina, de acuerdo con su experiencia y sus competencias. Otra certeza: la IA no será suficiente por sí sola. De carácter no exhaustivo, la IA únicamente podrá responder a una cuestión determinada, para la que habrá sido previamente «entrenada». Para llegar desde el aprendizaje programado hasta la autonomía total, se deberán realizar enormes avances.
Trabajos prometedores
Especialmente dinámico, el sector del diagnóstico médico por imágenes concentra en la actualidad los proyectos de mayor éxito. Diversas publicaciones científicas reflejan este hecho, determinadas herramientas son capaces de detectar lesiones cancerosas con una precisión formidable, muy superior a la de los métodos convencionales. Investigadores de la Northwestern University Feinberg School of Medicine y científicos de Google AI [1] han desarrollado conjuntamente un algoritmo capaz de identificar los nódulos pulmonares malignos -en ocasiones mínimos- con un porcentaje de eficacia del 94,4%. A título de comparación, el margen de error fue más importante para los seis radiólogos que participaron en este estudio, tanto en relación con los falsos positivos (11%) como con los falsos negativos (5%). Esta IA presenta dos ventajas concretas: la detección precoz del tumor maximiza el potencial de curación, y la precisión del diagnóstico limita el recurso a los exámenes de control invasivos, caros y de riesgo.
Un mercado colosal
Impulsado por el desarrollo tecnológico y los progresos de la investigación, el mercado de la IA experimentará una expansión sin precedentes en la próxima década. El último informe publicado por el instituto ReportLinker ratifica esta tesis [2]. Con un valor calculado de 4.900 millones de dólares el pasado junio, este mercado podría alcanzar 45.200 millones en en 2026, con una tasa de crecimiento anual medio del 44,9%. Asistido por una potencia de cálculo en progresión constante, el segmento del «machine learning» adquirirá un valor especial. Consolidado gracias a la proliferación de datos sobre salud, el análisis predictivo del riesgo también lo hará. Por el contrario, la falta de recursos humanos cualificados y las reticencias de los profesionales de la salud son los dos principales obstáculos a superar. Con independencia de las previsiones, se dibuja una tendencia clara. Gracias a las numerosas inversiones realizadas en el transcurso de los cinco últimos años, Estados Unidos será la punta de lanza de este mercado.
Las palancas de la transformación
Una cosa es segura, la revolución prometida no sucederá de la noche a la mañana. La inteligencia artificial todavía está dando sus primeros pasos. Su nivel de rentabilidad es relativamente limitado. El grado de madurez de las aplicaciones propuestas actualmente es muy dispar, también en el sector de la salud. Las primeras de estas aplicaciones probablemente no serán operativas antes de varios años, en el mejor de los casos. Por muy prometedoras que sean, las hipótesis científicas resultan siempre difíciles de demostrar a gran escala.
Con el fin de optimizar el potencial de la IA, su ecosistema se deberá estructurar y formalizar, y también se deberá promover y financiar. La fiabilidad y la seguridad de las soluciones desarrolladas deberán constituir retos prioritarios para los promotores y los inversores. La medición del valor añadido y la creación de un modelo económico especializado constituirán asimismo parámetros determinantes con el fin de favorecer la implementación de estas nuevas técnicas en la atención sanitaria. Por otra parte, la puesta en marcha de una reglamentación propia para los usos digitales será inevitable. Entre la necesaria protección de las libertades individuales y la perspectiva de frenar iniciativas potencialmente innovadoras para la colectividad, la línea divisoria será estrecha. En realidad, el futuro de la inteligencia artificial dependerá en gran medida de la explotación que se lleve a cabo de los datos sobre salud que constituyen su combustible.
Observador atento de las transformaciones en curso en el sector sanitario, Candriam pretende apoyar el desarrollo de las aplicaciones más pertinentes y más útiles para los pacientes. Candriam cuenta con una red de expertos, capaces de analizar, identificar, y valorar a las empresas que producirán las soluciones tecnológicas del futuro.
Columna de Rudi Van den Eynde, responsable de renta variable global temática de Candriam.
Anotaciones:
[1] «Artificial intelligence in healthcare market with Covid-19 impact analysis by offering, technology, end-use application, end user and region – Global forecast to 2026», ReportLinker (Junio 2020).
[2] » End-to-end lung cancer screening with three-dimensional deep learning on low-dose chest computed tomography», Nature Medicine (Mayo 2019).
Unas perspectivas (muy) concretas en radiología
Con el mismo derecho que la oftalmología o la dermatología, la radiología forma parte de las disciplinas médicas más avanzadas en el ámbito de la inteligencia artificial. Comprometida desde hace mucho tiempo con un movimiento de transformación de su actividad, la profesión ganará de manera incontestable en capacidad de reacción, eficacia y precisión.
Los beneficios potenciales se han identificado con claridad, por ejemplo, la detección precoz de determinados tipos de cáncer, que podrán ser tratados con mayor rapidez. A partir de una serie de imágenes, la IA será capaz asimismo de detectar los marcadores predictivos de una patología. Asimismo, podría aportar una orientación estadística sobre la protocolización de un examen necesario, en función del paciente, de sus antecedentes o de su evaluación biológica.
La prevención del riesgo para la salud no será la única ventaja. La inteligencia artificial tendrá sin duda una dimensión práctica. La IA podría operar como un segundo dictamen médico, confirmando o descartando el diagnóstico inicial del radiólogo. La automatización de determinadas tareas contribuirá por otra parte a liberar el tiempo dedicado al examen, con la perspectiva concreta de atender a más pacientes. Como un símbolo, una explotación más amplia de los datos del diagnóstico médico por imágenes podría favorecer la investigación, la formación, y el desarrollo tecnológico.