Los historiadores podrían volver la vista hacia 2020 no solo como el año de la pandemia de COVID-19, sino también como el año en el que el liderazgo económico de Asia pasó al primer plano. Aunque todos los países han tenido que lidiar con las repercusiones del virus y han implantado medidas económicas y sanitarias para abordarlas, unas economías asiáticas tan diversas como China, Singapur, Japón y Corea del Sur han demostrado las ventajas de una contención temprana y continua.
Hasta ahora, este enfoque ha permitido a muchos países de la región recuperarse con mayor rapidez y sin algunas de las intervenciones a gran escala de las autoridades en Occidente. Ahora que nos acercamos a 2021, este hecho probablemente dé apoyo al crecimiento de los beneficios con un mayor nivel de sostenibilidad. Además, el énfasis en la sostenibilidad en todas sus vertientes (desde la reconfiguración de las cadenas de suministro hasta una economía más ecológica) parece que va a continuar en toda la región y podría acelerarse a medida que Asia se equipara, y a veces incluso adelanta, a otras regiones.
Divergencias crecientes en la política económica
Las dinámicas de Asia han cambiado. La región solía aparecer a ojos de los inversores como una apuesta táctica orientada hacia el crecimiento económico mundial. Surgían dudas sobre la fiabilidad de los datos y si los niveles de deuda serían manejables. La deuda sigue siendo elevada, especialmente en países como China, pero también es elevada y sigue creciendo en Occidente conforme aumenta la factura de los paquetes de ayudas contra la pandemia. Aunque cualquier reactivación de la inflación en Asia podría tirar al alza de los rendimientos, lo que incrementaría los tipos de interés y el coste de las refinanciaciones para las empresas, Asia lleva aprendiendo a convivir con las consecuencias de una inflación elevada durante mucho más tiempo que Occidente.
Los países asiáticos con tipos de interés más altos podrían incluso evitar algunas de las consecuencias negativas derivadas de los bajos tipos de interés que han lastrado el crecimiento económico de Japón.
Pero algunos han relajado sus políticas monetarias en un contexto caracterizado por una inflación más baja que en el pasado. Indonesia, por ejemplo, ha puesto en marcha medidas extraordinarias como un programa de relajación cuantitativa, algo que anteriormente solo se consideraba posible en las economías desarrolladas.
Una sorprendente lección de 2020 fue la relativa debilidad del dólar. Eso se ha traducido en unas perspectivas más favorables para los activos asiáticos de cara a 2021.
Entretanto, otros factores más generales están actuando y sentando las bases de una economía más sólida en la región. A este respecto cabe citar una mayor estabilidad política y una mayor confianza en las instituciones y su capacidad para abordar crisis. Otra tendencia clave que ya estaba en marcha debido a las crecientes tensiones comerciales es la mayor interdependencia dentro de la región. La pandemia no ha hecho sino acelerar este fenómeno y amplias secciones de las cadenas de suministro están trasladándose más cerca de las fronteras asiáticas, especialmente a China.
El capitalismo de las partes interesadas, con ojos asiáticos
Algunas de las dificultades a las que se ha enfrentado Asia durante los últimos diez años están remitiendo. La tendencia hacia un dólar cada vez más fuerte se ha invertido, mientras que los precios del petróleo se mantienen por debajo de las medias históricas.
Al mismo tiempo, la estructura de las economías asiáticas hace que exista una brecha menor entre los mercados y la economía real que en países como EE.UU. A medida que las economías de Occidente comienzan a replantear su modelo económico sin perder de vista el capitalismo inclusivo o responsable, se podría argumentar que el modelo de capitalismo mixto —mucho más habitual en Asia— explica en parte la mejor sintonía existente entre las políticas públicas y el sector empresarial en varias áreas. A este respecto, cabe citar la digitalización de la economía, la consideración del impacto social e incluso la gestión de la pandemia.
Perspectivas para los mercados en 2021
En cuanto a cómo un modelo económico más resistente podría traducirse en oportunidades de inversión en Asia, nuestra Encuesta a Analistas reveló recientemente que China podría marcar el camino a seguir en la recuperación de los efectos de la pandemia en la economía interna, puede que ya desde la primavera de 2021. El gráfico que figura a continuación muestra el número de meses que nuestros analistas esperaban que tardasen las empresas de sus sectores en funcionar a un nivel estable, sin alteraciones por el virus. Cuando se les planteó la pregunta en octubre de 2020, la media de los analistas que cubrían empresas chinas fue de cuatro meses.
El PIB chino probablemente sea uno de los pocos que registre cifras positivas de crecimiento en todo el mundo en 2020, así como en 2021. Se prevé que los beneficios muestren una mayor resistencia en el conjunto de Asia, incluido Japón.
Como en el resto de regiones, los ganadores han estado en los sectores de tecnología y atención sanitaria. El rápido auge del comercio electrónico en China se ha visto acelerado por la pandemia, pero le queda margen de crecimiento a medida que se vayan digitalizando más áreas y se genere más innovación dentro de las fronteras nacionales. El sector manufacturero también ha rebotado tras los cierres forzados por la pandemia y está impulsando la demanda de ciertas materias primas y exportaciones de países como Alemania.
En lo que al mercado se refiere, está produciéndose otra gran transformación. China ha abierto progresivamente sus mercados internos de acciones y bonos a los inversores extranjeros durante los últimos años a través de los programas para Inversores Institucionales Extranjeros Cualificados (QFII) y Connect. La participación extranjera está aumentando y ha vivido otra expansión en 2020. Ello se debe en parte a las nuevas relajaciones de los controles en torno a los flujos entrantes de capitales en el mercado interno, pero también obedece a las fuerzas macroeconómicas y las políticas imperantes tras la pandemia.
China, por ejemplo, ha optado por no recortar los tipos tan drásticamente como EE.UU., por lo que podría aumentar el número de fondos internacionales que elevan su exposición a activos chinos. Los rendimientos más elevados de los bonos chinos en un entorno de debilidad del dólar podrían ser especialmente atractivos para los inversores orientados a las rentas.
Si las tendencias actuales continúan y la región no sufre contratiempos en forma de nuevas oleadas del virus, entonces es probable que la recuperación se generalice en el conjunto de Asia. Los países que han quedado atrás, como la India, podrían ponerse al mismo nivel rápidamente en 2021 y podría funcionar un mayor número de apuestas por acciones infravaloradas en Asia que en las economías occidentales debido a la mayor fortaleza y linealidad de la recuperación económica asiática.
Aunque la India ha tenido dificultades para contener el coronavirus, seguimos creyendo que el país encierra un gran potencial: se beneficia de tendencias de crecimiento estructurales y tiene más probabilidades de acoger durante la próxima década más empleos tecnológicos e industriales trasladados desde el conjunto de la región debido a las tensiones comerciales entre EE.UU. y China y al propio desarrollo del país.
El clima es la cuestión ESG más relevante, pero los factores sociales siguen siendo vitales
A pesar de la pandemia, en 2021 la cuestión más importante en materia de medio ambiente, sociedad y gobierno corporativo (ESG), para el mundo en general y Asia en particular, probablemente sea el cambio climático. 2020 ha traído consigo una serie de compromisos de cero emisiones netas por parte de países como China y Japón y por parte de grandes empresas como PetroChina.
En cuando a la dimensión social, esperamos que los inversores sigan manteniendo diálogos en cuestiones sociales en toda Asia, centrándose especialmente en los derechos humanos y las condiciones laborales de las cadenas de suministro. A nivel empresarial, pensamos que el diálogo activo sobre el terreno es un potente método para comprender cómo funciona una empresa y para alentar buenas prácticas en materia de condiciones laborales y gestión de las cadenas de suministro.
Las inquietudes en el ámbito ESG planteadas por los inversores internacionales también están siendo tenidas en cuenta cada vez más por los inversores nacionales. Durante la pandemia, por ejemplo, las empresas de Asia han estado dando pasos para proteger y apoyar a sus trabajadores por razones tanto sociales como empresariales. Se podría afirmar que Europa es el líder mundial en sostenibilidad en sentido amplio, pero Asia está reduciendo rápidamente la diferencia. El refuerzo del gobierno corporativo y la normativa medioambiental está ayudando a acelerar esta transición. Eso brinda oportunidades para que las empresas asiáticas creen valor no sólo en el sentido de dar continuidad a las tendencias de crecimiento, como en el pasado, sino también en lo que respecta a atraer más capitales extranjeros mediante unas mejores credenciales de sostenibilidad.
Tribuna de Paras Anand, CIO del área de gestión de activos para Asia-Pacífico de Fidelity International.
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