2020 ha sido un año crucial para los mercados de inversión y, cuando miramos atrás ahora que estamos en su recta final, nos parece que ha habido tres fases claras, sobre todo en lo que se refiere a la inversión en rentabilidad absoluta.
La primera fase se produjo en el primer trimestre y nos obligó a centrar todos nuestros esfuerzos en la preservación del capital. Cuando reflexiono sobre las experiencias que hemos acumulado en 15 años de gestionar las estrategias, veo que la experiencia de observar, aun a distancia, las pandemias de SARS y H1N1 nos dieron una valiosa perspectiva sobre la forma que adoptarían los confinamientos en China y Asia en un primer momento y, más tarde, cuando entendimos que muy probablemente en Europa, el Reino Unido y Estados Unidos íbamos a ver una tendencia muy similar de cierre de las economías y de toma de decisiones políticas muy difíciles.
Considerábamos que contábamos con suficiente información para tomar algunas decisiones drásticas en las estrategias. Entre ellas, tuvimos que limpiar la cartera de posiciones largas en sectores como catering, viajes y hostelería e incluir en la cartera de posiciones cortas de las estrategias posiciones que podrían beneficiarse del tipo de disrupciones y enormes caídas que se produjeron en los mercados de renta variable en esta fase.
Cuando entramos en la segunda fase, que abarcó desde finales de marzo hasta principios del verano, ya empezábamos a ser conscientes del alcance de la crisis en términos económicos y sociales. Y esa fase nos recordó, en lo que a los mercados financieros se refiere, a lo que ocurrió en la crisis financiera internacional de 2008, sobre todo en cuanto al servicio de las enormes cantidades de apalancamiento financiero que se habían acumulado.
Vimos cómo se emitía una ingente cantidad de deuda nueva y, también en los mercados de renta variable, un número elevadísimo de emisiones de derechos y colocaciones de acciones que se llevaron a cabo para taponar los agujeros causados por los efectos secundarios del cierre de las economías. También en este caso, la situación generó para la estrategia grandes oportunidades, además de riesgos. Pero, en la cartera táctica en particular, logramos adoptar primero posiciones cortas en las empresas y los sectores en los que detectamos la mayor tensión financiera y, más tarde, cuando llegó el momento, posiciones largas para sacar partido del alivio que sintieron los inversores cuando esos balances se sanearon y las empresas sobrevivieron para vivir un día más y un ciclo más.
Durante las últimas semanas y meses hemos entrado a nuestro juicio en una tercera fase de este 2020. Es ahora cuando estamos posicionándonos realmente para una posible reapertura, a pesar de que pueda sonar raro que hablemos de esto cuando en todo el mundo sigue habiendo graves problemas con el coronavirus y, en muchos casos, se están imponiendo confinamientos y restricciones locales o nacionales. Pero, como bien sabemos, los mercados financieros son un mecanismo de descuento.
A 12 meses, lo que esperamos es una recuperación sostenida y continua de algunas de las empresas que están mejor situadas para salir de los confinamientos económicos en una posición competitiva fuerte. No se trata de comprar mercados o sectores, ni siquiera de comprar valor. Tenemos que identificar las empresas que tienen un balance adecuado, ya sea porque ya lo tenían antes de la pandemia o porque han acumulado capital en los últimos meses. Las empresas que probablemente saldrán de la crisis en una posición competitiva sólida, habiéndose hecho con parte de la cuota de mercado de sus competidores. O incluso las empresas que se han visto favorecidas de alguna forma, ya sea por el aumento de la demanda como consecuencia del confinamiento (estoy pensando en algunas de las compañías tecnológicas a las que les ha ido muy, muy bien), u otros sectores que pueden estar menos de moda, como el papel y el embalaje o la automoción, en los que hemos visto cómo salía oferta del sector. Y esas características financieras nos parecen mejores ahora que nos acercamos a 2021 que quizá cuando comenzó la crisis del coronavirus.
Lo que quiero decir es que equilibramos las estrategias mucho más entre cestas de crecimiento puro y de valor, tras una serie de años en que tuvimos un sesgo hacia empresas orientadas al crecimiento compuesto. Así que nos hemos posicionado mucho más para sacar partido de la futura recuperación, aunque mantenemos la prudencia.
Por desgracia, no va a ser un camino fácil, ni para los inversores ni para ninguno de nosotros en la esfera personal. Pero estamos encontrando oportunidades y lo importante es mantener la calma, asegurarnos de que guardamos una bala en la recámara para aprovechar esas oportunidades y centrarnos no solo en preservar la rentabilidad a corto plazo de las estrategias, sino también en asegurarnos de que tenemos los pilares necesarios para generar una rentabilidad absoluta positiva, constante y uniforme con niveles bajos de volatilidad y con la capacidad de mantener un nivel de correlación bajo con los mercados de renta variable subyacentes en los próximos años.
Columna de Luke Newman, gestor de renta variable británica en Janus Henderson Investors.
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