El comportamiento histórico del capital riesgo en las recesiones previas a la provocada por la pandemia del COVID-19, donde las previsiones económicas apuntan a una disminución del 5% del PIB a nivel mundial, arroja, en promedio, retornos positivos. Así lo apunta el último análisis de Willis Towers Watson, elaborado por realizado su departamento de Inversiones.
Las cosechas de los fondos de capital privado que comenzaron durante las dos últimas crisis económicas mundiales, la burbuja de las tecnológicas en 2001-02 y la crisis financiera global en 2007-08, han superado a otras que comenzaron a invertir dos o tres años antes de una recesión o, incluso, más de cinco años después.
“Los gestores de carteras se están replanteando por la crisis la asignación de activos, tanto táctica como estratégica. Vemos que las inversiones alternativas en general, y el capital riesgo en particular, han pasado a un primer plano del análisis. En el caso del capital riesgo, el actual entorno puede ser excelente para hacer adquisiciones a valoraciones más bajas y aprovechar el repunte a medida que los mercados se reequilibren. La compra de activos infravalorados también proporciona un grado de protección a la baja en caso de que los mercados caigan aún más”, asegura Oriol Ramírez-Monsonis, responsable del área Delegated dentro del equipo de Inversiones en Willis Towers Watson en España.
Desde la firma explican que las caídas de los mercados tienden a provocar una disminución de las valoraciones del equity en general, independientemente de la calidad del activo subyacente. Durante estas caídas, el apetito de los inversores suele disminuir, lo que en el momento actual posiciona muy bien a las sociedades de private equity para aprovechar una oportunidad de compra excepcional, con un estimado de 1.500 millones de dólares en el mercado a la espera de ser invertido.
Además, en el pico más alto de un ciclo, los mercados de deuda suelen ser muy líquidos, las condiciones de la deuda son favorables y las regulaciones del mercado son menos estrictas. Esto, junto unos precios de las operaciones más altos, empuja, según Willis Towers Watson, a los inversores en capital riesgo a utilizar el apalancamiento de manera más agresiva para mantener el nivel de rendimientos.
Sin embargo, también advierten que el uso excesivo del apalancamiento es arriesgado y puede resultar desastroso cuando los activos subyacentes se enfrentan a una disminución de los ingresos y del flujo de capital, lo que aumenta el riesgo de impago. “Aunque todavía no hemos visto que esto ocurra a gran escala en el mercado actual, debido principalmente al amplio apoyo de los diferentes gobiernos y bancos centrales durante la pandemia, seguimos creyendo que los impagos son una posibilidad probable, ya que este apoyo no puede seguir infinito e incondicional”, añade Ramírez-Monsonis.
“Después de una crisis, con la caída de los precios y con los mercados de deuda cada vez menos líquidos y más caros, los activos de private equity tienden a apalancarse mucho menos en el momento de la adquisición, lo que permite una mayor protección contra las pérdidas y un crecimiento más sostenible del flujo de capital; en definitiva, crean valor mediante mejoras operacionales”, destacan desde la consultora.
En este contexto, además, los análisis de Willis Towers Watson reflejan que las empresas de pequeña y mediana capitalización objetivo del capital riesgo suelen estar menos apalancadas. “Este es un factor importante que hay que tener en cuenta al hacer inversiones en fondos de private equity. Nuestro enfoque desde Willis Towers Watson se centra en este segmento del mercado, con un riesgo potencialmente menor para los inversores”, explica Oriol Ramírez-Monsonis.
La naturaleza de largo plazo como antídoto contra la volatilidad
Por otro lado, el informe destaca la capacidad del capital riesgo para adoptar una visión a largo plazo al invertir, ya que hace que esta clase de activo no se vea afectada por la volatilidad a corto plazo de los mercados públicos. Esto permite enfocarse en sectores que los inversores a corto plazo tienden a evitar. “Además, cuando se trata de salir de empresas subyacentes, el private equity puede esperar más tiempo que la mayoría hasta que las condiciones del mercado se hayan recuperado y no tienen la necesidad de hacer una salida forzosa”, añade Ramírez-Monsonis.
A esto se suman otras ventajas diferenciales de los activos de capital riesgo frente a los activos de empresas públicas. Por un lado, el control de la propiedad que se negocia en una transacción de compra. Por otro, la ventaja competitiva en materia de información que los inversores tienen al trabajar con los equipos de gestión de carteras. Además, los accionistas mayoritarios del activo tienen el beneficio de poder trabajar juntos en un pequeño grupo donde tomar las decisiones oportunas, en lugar de tener menor voz dentro de los grandes grupos de accionistas de las empresas públicas.
“El private equity ofrece a los inversores institucionales una clase de activos que ha proporcionado sólidos rendimientos a lo largo de diferentes ciclos del mercado, especialmente para aquellos que tienen la oportunidad, los recursos y el coraje de invertir durante caídas de mercado”, subraya Ramírez-Monsonis. Además, el experto recuerda que la naturaleza y la dinámica de estos activos también le proporcionan los atributos para “capear las caídas y ofrecer fuertes rendimientos a medida que la economía mundial se recupera”. En este sentido, para quienes adoptan un enfoque selectivo y disciplinado, asignando inversión a tendencias temáticas a largo plazo como el cambio al comercio electrónico o el creciente uso de la tecnología, Oriol Ramírez-Monsonis asegura que el entorno actual del mercado “ofrece una buena oportunidad para apostar por esta clase de activos”.