La economía mundial sigue luchando contra la pandemia del COVID-19. Aunque el número de casos en China y Europa han disminuido por lo general a niveles bastante bajos y los gobiernos luchan por contener los brotes locales, los nuevos casos a nivel mundial se están acelerando.
Este es el caso de EE.UU., donde las cifras están aumentando principalmente en los Estados que pusieron fin al confinamiento con bastante rapidez. También es cierto para Brasil y la India, donde las restricciones fueron suaves o se levantaron debido a las necesidades económicas. En EE. UU., esta situación va unida a un bronco debate político sobre la necesidad de imponer nuevas restricciones de movilidad, mientras que en las economías emergentes las necesidades económicas descartan la implantación de nuevas medidas que afecten severamente a la actividad económica.
Esto complica el panorama de forma evidente. En China y Europa, a pesar de los nuevos brotes, la economía ya debería haber tocado fondo durante el confinamiento y el tercer trimestre debería reflejar una aceleración sustancial en comparación con el trimestre anterior. El impulso debería venir de parte de la demanda doméstica, estancada durante el confinamiento.
A medio plazo, sin embargo, somos escépticos sobre la teoría de la recuperación en forma de V, incluso en países donde el confinamiento ha dado buenos resultados. El mercado laboral se está deteriorando y por lo tanto impacta negativamente en el consumo doméstico. Los balances de las empresas se han visto afectados y las inversiones también. Básicamente, la demanda podría ser el factor limitante. Los sectores que dependen del contacto cercano con el consumidor son los más propensos a sentir el impacto. Nuestras previsiones apuntan a una recuperación progresiva.
Los gobiernos y los bancos centrales de todo el mundo han respondido enérgicamente a la crisis. En general, el objetivo de la política monetaria ha sido proporcionar liquidez para que, junto con las garantías de crédito de los gobiernos, se evitara la falta de solvencia a gran escala. La política fiscal se ha activado para mitigar la pérdida de ingresos tanto para las personas como para las empresas. En varias regiones, la política monetaria amplió la garantía de calidad hasta el punto de poder absorber la emisión total de bonos de los gobiernos.
A pesar del rebrote, la política monetaria parece haber seguido en gran medida su curso. La política fiscal sigue considerando que los estímulos pueden volver a encarrilar la economía. Según el FMI, se prevé que la relación entre la deuda fiscal mundial y el PIB aumente hasta el 96,4% en 2020, lo que supone un aumento de 13,1 puntos porcentuales a partir de 2019. Por consiguiente, la consolidación será un importante desafío político para la próxima década.
Perspectivas de recuperación
En la zona euro, tras una caída del -3,6% del PIB del primer trimestre de 2020, es probable que abril y mayo marquen el período de mayor contracción, ya que la economía estaba casi totalmente bloqueada en ese momento. Con el progresivo desconfinamiento, el sentimiento ha empezado a mejorar de nuevo y los indicadores empresariales sugieren que la economía volvió a estar al borde de la expansión al comienzo del tercer trimestre.
Dicho esto, la recuperación será difícil. Esperamos que la infrautilización del capital y de la población activa se recupere lentamente a causa de los cambios estructurales en el mundo tras la pandemia de COVID-19 y las incertidumbres persistentes (por ejemplo, un posible rebrote, las tensiones comerciales, el acuerdo del Brexit, etc).
El entorno de las exportaciones mejorará más lentamente, dado que la pandemia aún no ha retrocedido en varios mercados emergentes. En general, esperamos que el PIB de la zona del euro se contraiga en un -10,0% en 2020 y se recupere en un 5,5% en 2021. Estimamos que los niveles de actividad pre-pandemia sólo se alcanzarán en 2024.
El BCE actuó rápida y contundentemente con medidas de política monetaria para amortiguar la inevitable recesión. Aparte de varias decisiones de mejora de la liquidez y el crédito, primero extendió su expansión cualitativa y más tarde con el Programa de Compras de Emergencia para la Pandemia (PEPP por sus siglas en inglés). El volumen inicial de 750.000 millones de euros para el año 2020 se amplió hasta 1,35 billones de euros y hasta mediados de 2021.
Con la continuación del confinamiento y el retroceso de la pandemia no vemos la necesidad de más medidas políticas. Los estímulos procederán principalmente de los diversos paquetes de políticas fiscales nacionales aplicados, así como del Fondo para la Recuperación que está previsto que entre en vigor en enero.
Dicho esto, en el caso del riesgo de incremento significativo de casos de COVID-19, esperamos que el BCE ponga en marcha medidas adicionales. Con una serie de rebajas de la calificación de empresas relacionadas con la COVID-19 próximamente, esperamos que el BCE amplíe aún más el PEPP, tanto en términos de volumen como de duración, y que incluya también las compras de las entidades más afectadas y que posiblemente rompa más tabúes como la suscripción estratégica de capital o el control de la curva de rendimiento.
Tribuna de Vincent Chaigneau, responsable de análisis de Generali Investments.