Los fondos soberanos están empleando sus reservas para aprovechar la “oportunidad de compra sin precedentes” que ofrece la pandemia. Esta es una de las principales conclusiones del Estudio Anual de Gestión de Activos Soberanos Globales, elaborado por Invesco y que resume las tendencias de inversión de 139 instituciones que gestionan en total unos 19 billones de dólares.
El estudio, que va por su octava edición, revela que muchos fondos soberanos estaban bien preparados para la crisis del COVID-19, y la caída de los precios y las reservas disponibles han hecho de la crisis una oportunidad de compra sin precedentes. Como custodios de capital a largo plazo, la mayor parte también se han beneficiado de que no se han visto obligados a vender para poder atender los reembolsos. “Los fondos soberanos también estaban mejor preparados debido a los cambios que habían implementado y las lecciones que aprendieron de la crisis financiera global. Entre estos cambios están construir grandes reservas de efectivo e introducir mejoras de la organización para gestionar la liquidez”, apuntan desde Invesco.
Antes de que el COVID-19 afectara a los mercados, las asignaciones medias a renta variable de los fondos soberanos a finales de 2019 estaban en su nivel más bajo desde 2013, tanto en relación con la renta fija como tomándolo como proporción general de la asignación de activos: el 26% (renta variable) frente al 34% (renta fija). El motivo de esta reducción de la renta variable fue, en parte, los temores de final del ciclo, que llevaron a disminuir las asignaciones estratégicas. El 37% de los fondos soberanos intentan reducir las asignaciones a renta variable, y la mitad de ellos las reducen en más del 5%. Sólo el 22% de los inversores soberanos pretenden aumentar sus asignaciones a renta variable a lo largo de los próximos 12 meses, y los que planean aumentarla, procederán con cautela.
“En lugar de eso, los inversores se centran en la renta fija y los alternativos ilíquidos, especialmente las infraestructuras”, apunta el estudio. A lo largo de los próximos 12 meses los soberanos planean seguir invirtiendo en renta fija; el 43% pretenden aumentar sus asignaciones a renta fija, el 43% a capital riesgo e infraestructuras y el 38% a activos inmobiliarios.
“Tradicionalmente, la renta fija se ha considerado como un ancla defensiva, y esto se puso a prueba en la crisis, cuando hasta la deuda gubernamental de EE.UU. sufrió una oleada de ventas mientras los inversores se abalanzaban sobre el efectivo. Sin embargo, las intervenciones institucionales, incluyendo los recortes de tipos y la expansión cuantitativa global, obligaron a bajar las rentabilidades y tuvieron una repercusión positiva sobre muchas carteras de renta fija” explica Rod Ringrow, responsable de instituciones oficiales de Invesco.
Según el estudio, el COVID-19 también ha acelerado la tendencia ya existente hacia los proyectos de infraestructuras a base de crear oportunidades por potenciales distorsiones. A muchos inversores las inversiones en infraestructuras les parecen caras, debido a la abundancia de capital a la caza de relativamente pocos negocios. Pero algunos consideran la situación actual como una oportunidad para aprovechar las ventas en ciertos subsectores, como los aeropuertos. Dentro de la clase de activos de infraestructuras, los fondos soberanos informan de que hay más interés en la generación y transmisión de electricidad (54%) y las comunicaciones (52%).
“Los proyectos de infraestructuras, especialmente la generación y transmisión de electricidad que ayuda a que los países abandonen los combustibles fósiles, se consideraron como formas de cumplir los objetivos ESG. Sin embargo, muchos fondos de pensiones también tienen esta prioridad, por lo que puede resultar difícil para algunos fondos soberanos de tamaño mediano y para los más nuevos en la clase de activos atraer las inversiones adecuadas”, aclara Ringrow.
Mayor interés por el oro
El estudio de este año ha visto que tanto los bancos centrales como un pequeño pero importante grupo de fondos soberanos han aumentado su asignación al oro. De media, el 4,8% de las carteras de reserva de los bancos centrales están ahora invertidas en este metal precioso – desde el 4,2% en 2019 – y casi la mitad (48%) de las que han aumentado su asignación lo han hecho así con la intención de que sustituya a la deuda de rentabilidad negativa. Esta ha sido la razón más importante para trasladarse al oro, más que las razones comúnmente reconocidas, como la diversificación, la rentabilidad, o su papel como cobertura frente a la inflación.
Aunque los bancos centrales a menudo se acercan al oro ya con una asignación preexistente, la posición inicial para los fondos soberanos raramente es esa. Para muchos soberanos el oro se ve como una potente cobertura frente a la inflación y los riesgos de cola, con correlaciones positivas en escenarios de riesgo pero apenas correlacionada /negativamente durante un escenario de aversión al riesgo.
Cuatro quintas partes de los bancos centrales que están decidiendo aumentar las asignaciones a oro, financian este cambio con activos existentes en dólares, mucho más que en euros y libras. Esto pone de manifiesto un importante problema al que se enfrentan los bancos centrales: cómo pueden diversificar el dólar sin sacrificar la liquidez y la convertibilidad. Esta tendencia fue especialmente destacada entre los bancos de mercados emergentes, donde casi el 90% fueron inversiones en dólares para aumentar reservas de oro.
Los fondos soberanos que invierten en oro tienen varias opciones. Aunque algunos todavía emplean el oro físico, se consideran enfoques más flexibles. El 40% de los inversores soberanos en oro emplea futuros y los encuestados apuntaron a la flexibilidad y las rentabilidades que pueden lograrse a través de una negociación hábil. Mientras, el 40% de los soberanos que invierten en oro obtienen exposición a través de ETFs respaldados por oro, los ETCs. Estos vehículos han aumentado significativamente en los últimos años; un 80% sólo en 2019.
Los ETCs también son una opción para los bancos centrales, según indica el informe. Para los bancos que buscan aumentar la exposición sin elevar significativamente las posiciones domésticas ni asumir riesgo de crédito de un banco de lingotes, los ETCs van a ser cada vez más atractivos. Además, dadas las potenciales dificultades políticas de negociar el oro, los ETCs podrían ofrecer medios más aceptables políticamente para negociar la clase de activos.
“Los últimos años, el estudio encontró que la popularidad del oro estaba aumentando, pero la Covid-19 lo ha convertido en una clase de activos que reclama un nuevo papel dentro de las carteras soberanas. También hemos encontrado que el oro físico no da respuesta a todas las necesidades de liquidez, impulsando a los bancos centrales y a los soberanos a mirar a los ETFs respaldados por oro y creemos que el desarrollo de estos modos alternativos de inversión probablemente va a aumentar el interés en el oro en los próximos años”, añade Ringrow
ESG y la lucha contra el cambio climático
Por último, el estudio reveló que el 83% de los bancos centrales y los fondos soberanos creen que se requiere una acción inmediata para combatir el cambio climático, y esto se traduce cada vez más en estrategias de inversión conscientes de que el riesgo relacionado con el clima debería incluirse en el proceso de inversión.
El mayor temor individual global es que cada vez hay más desastres naturales. Los inversores suelen preocuparse por los riesgos que les amenazan directamente, por eso los puntos de vista difieren de forma significativa según la región. Los inversores occidentales son los más conscientes de la transición a una economía baja en carbono, debido al número de ellos que tienen una considerable exposición a metales y minería, petróleo y gas integrados y exploración petrolera. El 88% de los inversores de Asia y el 75% de los inversores de mercados emergentes se consideran a sí mismos desproporcionadamente afectados por el cambio climático, mucho más que el 33% de los de Occidente. Su principal temor es que el cambio climático pueda causar problemas comerciales, ya que estas regiones son más dependientes de un nivel saludable de apertura comercial para apoyar sus sectores de exportación agrícola, que puede verse afectado por los cambios de temperaturas.
Los encuestados afirmaban que aunque la regulación presenta claras orientaciones para las compañías, a menudo faltan orientaciones implementables para los inversores. Algunos bancos centrales están intentando subsanar esto, pero muchos alegan que, para aumentar su compromiso, deben reestructurarse los mandatos y políticas para atender a los riesgos del cambio climático, ya que a varios bancos se les prohíbe constitucionalmente hacerlo.
También se necesitan orientaciones más claras para los fondos soberanos. Los encuestados indicaban que los funcionarios públicos tienen que clarificar las definiciones, subrayar los métodos de adopción y establecer parámetros en torno a los objetivos de emisiones de carbono para sus carteras.
Rod Ringrow añade que “nos complace ver que los fondos soberanos y los bancos centrales siguen integrando la preocupación por el clima en sus decisiones de inversión y desarrollando capacidades para detectar y mitigar los riesgos climáticos. Para dar el paso siguiente, hará falta aún más integración por parte de los políticos y otros inversores. Esto, unido a soluciones nuevas, creativas, puede obligar a otros inversores a mirar con más atención los riesgos del clima”.