La rentabilidad del oro en 2019 fue del 18% y, de cara a este año, ya ha subido casi un 13%. Según los analistas hay varios factores que apoyaron su precio durante el primer semestre del año. Pese al evento de mercado que ha supuesto el COVID-19, el oro no ha tenido exactamente el comportamiento que se espera como activo refugio.
En este sentido, Mobeen Tahir, director asociado de análisis de WisdomTree, apunta que en marzo este metal precioso mostró cierta debilidad en marzo, el momento más relevante de la pandemia del COVID-19. Algo que ha sorprendido a los analistas. Según explica, esa debilidad se produjo cuando “las necesidades de liquidez crearon fuertes presiones de venta sobre el oro”. A partir de marzo, el oro ha reanudado su fuerte “carrera” con una apreciación de precios de más del 13% en lo que va de año.
“En un entorno donde los principales índices mundiales venían de cerrar un excelente año 2019, el activo refugio por excelencia no parecía ser llamado a grandes movimientos. Sin embargo, las cotizaciones pasaron desde esa referencia hasta los 1.700 dólares para, al calor del pánico vivido por el COVID-19, sufrir igual descarga en un momento donde, lo único válido, fue tener liquidez. Tras la caída hasta la zona de soporte importante marcada por los 1.450 dólares, la onza ha experimentado un alza espectacular que lo ha dejado, en la actualidad, frente a la gran resistencia de corto, medio y largo plazo: los 1.800 dólares la onza. Esta es una zona muy importante y que queda ya muy cercana a los máximos históricos. Si los precios fueran capaces de atacar y superar los 1.800 dólares, solo quedarían batir los 1.900 dólares para entrar en subida libre”, explica Javier Molina, portavoz de eToro en España.
En opinión de Yves Bonzon, CIO del banco privado suizo Julius Baer, el comportamiento del oro durante este evento de mercado. “El oro, generalmente, sigue correlaciones a mediano plazo, como las expectativas de inflación de Estados Unidos entre mediados de 2008 y mediados de 2010, antes de desacoplarse por completo de ellas. Por consiguiente, advertiríamos de no sacar conclusiones de este comportamiento del precio a corto plazo. Sobre todo, el oro ofrece una característica única cuando se posee físicamente. Es el único activo líquido que no tiene riesgo de contraparte. Como tal, protege contra el riesgo sistémico, como lo hizo durante la crisis financiera en 2008 o durante la crisis del euro en 2012-2013”, defiende Bonzon.
Refugio, diversificación y estrategia
“El oro es una inversión a menudo difícil de entender. Sin rentabilidad ni utilidad industrial, frecuentemente los inversores tienen dificultades para estimar su valor fundamental. Por nuestra parte, observamos que su precio es volátil, y que son muchos y variados los factores que influyen en su valoración. Por lo tanto, hay períodos que son más o menos favorables para mantener el oro en una cartera. El oro, además, juega un papel importante en las carteras de inversión desde una perspectiva estratégica”, explica Gilles Prince, CIO en Edmond de Rothschild en Suiza.
El analista Adam Vettese, analista de mercado de eToro, subraya que la rápida subida del oro se debe a que los inversores están diversificando más sus inversiones y buscando diferentes clases de activos. “El metal precioso ha subido un 25% en el último año, subido a pesar de la rápida recuperación de los mercados bursátiles, que los ha visto recuperarse de los mínimos de marzo para dejarlos en el camino de su mejor trimestre en una década”. Lo cierto es que el oro empezó 2020 desde la zona de los 1.525 dólares la onza.
Esta idea del oro como un activo de diversificación también la comparte Jeroen Blokland, especialista en multiactivos de Robeco. Según añade, el oro ofrece una cobertura atractiva para distintos escenarios macroeconómicos.“Su condición de refugio seguro quedó patente cuando el coronavirus afectó a la economía mundial. En abril, el precio del oro se elevó por encima de los 1.700 dólares, aproximándose a sus máximos de 2011 y 2012. En marzo y abril, el oro generó una rentabilidad positiva de más de 6%. Aunque nuestro escenario base no contempla una nueva recesión, consideramos que, dados los extraordinarios estímulos adoptados por gobiernos y bancos centrales de todo el mundo, existe margen para que las expectativas de inflación aumenten cuando pase el shock desinflacionario y se ponga en marcha la recuperación”, explica Blokland.
“Históricamente, el oro ha estado sujeto a largos periodos de calma interrumpidos por excepcionales períodos de buen desempeño. Los períodos inflacionarios de los años 70 dieron lugar a una fiebre del oro seguida de un largo período de inactividad del metal amarillo, culminando en una larga fase de recuperación del ciclo de las materias primas en los años 2000. La pregunta es si la flexibilización monetaria de los principales bancos centrales, hasta 13 billones de dólares, impulsará un nuevo sistema con tendencia alcista. En cualquier caso, en vista de las cantidades involucradas, esta es una suposición que no debe ser descartada”, añade Prince.
Factores que impulsa su precio
Mientras el oro llega o no a su máximo, para Tahir, hay dos fuerzas importantes que están impulsando la fuerte demanda de oro en la actualidad: la búsqueda de activos refugio y la devaluación del papel moneda.
En este sentido argumenta: “En primer lugar, la actual pandemia de coronavirus ha creado un alto grado de incertidumbre económica, ya que el Fondo Monetario Internacional y los principales bancos centrales de todo el mundo prevén una fuerte caída del producto interno bruto mundial en 2020. Los inversores parecen estar recurriendo al oro para protegerse de los riesgos de la caída de los activos cíclicos, como las acciones en sus carteras. En segundo lugar, la política acomodaticia de los bancos centrales para sostener la economía ha aumentado el riesgo de devaluación del papel moneda mediante el aumento de la inflación una vez que la pandemia termine y la actividad económica comience a recuperarse. Por lo tanto, parece que los inversores también están recurriendo al oro para protegerse del riesgo de aumento de la inflación”.
El CIO en Edmond de Rothschild en Suiza identifica hasta cuatro factores más que pueden impulsar su precio: los tipos de interés, el dólar, los flujos hacia ETFs y futuros, la demanda de oro físico y el mayor acceso al oro como inversión. “Los flujos financieros, en particular en los ETF, y la posición en los futuros también influyen en los precios del oro. Como se muestra en el gráfico 6, la posición neta de los especuladores sigue de cerca la evolución de los resultados anuales. Es, por tanto, comprensible que los flujos de capital y el sentimiento del mercado, impulsados por el desarrollo de ETFs de oro físico, no deben ser descuidados cuando se construye una visión de futuro sobre los precios del oro”, matiza.
Según su valoración, aunque el precio del oro fluctúa es complicado que sea destronado como un activo útil y polivalente para la cartera de los inversores. “Hoy, tras la caída de marzo, los mercados han vuelto casi a la normalidad. La aversión al riesgo ha disminuido. El carácter proteccionista del oro ya no es un argumento decisivo para tomar una posición, ya que los bancos centrales han reducido la incertidumbre con las medidas adoptadas. Sin embargo, la flexibilización cuantitativa por parte de las autoridades monetarias y la masiva afluencia de liquidez a raíz de la pandemia implican también una devaluación global de monedas, que podrían sostener una progresión en los precios del oro. Los bancos centrales pueden imprimir billetes, pero no oro”, concluye Prince.