En el contexto actual, tras las medidas de la Unión Europea para mitigar el impacto económico del COVID-19, dotando de fondos estructurales de recuperación, así como las decisiones del BCE para impulsar la economía, queremos aportar la visión del sector privado y concretamente de las finanzas sostenibles, en su denominación más amplia (recogida por la Comisión Europea en el Plan de Finanzas Sostenibles).
Partimos de que el sector privado es fundamental para completar, canalizar e impulsar las iniciativas públicas que se han puesto en marcha, permitiendo que los flujos de capital y ahorro lleguen a las empresas y los autónomos, contando con el convencimiento de que las finanzas sostenibles serán protagonistas de este proceso de reconstrucción económica y social.
En cuanto a la inversión sostenible, integrada en las finanzas sostenibles, queríamos compartir algunas reflexiones que se derivan de la experiencia traumática del COVID-19, con el foco puesto en la vertiente económica y la respuesta de los mercados.
El riesgo de la “insostenibilidad”
El primer aspecto se refiere a los riesgos mal llamados extrafinancieros, los ambientales, sociales y de gobernanza (ASG), que indudablemente han de incorporarse al análisis tradicional, superando esa diferenciación inicial, dado que su impacto financiero ha quedado más que probado, de forma que podemos afirmar que “la insostenibilidad” se incorpora al mapa de riesgos tradicional.
Sin lugar a duda, ahora somos mucho más conscientes de la vulnerabilidad de la sociedad, de la interdependencia y de la necesidad de reforzar los lazos de solidaridad y responsabilidad a todos los niveles. Obviamente, esta vulnerabilidad tendría que estar evaluada desde la perspectiva de riesgos, y entraría en lo que la industria financiera califica como criterios de sostenibilidad: ambientales, sociales y de gobernanza..
El COVID-19 ha sido la primera muestra de materialización de un riesgo a nivel global, sanitario en este caso, que ha llevado a los gobiernos a tomar medidas de urgencia sin precedentes. Esta experiencia nos puede servir como referencia de futuros riesgos globales, como es el caso de los derivados de la emergencia climática.
Empresas y compromiso ASG
El segundo aspecto se refiere a la respuesta positiva, desde el punto de vista del valor de los activos, de los productos de inversión sostenible frente a los no sostenibles. Los mercados financieros reconocen positivamente el menor riesgo y el enfoque ASG, oportunidades de negocio, de los vehículos de inversión ISR.
Partiendo de que los mercados financieros se han colapsado ante esta emergencia sanitaria y las pérdidas de valor de los activos han sido históricas, la respuesta de la inversión sostenible ante esta crisis ha evidenciado que las inversiones con criterios ASG reducen el riesgo en situaciones de ruptura del mercado y, en consecuencia, recurriendo a una frase recogida en diferentes medios, caen menos y se recuperan antes.
Como referencias que lo confirman, sobre las que podríamos hacer un monográfico, pueden acceder al reciente estudio de Fidelity, en el que se aportan cifras del comportamiento de las empresas mejor calificadas en materia ASG en comparación con la media del S&P 500, el incremento de la demanda ASG del estudio publicado por Morgan Stanley Institute for Sustainable Investing, y los análisis del Global Sustainable Fund Flows de Morningstar, entre otros.
Lo que es indudable es que las buenas empresas en materia de ASG son en su mayoría valores de crecimiento y calidad, por lo que se entiende su mejor respuesta ante la crisis del COVID-19, siendo conscientes de que también ha incidido su baja o nula exposición a sectores como las energías fósiles o sector aeronáuticos, duramente castigados por la crisis.
Por otro lado, las compañías punteras en materia de ASG tienen una mayor capacidad para incidir en los aspectos sociales, incluyendo la protección de los trabajadores, los riesgos laborales, la capacidad de implantar medidas sanitarias (distanciamiento) soportes tecnológicos (teletrabajo), etc.
Inversión de impacto
El tercer aspecto es el que se refiere a identificar la inversión sostenible con el largo plazo, algo que es indudable, pero a lo que hay que añadir la capacidad de transformación en el corto plazo, vía inversiones de impacto, donde la vinculación a los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la ONU se materializa con métricas precisas.
La inversión sostenible tiende a canalizar flujos de capital hacia iniciativas y proyectos que atiendan la urgencia social y climática, buscando un impacto tanto en el largo como en el corto plazo. Las tendencias de inversión han de estar alineadas con las necesidades sociales y ambientales y jugar un papel activo en el proceso de reconstrucción social y económica.
Los planes de reconstrucción, que todos los estados han activado, ponen el foco en la reactivación económica y en la mitigación de la vulnerabilidad social, en un sentido amplio, incluyendo la creación de empleo, sanidad, educación, energías limpias o la gestión de residuos.
La conexión de los planes de reconstrucción con las finanzas sostenibles la encontramos en los vehículos de inversión ligados a los ODS, 17 objetivos y 169 métricas, como palancas de acción para el cambio.
Es una realidad que la inversión sostenible, alineada con los Objetivos de Desarrollo Sostenible, está dando prioridad a los aspectos relacionados con la salud y bienestar (ODS 3), pobreza (ODS 1), hambre (ODS 2), trabajo decente y crecimiento económico (ODS 8), o la reducción de las desigualdades, producción y consumo responsable, (ODS 12), entre otros.
La inversión de impacto cotizada se alinea de forma clara con los ODS, incorporando el impacto buscado, con propósito, a la tradicional performance rentabilidad-riesgos, siendo conscientes de que los 17 objetivos, según la ONU, buscan lograr un ecosistema resiliente y sostenible para el 2030. Con el impacto del COVID-19 estaríamos ante una emergencia social que da impulso a los ODS como referencia en las finanzas.
Ahora salud y bienestar, pobreza, desigualdad, hambre y trabajo decente, son aspectos clave para la reconstrucción económica tras la pandemia, conectando la parte social con las medidas derivadas de la emergencia climática. Es el momento de la inversión sostenible con impacto.
Tribuna de Francisco Javier Garayoa, director general de Spainsif