Ni una sola región del mundo ha escapado al impacto del COVID-19. China, Europa y Estados Unidos han ocupado diariamente los titulares, donde hemos podido leer el efecto de la pandemia en los mercados y las medidas que se han ido tomando, pero los gestores avisan: no debemos olvidar de evaluar cuál está siendo el impacto en los mercados emergentes.
Hacer una valoración general es difícil ya que los países emergentes encierran muchas realidades diferentes. Por ejemplo, Christian Rouquerol, Sales Director Iberia de Tikehau Capital, destaca la mayoría han entrado en la crisis a través de deuda privada pero con balances públicos saludables. “Los mercados emergentes prácticamente no han aumentado su déficit público ya que podría desencadenar la fuga de capital provocando una espiral de devaluación monetaria e inflacionista”, apunta.
Desde Tikahau recuerdan que estos mercados son más dependientes del comercio internacional, lo que ya les llevó a sufrir durante las tensiones comerciales entre Estados Unidos y China en 2019. Es más, señalan que antes del COVID-19 los mercados emergentes estaban luchando tras el punto de inflexión de la globalización al que se ha llegado como consecuencia de estas tensiones comerciales. “Según la Organización Internacional de Trabajo más del 60% de los trabajadores a nivel mundial son informales y más del 90% se encuentran en países de desarrollo. Así, las medidas más duras de distanciamiento social se impusieron en países como India o Sudáfrica donde el mercado de trabajo está parado. Este tipo de economías tiene una mínima red de seguridad social y se espera que el consumo se reduzca durante un largo plazo”, señala Rouquerol para poner el contextos a los países de esta región.
Por este motivo, el responsable de Tikehau para Iberia afirma que “la única manera de seguir siendo optimista respecto a las economías emergentes y desde una perspectiva europea, es concebir una debilidad del dólar, algo que aún no se está observando, como consecuencia de la expansión cuantitativa sin precedentes en Estados Unidos”, explica. En su opinión, el riesgo para los países emergentes está en que cuando este potencial colapso de liquidez se convierta en una crisis de solvencia, empezará entonces esta fase en los países más vulnerables que siguen dependiendo del dólar.
Según señala Irina Topa-Serry, economista senior Macro Research – Core Investments de AXA Investment Managers, hasta la fecha, los mercados emergentes parecen haberse enfrentado relativamente bien con la pandemia, con el temor de una gran crisis humanitaria hasta ahora fuera de lugar. Sin embargo, Irán, Rusia y Turquía siguen siendo puntos calientes.
“Las autoridades locales se han embarcado en la flexibilización de la política fiscal y monetaria. Sus respuestas fiscales permanecen muy por debajo de la escala observada en las economías avanzadas. En el frente de la política monetaria, al elegir reducir las tasas de interés, los bancos centrales de los mercados emergentes han preferido apoyar el crecimiento interno en lugar de la fortaleza de la moneda”, explica Topa-Serry.
En su opinión, el aumento de la deuda causado por las medidas pandémicas inevitablemente afectará los balances de los países emergentes. “Los esfuerzos fiscales necesarios para mantener controladas las trayectorias de la deuda varían de un país a otro, pero algunos pueden requerir ajustes fiscales más precisos que solo pueden manejarse si se reanuda un ciclo de crecimiento saludable después de la crisis”, añade.
Principales riesgos
Muchos analistas destacan que la pandemia ha tenido y sigue teniendo un mayor impacto sanitario y social en algunos de los países emergentes, en particular en Latinoamérica y África. Uno de sus principales retos es contener y gestionar la pandemia. En este sentido, Topa-Serry apunta: “Con una infraestructura de salud típicamente débil, los países en desarrollo no tienen una alternativa real para combatir la epidemia, aparte de imponer bloqueos drásticos para limitar la propagación del virus. Como era de esperar, la infraestructura de salud es a menudo una función de la riqueza de un país. Las estrictas medidas de bloqueo de India y Sudáfrica parecen, por lo tanto, sabias en este contexto”.
Por último, la dependencia del comercio que comentaba Rouquerol de Tikehau se suma un riesgo: la huída de capitales de estas regiones. “La crisis de COVID-19 había desencadenado un shock financiero en los mercados emergentes como resultado de las salidas masivas de capital extranjero. Según el Instituto Internacional de Finanzas (IIF), se vendieron unos activos de EM por un valor de 100.000 millones de dólares en cuestión de unas pocas semanas, que ya superaron las entradas de todo el año 2019. La crisis financiera ha presionado a los países que dependen de los flujos de cartera para financiar sus déficit de cuenta corriente. Junto con la caída de los precios de los productos básicos, la dependencia del turismo y las remesas, las salidas de capital pueden provocar un estrés externo significativo para los más vulnerables, lo que eventualmente puede requerir ayuda multilateral”, explica la economista senior Macro Research – Core Investments de AXA IM