El Ibex 35 llegó a perder hasta un 30% de su valor desde mediados del pasado mes de febrero ante la incertidumbre y volatilidad generada por la crisis sanitaria del COVID-19. Una tendencia que, si bien la prohibición de los cortos consiguió ralentizar en parte, todavía está lejos de estabilizarse. Algo que están acusando especialmente las compañías de sectores directamente impactados por la pandemia y que ha provocado que muchas empresas españolas tengan precios de saldo, pudiendo ver amenazado el control de su capital.
En este entorno difícil, es previsible que, en cuanto las condiciones del mercado comiencen a estabilizarse, pueda reactivarse la actividad de M&A. Algo similar a lo que ocurrió tras la crisis financiera de 2008. Algún caso estamos empezando a ver estos últimos días en los mercados, prueba de que esta tendencia podrá llegar a ser una realidad en no mucho tiempo y en más ocasiones.
Los movimientos de los últimos meses dan una pista clara sobre quiénes serán los principales animadores del mercado. Así, según Mergermarket, los private equities protagonizaron un tercio de las operaciones corporativas a nivel global en todo 2019. Un protagonismo que parece que seguirá al alza dada la liquidez acumulada por este tipo de firmas.
Algunos de estos fondos de capital privado han manifestado ya abiertamente sus intenciones, señalando como objetivos prioritarios aquellas compañías que tenían precios muy altos antes de la pandemia y los llamados carve-out deals (venta de unidades de negocio concretas realizadas por grandes corporaciones). Movimientos que se deberían acelerar a medida que las compañías se encuentren con dificultades para conseguir crédito a través de las vías tradicionales y no tengan más remedio que ofrecer importantes descuentos.
Aun así, es cierto que estas oportunidades deben convivir en el corto plazo con las necesidades que puedan tener las actuales participadas de estos fondos. De hecho, muchas de estas firmas se están viendo obligadas a aportar liquidez adicional o incluso a recomprar deuda de las compañías que integran sus carteras. Situación que los grandes jugadores internacionales con vehículos de inversión recientemente formalizados pueden sobrellevar con mayor facilidad.
Otro elemento que hay que tener en cuenta en este nuevo contexto es el potencial resurgimiento de operaciones no solicitadas u hostiles. Cada vez más, los fondos activistas emplean tácticas del capital riesgo, mientras éste desarrolla campañas activistas en las empresas donde invierte. El principal motivo es que sus empresas objetivo son en muchos casos las mismas. Además, las aptitudes de ambos inversores están estrechamente alineadas y resultan similares: cuentan con astucia clara para detectar empresas infravaloradas, así como con los conocimientos técnicos para reestructurarlas y gestionarlas adecuadamente para impulsar la creación de valor.
En este sentido, recientemente Lazard indicaba que, una vez que las recientes turbulencias disminuyan, surgirán oportunidades para que firmas de capital privado con experiencia presenten un argumento creíble a favor del cambio, y puedan a partir de ahí iniciarse campañas activistas. Además, es importante destacar que esta realidad afecta a cualquier compañía cotizada. De hecho, y lejos de la creencia de que solo las grandes empresas se enfrentan a este tipo de situaciones, según Activist Insight, son las empresas de mediana capitalización los objetivos preferidos de los activistas.
Ante este escenario, será clave que las empresas identifiquen bien a sus accionistas, entendiendo las diferentes perspectivas de inversión de cada uno. Solo conociendo sus motivaciones de antemano se podrá evaluar la mejor forma de afrontar sus críticas y de impactarles con la visión a largo plazo de la empresa. Para ello, el consejo de administración tendrá que actuar como si mirara la propia compañía a través de los ojos del activista más agresivo.
La falta de visibilidad y de comunicación sobre las perspectivas aumenta el riesgo de que algunos accionistas se sientan atraídos por ofertas con un precio superior a la cotización actual de las acciones, incluso si esas ofertas son significativamente inferiores al valor intrínseco de la empresa. Por ello, hay que entenderles y transmitirles el valor del actual proyecto corporativo.
En esas condiciones, es clave utilizar la comunicación para impactar al mercado. Escoger un perfil público bajo no puede servir de excusa para la inactividad. Las empresas deben tener identificados a sus grupos de interés y establecer con ellos una relación de cercanía. En cualquier caso, aunque lo ideal sea evitar un ataque (proxy fight o campaña), para afrontar con posibilidades de éxito este tipo de situaciones es imprescindible estar preparado y contar con una organización engrasada para ello.
Tribuna de Jorge López Zafra, director senior, y Luis Guerricagoitia, director de comunicación financiera de LLYC