El último informe del Centro de Estudios de la Nueva Economía (CENE) de la Universidad de Belgrano sostiene que la actividad agropecuaria y los servicios tecnológicos son los menos afectados por el impacto económico de la pandemia de COVID-19 en la Argentina, mientras que la industria, el comercio y el resto de los servicios sienten todo el efecto de la crisis.
“El sector agropecuario permanece inmune a la parálisis económica que la cuarentena impuso a la mayor parte de la actividad. Las variaciones en su producción, de hecho, tienen más que ver con las condiciones climáticas, que no fueron óptimas. Se espera una cosecha de soja cercana a 50 millones de toneladas, un 10% por debajo de la campaña anterior. Otros 50 millones de toneladas se proyectan para el maíz, con una merma del 12%. En tanto, la cosecha de trigo cerró con un nivel récord, cercano a 20 millones de toneladas. Se espera, además, que el impacto sobre las actividades de comercialización y exportación sea mínimo”, señala Víctor Beker, director del CENE.
“Por el contrario, el peso de la crisis se hace sentir sobre las actividades industriales y comerciales. La construcción se encuentra paralizada. Ello implica más de 200.000 puestos de trabajo directos afectados. La industria manufacturera cayó un 6,4% en marzo pasado, en comparación con igual mes de 2019, y se esperan peores guarismos para abril. Las mayores caídas correspondieron a la producción de minerales no metálicos, la siderurgia y la producción automotriz, mientras la producción de alimentos tuvo un mejor desempeño relativo”, continúa el economista.
“En materia de servicios, tenemos una abrupta división entre las actividades que no requieren de una presencia en el lugar de trabajo y las que sí lo necesitan. Las primeras, salvo las farmacias y los supermercados, tuvieron un desplome total en su actividad. Por el contrario, florecieron aquellos servicios que pueden prestarse de manera remota a través de Internet. La reconversión de la oficina presencial en home office permitió la supervivencia de muchas empresas e incrementó la demanda de los servicios necesarios para ello”, indica el experto.
“La CEPAL hizo una primera estimación que pronostica una merma del PBI de Argentina del 6,5 por ciento para este año. Lo más preocupante es la enorme factura social que deja la pandemia y de la cual difícilmente el Estado pueda hacerse cargo en su totalidad. Hay un total de 8 millones de trabajadores con precariedad de ingresos y riesgo de discontinuidad laboral. A ello deberán sumarse los puestos de trabajo formales que desaparecerán a lo largo de estos meses de inactividad empresaria. Un audaz y vigoroso programa de reactivación productiva parece ser la única opción para enfrentar las negativas consecuencias sociales y económicas que dejará el coronavirus en nuestro país”, completa el director del Centro de Estudios de la Nueva Economía de la Universidad de Belgrano.