Tras decir adiós a la presidencia de la Reserva Federal estadounidense, Ben Bernanke describió su mentalidad durante la crisis financiera mundial en términos de resultados analizados desde diferentes perspectivas: «Sabíamos que teníamos que alejarnos de las políticas ortodoxas y poner nuevas soluciones sobre la mesa».
Durante las últimas semanas, los bancos centrales y las autoridades fiscales de todo el mundo han librado una batalla existencial contra el comportamiento disfuncional del mercado. En principio, estas intervenciones se centraron en reactivar los vehículos de la era de la crisis financiera mundial inyectando liquidez en los mercados de riesgo, al tiempo que ofrecían apoyo a las empresas, los gobiernos locales y los hogares más necesitados.
Los responsables de la formulación de políticas de todo el mundo, tras agotar el viejo manual estratégico ante una crisis cada vez más profunda, diseñaron nuevos y audaces programas para luchar contra la propagación de las perturbaciones económicas.
Se puede encontrar esta larga (y creciente) lista de antiguos y nuevos programas y políticas de estímulos mundiales en numerosos lugares. La consecuencia directa de estas medidas es que el importe del capital inyectado en el sistema financiero mundial alcanza enormes niveles jamás observados. Por ejemplo, el importe de las compras de activos de la Fed superó en un solo día de esta semana el importe que el banco central compró en cualquier mes del 2008.
Cabe recordar también el masivo paquete de medidas fiscales en 2009. Si lo duplicamos y añadimos algo más, entonces nos acercaremos al tamaño de la ola fiscal que se espera que haga flotar la economía estadounidense. Otros países también están pisando el acelerador. ¡El mundo está lleno de estímulos!
Los estímulos son gigantes pero ¿funcionarán?
Como en crisis pasadas, las autoridades políticas tratarán primero de solucionar los problemas de liquidez en los mercados críticos, como los mercados monetarios y de papeles comerciales. Según su razonamiento, no puede permitirse que la falta de liquidez impida el buen funcionamiento de los mercados generales de crédito. Aunque el progreso ha sido limitado hasta la fecha, existen claras pruebas de una decreciente tensión en la mayor parte de los mercados de crédito.
En recesiones o crisis pasadas, las autoridades políticas se centraron en alentar los «instintos animales» a través de estímulos fiscales. Ahora bien, el origen de este periodo bajista y la abrupta paralización de la actividad económica hunden sus raíces en el intento de la sociedad por mitigar una crisis sanitaria, de modo que los desafíos que afrontamos son diferentes de los de épocas pasadas. De hecho, los bancos centrales y las autoridades políticas no pueden incentivar a los productores para que produzcan más o a los consumidores para que consuman más, puesto que lo que la sociedad necesita son medidas de aislamiento.
En su lugar, las autoridades políticas intentan prestar asistencia a múltiples segmentos de la economía que están sufriendo una pérdida de ingresos. En otras palabras, los estimulos tradicionales, que avivaban los instintos animales, entran en conflicto con las medidas de distanciamiento social.
En nuestra opinión, las autoridades políticas pueden solucionar una crisis de liquidez, y lo harán. No obstante, anticipamos un aumento de la bifurcación del mercado entre los más y los menos afortunados. Los más afortunados, a nuestro parecer, son los negocios que han demostrado poseer unos sólidos modelos económicos. Estas empresas podrían verse recompensadas con múltiplos por encima de la media del mercado y costes de financiación de la deuda por debajo de la media. Consideramos que estos activos registrarán robustas rentabilidades.
En cambio, creemos que los negocios menos afortunados sufrirán una depreciación y tendrán que asumir un mayor coste del capital. Por muy innovadores que sean algunos de estos programas de estímulos, no pueden rejuvenecer el instinto de un animal herido. Desde nuestro punto de vista, la economía tendrá que ver la otra cara del brote del coronavirus antes de que se reaviven los instintos animales. Mientras tanto, la selección de valores será probablemente más importante que nunca —o, al menos, más importante que en cualquier otro momento de nuestras prolongadas (y que sentimos cada vez más largas) trayectorias profesionales.
Columna de Robert M. Almeida, gestor de carteras y estratega de inversión mundial, y Erik Weisman, gestor de carteras y economista jefe de MFS Investment Management.
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