Al evaluar las amenazas que plantea el brote de coronavirus, los gobiernos, los bancos centrales, las empresas y los inversores deben considerar escenarios que van desde una alteración de corta duración hasta una amenaza con profundas implicaciones en el tiempo. Lo único que es seguro es que el coronavirus tendrá un impacto importante en la economía mundial y en los mercados financieros, al menos a corto plazo.
Pero, ¿qué pasará en el largo plazo? Los mercados de renta variable han registrado las caídas más pronunciadas desde 2008. Esto ha provocado comparaciones con la crisis financiera mundial, un acontecimiento que ha definido los últimos 12 años. Sin embargo, no hay que exagerar las similitudes.
La crisis de 2008 fue algo inherente al propio sistema financiero, no una respuesta a una amenaza externa. A pesar de todo el impacto potencial que puede tener, el brote de coronavirus es una crisis mucho más clásica. Hasta ahora, los movimientos han sido importantes, pero ordenados; parece que el riesgo de que se produzca un fallo sistémico es un riesgo muy limitado. En parte, esto se debe a que los bancos y el sector financiero en general están en mucha mejor forma que en 2008.
También hay diferencias en la manera en la que las autoridades están reaccionando ante esta situación. En 2008, la respuesta se encauzó en gran medida a través de políticas monetarias expansivas extraordinarias. Sin embargo, con el coronavirus, los gobiernos están recurriendo a la política fiscal para compensar el impacto económico del virus. Ya hemos visto importantes estímulos fiscales en Reino Unido, Hong Kong y Singapur, y parece probable que se instale el gasto a gran escala en otros lugares.
Hay, sin embargo, un aspecto esencial que permite la comparación con el 2008. Si miramos atrás, podemos observar un patrón constante no sólo con la gran crisis financiera, sino con anteriores caídas del mercado, desde la crisis del petróleo de 1973 hasta el estallido de la burbuja de las ‘puntocom’ en el 2000. Los mercados bajistas tienden a ser relativamente efímeros y dan paso a mercados alcistas mucho más duraderos.
Empresas de alta calidad
Teniendo en cuenta este precedente histórico, los inversores deberían tratar de asegurarse de que su dinero esté en empresas que se encuentren bien situadas para salir de una crisis en buena forma, independientemente del tiempo que dure. Eso les otorga una prima de calidad.
A medida que las certezas económicas establecidas cambian, las compañías altamente apalancadas parecen cada vez más expuestas. Los programas de flexibilización cuantitativa que surgieron a raíz de la crisis financiera condujeron a la emisión masiva de deuda corporativa. Esto permitió a las corporaciones alimentar el mercado alcista a través de la recompra de acciones. Aquellas sociedades que se han apalancado de forma significativa ahora parecen claramente vulnerables. Por lo tanto, los inversores deben centrarse solo en aquellas que tienen los balances más sólidos.
También hay otros factores a tener en cuenta. La fuerte caída del precio del petróleo está agravando los problemas de las compañías de energía altamente endeudadas. Mientras tanto, el impacto del virus en el turismo y las industrias relacionadas con los viajes es considerable. Ya se han producido quiebras en los sectores de viajes y energía. Y muchas otras empresas se enfrentan a graves problemas por la interrupción de las cadenas de suministro.
Por supuesto, no todas las empresas están expuestas a esos factores. Y por eso el coronavirus debería provocar un resurgimiento de la inversión activa. Los inversores deben ser exigentes en la selección de sus acciones para concentrarse en empresas con balances sólidos y poca exposición a los daños causados por el virus.
Después de la última crisis, los enfoques pasivos proporcionaron un medio fácil de aprovechar un mercado alcista impulsado por la deuda. Pero, hoy en día, estas estrategias dejan a los inversores totalmente expuestos a los dientes del mercado bajista.
Tribuna de Martin Gilbert, presidente de Aberdeen Standard Investments